Jaipur, India
10/10/2017Bombay, India
18/10/2017Agra, situada en el estado de Uttar Pradesh, fue la capital del Imperio mogol entre 1556 y 1658. Pero sin duda lo que nos viene a la mente al nombrar esa ciudad, es una de las nuevas maravillas del mundo, el TAJ MAHAL. Madrugar para ver la salida del sol y poder apreciar las distintas tonalidades que le va confiriendo, es algo que sin duda quedará grabado para el resto de nuestras vidas. Como ha sido el monumento que más me ha impactado durante todos mis años viajeros, las fotos de esta entrada serán un monográfico en su honor.
A las 5:15 a.m. nos depertábamos después de una noche descansada, pero con los nervios de saber que en pocas horas íbamos a ver una de las maravillas de la tierra. Para la 5:40 ya estábamos preparados y en la calle de camino a la puerta este que era por la que entrábamos y que quedaba a escasos 400 metros de nuestro hotel. Al llegar nos enteramos que los tickets no se cogían allí, sino en la oficina que estaba a unos 600 metros por la misma carretera. Costaba 1.000 Rps, y te daban una botella de agua del tiempo (30 grados) y unos cubrepies. El horario de apertura era desde las 6:00 a las 18:30 menos lo viernes que estaba cerrado.
Ya con ellas en la mano y montados en un triciclo de tracción «piernal», no pudimos resistirnos a tanta insistencia por sólo 30 R., nos pusimos en la cola. Las filas estaban separadas para hombres y mujeres. Estábamos en la posición 5, 6 y 7. Y cuando digo posición es porque en cuanto abrieron las puertas a las 6:10 eso parecía una carrera de las olimpiadas. Alemania en cabeza era adelantada por Canadá, España hacía un interior y se ponía la primera, mientras Japón por entre las piernas ganaba el primer puesto,….., lógicamente por conseguir llegar los primeros y poder sacar la foto solos.
Cruzamos el arco que daba paso al Taj Mahal y nos quedamos petrificados. La inmensidad del monumento, el sol despertando mostrando su reflejo en el blanco mármol semitranslúcido, la neblina que salía del río y le confería un aire místico, ……. Pasaron unos segundos hasta que pudimos reaccionar y sacar la cámara para inmortalizar aquel momento. Y lo mejor de todo es que estábamos sólos. No había más que una decena de asombrados, en un monumento que visitaban más de 10 millones de personas anualmente.
Como no, hicimos fotos de todas las maneras y rincones posibles. No quedó ni una sola piedra que no la hubiésemos fotografiado. Cuando ya creímos que teníamos las suficientes, unas 3.000 más o menos 😉 nos sentamos en un banco al lado del río y nos quedamos atontados mirándolo mientras el sol le iba confiriendo diferentes tonalidades. Nosotros que éramos de visitas rápidas, la primera vez que nos dió por mirar el reloj, nos sorprendimos, habían pasado 4 horas desde la carrera olímpica.
Cuando ya se estaba empezando a llenar y el aire místico se estaba perdiendo por tantos gritos y gente con muy mala educación, decidimos que había llegado la hora de poner fin a la visita. Compramos unos cuantos recuerdos en las tiendas que rodean todo el complejo y nos volvimos al hotel a desayunar en la azotea, desde la que había unas vistas preciosas del Taj Mahal.
Como todavía nos quedaban unas cuantas horas para coger el tren de vuelta a Nueva Delhi y desprendernos de uno de los integrantes del grupo, aprovechamos para coger un rickshaw, 150 R., y que nos diera una pequeña vuelta por la ciudad. Pasamos por el Fuerte, muy bonito por el exterior, pero no llegamos a entrar. De allí nos llevó hasta la parte trasera del Taj Mahal, Mehtab Bagh. Era un parque desde el que se apreciaba el monumento por el lado del río. Había que pagar 100 R., pero el cuco de nuestro conductor nos dejó en una zona que se veía exactamente igual y completamente gratis.
De vuelta en el hotel, cogimos las mochilas y fuimos a la estación a esperar nuestro tren. Todavía quedaban un par de horas, pero esta vez no venía con retraso. Nos acomodamos en una esquina y cogimos unos paquetes en una tienda cercana para picar. Al de poco se nos acercaron unos cuantos niños a pedir, creíamos que era dinero, pero al ofrecerles unas patatas las cogieron encantados e hicieron un corro al lado nuestro y se las fueron repartiendo educadamente. Eso nos llegó bastante y sin mediar palabra, nos levantamos, fuimos a la tienda y compramos unos cuantos paquetes. Se les iluminaron los ojos cuando nos vieron que les dábamos uno a cada uno. Pero a nosotros se nos entristecieron viendo la situación.
Montados en el tren, nos apareció el revisor bromista. Nos pidió los billetes y poniendo cara de circunstancia nos dice que el destino era el correcto pero que nos habíamos confundido de tren y que entonces debíamos pagar una multa de 300 €. Sin hacerle mucho caso, le dijimos que en la siguiente parada nos bajaríamos, pero que la multa ni se le pasase por la cabeza que se la íbamos a pagar. Lógicamente no nos bajamos. Pasaron más revisores pidiendo los billetes y ninguno de ellos nos dijo nada. Habíamos tenido suerte y nos había tocado el que hacía prácticas para el club de la comedia.
B.F.F.F