El despertador sonaba a las 7:00, ya que a las 8:00 teníamos el transporte hasta El Nido. Desayunamos unas galletas con café y mientras esperábamos a que llegara la van nos despedimos de la encantadora familia con la que habíamos pasado esos días. Después de acercarnos hasta donde habíamos cogido los tickets y esperar unos 15 minutos a que llegaran todos los pasajeros, a las 8:30 empezábamos la última etapa. Íbamos 15 personas con nuestras respectivas maletas y un chico encima de la van controlando que no se escaparan. La carretera a partir del cruce de Roxas, aunque había bastantes curvas en general estaba muy bien. Hicimos un par de paradas para estirar las piernas y aprovechamos a comprar unos helados para pasar el calorazo que hacía. Los paisajes que atravesábamos eran muy bonitos.
Sobre las 12:00 llegábamos a El Nido, bastante antes de lo que nos habíamos imaginado. Había una carretera llena de alojamientos a los lados, con sitios para excursiones y algunos bares y restaurantes. Siguiendo esa carretera hasta el final se accedía al pueblo. Nosotros nos quedamos en la zona de Corong Corong que era mucho más tranquila y la playa estaba mejor para bañarse.
La van nos dejó en la estación de autobuses y viendo que allí mismo había la opción de coger el transporte para la vuelta, compramos los billetes para 3 días después por 500 PHP cada uno para las 5:00 de la mañana. Montamos en un triciclo por 50 PHP y fuimos hasta nuestro alojamiento el «Caera´s place», en la misma carretera a un par de minutos de la playa. Lo habíamos cogido estando en Port Barton porque días antes al mirar por internet ponía que estaba todo reservado al 95 % y viendo que en P.B. habríamos tenido tenido problemas de no habernos ofrecido un sitio para dormir, preferimos asegurar. Pero comprobaríamos de primera mano los problemas de reservar sin ver en los lugares turísticos.
La habitación era enana, había que entrar de canto para no darse con la pared y la cama. Tenía aire acondicionado, mini-baño dentro y en teoría wifi, pero cuando les fuimos a preguntar la clave nos dicen que en ese momento no funciona. Le decimos que no pasa nada pero que nos dé la clave para cuando estuviera operativo y ahí ya tuvo que decirnos que en realidad no tenían. Se publicitaban de una manera engañosa sabiendo que así muchos clientes irían ya que hay mucha gente que no puede vivir sin internet. Como a nosotros nos daba igual tampoco le dimos mayor importancia. Nos pusimos los trajes de baño y bajamos a la playa.
La playa era una auténtica preciosidad. El agua tenía un color verde azul transparente, estaba a una temperatura muy buena, no había casi nadie y en medio del mar se levantaban unos macizos calcáreos llenos de vegetación que le dejaban a uno sin aliento. Sin duda era un sitio increíble que merecía la pena ser visto alguna vez en la vida. Estuvimos un buen rato disfrutando de la tranquilidad y de los relajantes baños hasta que nos empezó a entrar el hambre. Pusimos rumbo al centro del pueblo y por el camino encontramos un sitio en el que alquilaban motos. Sin dudarlo decidimos que un paraje como ese merecía una repetición de los buenos momentos vividos en Sumatra y las Islas Andamán. Alquilamos una scooter que iba como un tiro para 2 días por 500 PHP al día.
Ya con nuestra motorilo dimos una vuelta por el excesivamente turístico y feo pueblo de El Nido. El 99,999999 % eran occidentales o australianos. Paramos a comer en un sitio al lado de la playa unos ricos noodles, spaguettis y tallarines (variando en la pasta 😉 ) con 2 cervezas y una botella grande de agua por 500 PHP. Con el estómago lleno volvimos a la moto y tiramos hacia el norte de la isla a hacer un poco de investigación.
En una desviación a la izquierda, creyendo que era el acceso a una playa enfilamos como un tiro, ya que estaba de lujo asfaltado, hasta que oimos unos silbatos que no paraban de sonar, Usu se dió la vuelta y vió que unos policías venían corriendo detrás nuestro agitando las manos. Di la vuelta con la moto y nos acercamos hacia ellos. Resultaba que nos habíamos metido dentro de la pista de aterrizaje del aeropuerto y los pobres policías venían corriendo porque estaba prohibido. Les explicamos la confusión, nos reímos por ambas partes y no nos quedó más remedio que buscar otra playa con menos cemento y un camino menos estable.
Esta vez sí, en otra desviación a la izquierda poco más de un par de kilómetros al norte del aeropuerto dimos con la playa Lio beach. Había un resort y se veía que estaban construyendo mucho más, pero por ahora era un remanso de paz y tranquilidad. Y por supuesto que decir de la playa. Una auténtica pasada y completamente para nosotros solos salvo momentos puntuales en los que algún cliente vip optaba por mojarse un poco los pies y volver de nuevo a su mundo de cristal. Nos pasamos el resto de la tarde disfrutando de aquella maravilla y viendo como los aviones aterrizaban y despegaban casi en la misma orilla de la playa y el mar.
Ya de vuelta en nuestra zona de Corong Corong, nos acercamos hasta un hotel que estaba en la playa a tomar unas cervecitas y unos refrescos para descansar del día y al paso cenar algo. Allí coincidimos con 2 chicos y una chica catalanes que estaban sentados en otra mesa y con los que nos pasamos un buen rato charlando. Fue una conversación muy animada y entretenida ya que tenían gustos y pareceres muy cercanos a los nuestros. Además uno de ellos, Jordi, tenía familia cerca de donde vivimos y conocía mucho esa zona. Un poco de envidia ya nos dieron, ya que todavía les quedaba más de una semana por delante…. 🙁
Antes de volver a la habitación y para poner un buen broche al largo día, fuimos testigos de una preciosa puesta de sol entre los promontorios que se levantaban en medio del mar.
B.F.F.F.