De Colonia a Hirtshals

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Otra dura jornada de coche que nos llevará de Colonia a Hirtshals, en Dinamarca, pasando por el campo de concentración de Neuengamme cerca de Hamburgo, el cuál nos dejará el cuerpo extraño durante gran parte del trayecto. En Hirtshals, disfrutaremos de un precioso pueblo pesquero con una belleza sin parangón y multitud de cosas para ver y disfrutar. Será nuestro punto de embarque para llegar hasta Noruega.

Como tenemos otra tirada de casi 1.000 kilómetros hasta Hirtshals, hemos decidido salir pronto para aprovechar el día en destino. Así que de nuevo a las 4:00 de la mañana vuelve a sonar el despertador. Al igual que en Las Landas, el coche ha tenido que dormir fuera, ya que la barrera no la abren hasta las 7:00. Pero no hay problema, porque delante del camping, está el aparcamiento de las piscinas. Volvemos a llevar a los críos al coche para que sigan durmiendo, mientras nosotros recogemos la tienda. No dicen ni mú. Son unos benditos. A las 4:45 nos ponemos en marcha.

Amaneciendo camino de Hamburgo, Alemania.

Amaneciendo camino de Hamburgo

 

A las 4:46 están todos dormidos :-(. Así que, con tanto tiempo para pensar, me acuerdo que había leído hace tiempo que había un campo de concentración cerca de Hamburgo, ciudad por la que íbamos a pasar. Y aunque no es un atracción turística, o no debería serlo, si creo que vendría bien verlo para poder explicar un poco a los enanos, por encima claro está, las barbaridades de las que somos capaces de hacer el ser humano.

Llegamos al Campo de Concentración de Neuengamme a las 8:30. Estaba vacío y aunque en teoría abría a las 9:30, pudimos entrar y verlo en la más absoluta tranquilidad y soledad, lo que le confería un ambiente un tanto siniestro y eso que hacía un sol radiante.

Este campo de concentración, situado a 15 kilómetros escasos de Hamburgo, fue desde 1938 hasta 1945 el más grande del noroeste de Alemania. En él, se producían ladrillos para las grandes obras del régimen nazi. Murieron más de 50.000 personas. Posteriormente fue una cárcel hasta el año 2003.

 

Impresiona mucho el verlo en directo. En la parte derecha del complejo, se sitúa un vagón de tren en el que transportaban a los presos y los restos de las vías. En el edificio principal, hay una exposición permanente con diferentes partes del campo, como una de las puertas principales de entrada, los camastros en los que dormían, un diminuto armario en el que meter sus escasas pertenencias,….., además de un montón de fotos y vídeos del antes, del durante y del después, del régimen nazi. Enfrente, señalizados con un montón de piedras apiladas, haciendo la forma de los antiguos edificios, hay carteles explicativos de lo que eran cada uno de ellos, como la cocina, la enfermería, los barracones, ……. Yendo hacia la esquina contraria del vagón del tren, hay una sala con las herramientas que utilizaban en el campo de concentración y recortes de periódicos y fotos de la época. Y unos metros más allá, se sitúa, lo que más nos impresionó y «miedo» dió, la fábrica donde se hacían los ladrillos.

Es un hangar enorme, diáfano, con unos cuantos murales explicativos, y al fondo, cerrado con unas verjas, los restos intactos de como estaba la fábrica en aquella época, con los ladrillos, las máquinas, las baldas para colocarlos, ……. Según lo vemos desde fuera y abrimos la puerta, nos da respeto entrar, al ir caminando hacia el fondo, oímos un zumbido espeluznante, descubriendo que se trataba de un foco oculto tras la gran chimenea que hay en medio del hangar . Llegamos hasta el final de la fábrica en donde la habían mantenido intacta tras una verja. Sacamos unas cuantas fotos y Usua bastante agobiada enfila hacia la salida, mientras yo me quedo grabando un vídeo del lugar. Una vez acabado, veo que me he quedado sólo, empiezo a dirigirme hacia la salida y oigo a mis espaldas como una voz, me giro y lógicamente no había nadie, sigo caminando y de repente viene una ráfaga de viento que me deja helado, teniendo que atarme la sudadera de los escalofríos que me produce. Miro hacia la puerta de salida, pero todavía me queda un buen tramo para llegar. Haciéndome el valiente para no parecer acojonado y eso que estaba sólo, sigo a ritmo, sin acelerar el paso, pero sin dejar de mirar atrás en todo momento. Por fin estoy en la puerta, salgo aliviado y el sol de la mañana me hace tranquilizarme.

 

Todo esto parece parte de una película de miedo, pero es lo que sentí en ese momento. Después hablando con Usua sobre el mal trago que había pasado, me dijo que ella se había largado porque le había entrado muy mal rollo y le había parecido ver unas sombras. Está claro que la sugestión hace milagros, pero puedo asegurar que en mi vida he sentido tanto miedo como aquel día.

Pegado a la fábrica, hay un barco de 1907, al lado del río, que los utilizaban para transportar la tierra excavada. También está la antigua muralla, con la torre de vigía, de cuando era una cárcel. De vuelta al coche, que lo teníamos aparcado enfrente fuera del recinto, evité pasar por la puerta de entrada de la fábrica de ladrillos.

 

En un lado de la carretera, aprovechamos para desayunar, ya que nos habían dado las 11:00 de la mañana. Habíamos pasado 2 horas y media sin enterarnos.

 

Montamos en el coche para poner dirección a Dinamarca, pero como a los gps ya sabemos que les gusta inventar rutas alternativas, resulta que nos mete por todo el medio de la ciudad de Hamburgo. Menos mal que era horario de currelo y cogimos excesivos atascos. Pasamos por lo que parecía ser la zona vieja de la ciudad, con unos edificios muy chulos y un gran lago en medio con una fuente echando agua, más tarde unos chicos que conoceríamos en el barco a Noruega, nos confirmarían que el gps nos había hecho de perfecto cicerón para conocer lo mejor del centro histórico de Hamburgo. Pensamos en parar y verlo, pero eso nos iba a complicar llegar hasta Hirtshals en el día, así que decidimos dejarlo para un futuro viaje.

Aprovechamos a llenar el depósito, 1,079 €7L, ya que se supone que en Dinamarca es más cara. 5 horas después, sobre las 16:00, llegamos a Hirtshals, el pueblecito encantador desde el que cogeremos el ferry para cruzar a Noruega.

Hirtshals

El camping al que vamos se llama Tornby Strand Camping. Está situado unos 4 kilómetros al sur de la ciudad. Tiene unas parcelas muy grandes y con un montón de hierba que se agradece a la hora de tirarse a dormir en el suelo, ya que lo hacen muy mullido. No hay casi sombra, pero eso es algo, que a partir de estas latitudes, no creo que vayamos a necesitar. Tiene una pequeña piscina, congelada, pero aún así le daremos uso. Una cabaña para cocinar, con todos los electrodomésticos posibles y mesas para comer. También hay una zona de juegos para los enanos, con unas colchonetas enormes para saltar, donde los críos se lo pasan en grande. En instalaciones un 10 sin duda, aunque en amabilidad de la chica de recepción la cosa cambiaba un poco.

Empezamos a poner la tienda mientras los enanos se quedan en las colchonetas jugando. Hace un montón de viento y pega por todos los lados, y en una de esas ráfagas, oímos un crack, miramos a ver de que a podido ser, y vemos que la parte de delante está deformada, sacamos el palo, y está roto. Hacemos un apaño con celo, que no vale para nada y la ponemos lo mejor que se puede. El problema es que todavía nos quedan más de 20 días de acampada. Esperemos que no se rompa más….

 

Vamos a la piscina a refrescarnos, más todavía, hace 16 grados. Está vacía, y fría de narices. Iker y Noa se meten y duran poco más de 10 minutos, pero nosotros preferimos las tumbonas y verles hacer el txorra.

Nos acercamos hasta la playa, que queda al lado del camping. Hay mucho oleaje y viento. Es la típica del norte de Europa que se suele ver en las películas, «la mujer con su vestido blanco, paseando pensativa por la orilla, con el perro corriendo a su alrededor, acercándose hasta el faro blanco que se sitúa sobre unas rocas. Mientras, la hierba que rodea la playa es agitada por el incesante viento y al fondo una casa enorme de madera, en la que el marido sentado en una hamaca en el porche, lee un libro, y en la mesa, una botella de vino tinto, con una copa a medio rellenar….» Creo que se me ha entendido, jejejeje. Aquí la frase de ir con el coche a la playa, es literal, ya que se aparca en medio de la arena a escaso pasos del agua.

Iker y yo, teníamos una apuesta desde que salimos de casa, a ver quién era el valiente que se atrevería a bañarse en el Mar del Norte, pero por ahora parece ser que no va a haber ningún ganador.

De camino para el camping, paramos en un super y hacemos acopio de algo de picoteo, carne picada para los macarrones italianos que nos vamos a cenar (detalle de Edu y Bea), unos yogures y unas cervecitas. Las cosas un poco más caras que en Alemania, pero todavía soportable para nuestros bolsillos.

Preparamos la cena con todo lujo de detalles y en las cocinas del camping una auténtica gozada. Charlamos un poco con unos italianos que están cenando al lado y sobre las 23:00 nos vamos para la tienda. Es de día, y los enanos quieren seguir jugando, pero como nos dejemos llevar por la claridad lo vamos a tener difícil para descansar algo.

 

A las 4:00 de la mañana es completamente de día. Igual amanece antes, pero como es la primera vez que me despierto…….;-) Al contrario que en Alemania, por la noche, hemos tenido calor. Hemos amanecido completamente destapados y al levantarme hacía una temperatura muy buena.

Para las 9:00 estamos todos de pie y desayunados. Aunque habíamos visto en internet que iba a hacer malo, amanece un día soleado con algunas nubes. Nos ponemos los bañadores, cogemos el coche y directos a la playa a saldar las apuestas. Recorremos casi 1 kilómetro por la playa con el coche, lo cuál es bastante divertido ya que es la primera vez que lo hacemos, y lo dejamos enfrente del mar.

Estamos decididos a bañarnos, aunque no hay ni un alma en el agua, y la poca gente que pasea por la playa, va tapada hasta arriba. No nos queremos imaginar como irán vestidos en pleno invierno.

A la una, a las dos y a las tres……, primero Iker, luego yo y después Usu, todos corriendo al agua. Noa que es un poco friolera, nos espera tranquilamente sentada en el pareo con cara de «estos están zumbados». Está buenísima, un poco fría, pero no exagerado, como en el Cantábrico cuando empieza la temporada de baños y todavía no ha calentado mucho el sol. Aún así, no nos recreamos en demasía, un par de chapuzones y para fuera, al rico solecito que todavía aguanta. Estamos un rato tumbados y jugando en las dunas, hasta que se empiezan a meter unas nubes gordas y se nuble completamente. El coche marca 15 grados.

Con el reto cumplido, aunque ahora queda bañarse por encima del Círculo Polar Ártico, vamos a ver el pueblo. Por el camino, vemos una señal que pone museo de los búnkers. Giramos y llegamos al faro que se veía desde el camping. Subimos, previo pago de 3€ por persona. Hay unas vistas muy chulas del pueblo, la playa y los campos que lo rodean, además, como ha vuelto a salir el sol, se está muy a gusto. Toda la zona, está llena de búnkers de la época de la segunda guerra mundial. Algunos están muy bien conservados y tienen hasta un pequeño museo con las cosas que utilizaron.

El pueblo se sitúa al lado del mar. Es pequeñito y parece sacado de una postal. Las tiendas, las cafeterías con las mesas fuera, el pequeño puerto con sus barcos veleros,….. En 20 minutos hemos recorrido el centro, así que aprovechamos para acercarnos hasta la terminal del ferry para tenerlo controlado para mañana y poder levantarnos un poco más tarde.

 

A la vuelta al camping llenamos el depósito. El litro a 1,05 €/L. Sigo alucinando cómo nos engañan en España… Pasamos por un estilo de zoo, que hay al lado de la carretera. La entrada cuesta 10 €, pero por el paseo que hay pegado a la carretera, se ven prácticamente todos, ya que no está tapado. No sé si la gente pagará por entrar, aunque aquí seguro que sí, pero no tiene mucho sentido. Vemos renos, llamas, distintos tipos de ciervos, …..

Ya en el camping, saltamos como locos en las colchonetas, y en unas porterías que hay jugamos un gol portero entre los cuatro, pobre Iker….jajajaja. Al lado, había una cerca con unos ponis, fuimos a sacarnos unas fotos, y sin querer, Usu tocó una de las vallas. Le dió un calambrazo que casi la mata del susto. Estaba electrificado para que no se escaparan, pero no había ningún cartel advirtiéndolo. Estuvo dolorida un par de días.

Como se puso a llover, nos fuimos a una cabaña en la que había mesas, sofás y una televisión. Estuvimos jugando un poco a las cartas, viendo la tele y leyendo. No es que fuese muy productiva la tarde, pero por lo menos fue descansada.

 

Hoy era el día de los sustos, ya que mientras estábamos cenando, Iker se atragantó y se empezó a poner rojo. Intentaba echar el trozo de comida que se le había quedado atascado, pero no salía, así que le agarré por detrás, apretándole en la boca del estómago, mientras su madre le iba quitando los cachos que le salían. Conseguimos que lo echara todo. Iker llorando del susto y nosotros no mucho mejor, con todo lo que se oye de muertes por atragantamiento…..

Pasado el susto y con el buche lleno, nos fuimos a dormir, que mañana a las 6:30 tocaban diana. Antes me pasé por recepción a pagar, ya que a la hora que nos íbamos estaba cerrado. 646 DKK.

B.F.F.F.

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