Empezaba nuestro primer día completo en Costa Rica bastante temprano. A las 5:30 y completamente de día, nos levantábamos preparados para ir hasta el Parque Nacional de Tortuguero. El jet lag estaba en el punto álgido, de ahí el madrugón. Bajamos a desayunar y fuimos los primeros y únicos durante el rato que estuvimos. Fue un desayuno buffet en el que no faltaba de nada.
Para las 7:30 estábamos en la estación de autobuses. Habíamos atravesado unas pocas calles andando, ya que la estación estaba bastante cerca del hotel. Por el camino al igual que en el desayuno no nos habíamos cruzado con nadie y en la terminal era prácticamente igual. Nos comentaron que en Semana Santa estaba casi todo cerrado y que los transportes eran mínimos.
Sólo había un autobús y su destino estaba en la esquina contraria que el nuestro. Iba a Limón en el sureste y nosotros íbamos hacia Cariari en el noreste. Como el principio del trayecto era igual, le preguntamos al chófer a ver si nos podía dejar en Guápiles, una ciudad intermedia que nos pillaba de paso. No nos puso ninguna pega pero nos dejo claro que el billete lo teníamos que pagar por completo, 3.000 Colones. A la chica de delante le había visto pagar 2.000 C. pero como no sabíamos su destino no dijimos nada. Aunque algo empezó a cantar cuando al darle el dinero y pedirle los billetes nos dijo literalmente; "Si os vale así Ok, sino abajo". Como no estábamos para discutir por un papel y 1,5 € de diferencia y mucho menos un día como ese en el que o cogíamos ese bus o nos quedábamos tirados en San José, agachamos la cabeza y como corderitos fuimos a buscar algún sitio donde acomodarnos.
El trayecto fue espectacular, atravesamos el Parque Nacional Braulio Carrillo que cruzaba todas las montañas centrales de Costa Rica. Era un territorio de montañas salvajes, ríos bravos, volcanes inactivos, enormes cañones y bosques nubosos y lluviosos. Sin duda la excusa perfecta para volver a poner los pies en un futuro en el país y explorarlo detenidamente, ya que esta vez íbamos con el tiempo justo.
Una vez llegamos a Guápiles nos pasó otro tanto de lo mismo. No había nadie por ningún lado. Aunque esta vez peor porque estábamos tirados en medio de una carretera por la que sólo pasaban barrillas, estilo película del oeste. Después de mucho esperar apareció un taxi que no nos quedó más remedio que coger sin mucho margen de maniobra a la hora de la negociación, más bien ninguno. Pagamos 10.000 C. por ir hasta Cariari.
En Cariari de nuevo teníamos que coger otro autobús para llegar hasta La Pavona, pero para redondear el día, no es que hubiera poca gente o algún autobús con otro destino distinto al nuestro, en este caso la estación estaba cerrada a cal y canto. Así que no nos quedó más remedio que coger otro taxi hasta La Pavona. 12.000 C. Pero eso no nos aseguraba el llegar luego a Tortuguero, ya que el taxista nos dijo que las lanchas que partían hacia el P.N. lo hacían seguido de llegar los autobuses y sabiendo que no había ninguno era muy probable que tampoco hubiera ninguna lancha que coger. Aún así confiamos en que peor suerte no podíamos tener y nos dirigimos hacia allí.
El camino fue un auténtico infierno, la carretera dejó de estar asfaltada en cuanto salimos del pueblo y estaba llena de pedruscos sueltos con unos baches enormes. El taxi nos dejó al lado del río donde se cogían las lanchas. Nos acercamos y vimos que sólo había dos y estaban solitarias. No había nadie alrededor. Nos sentamos a esperar al rico sol caribeño y pasados bastantes minutos apareció un chico joven. Le preguntamos para ir al P.N. y nos dijo que por 2.000 C. cada uno salíamos de la misma.
Todo el trayecto a través de los canales era precioso. Debido a que era temporada seca no había mucha agua, por lo que en muchos tramos tenía que ir muy despacio y hasta tuvimos que bajarnos un par de veces para empujar ya que nos quedábamos encallados. Casi llegando vimos un caimán atravesando el canal por delante de nosotros, un lagarto de un verde intenso que era enorme y un montón de aves de especies raras que no sabíamos identificar. La cosa prometía y todavía no habíamos ni pisado suelo.
Embarcadero en La Pavona
Lancha a Tortuguero
Agradeciéndome el empujar
Atravesando los canales
Llegando se amplían los canales
Tortuguero al fondo
Una vez en el embarcadero, se nos acercó una chica que era la que cobraba y le dí los 6.000 C. de los billetes. Me dice que no, que eran 5.000 por persona. Alucinados nos dejó al escucharle, nos pedía casi lo mismo por uno que lo que habíamos quedado por los tres. Le dijimos que el precio ya había sido pactado en La Pavona y que el problema ahora era suyo. Les dejamos discutiendo al chico y la señora, que porqué no nos había pedido más dinero, que tendría que haber esperado a llenar la lancha, (nosotros pensando que como no fuera con agua del río...), pero como no era nuestra guerra tiramos hacia el pueblo en busca de alojamiento.
El primero que vimos fue con el que nos quedamos. Nos hicieron una oferta que nos pareció irresistible. 2 noches de alojamiento con desayuno, comida y cena, más excursión por los canales en canoa para ver los animales y la flora, más una excursión nocturna para intentar ver el desove de las tortugas por 80 $ cada uno. La habitación era estilo bungalow, con ventilador, dos camas enormes y un baño. No era de lujo, pero estaba limpio y los dueños parecían muy amables. El sitio se llamaba "Cabinas el muellecito".
Como no tenían preparada la habitación, dejamos las mochilas en la cocina y nos fuimos a dar un paseo por el pueblo hasta la playa. El pueblo era muy pequeño y la playa no era nada del otro mundo, pero como las palmeras llegaban hasta la misma arena, le daban un toque muy exótico. El mar tenía bastantes olas y el color era más bien turbio, pero tenía una temperatura de gozada.
Tras un par de horitas disfrutando de la playa nos acercamos a comer. Mientras esperábamos se nos sentó al lado un chico, Abel, que era el guía con el que haríamos las excursiones. Era muy majo y resultaba agradable escucharle. Nos contó un poco por encima lo que haríamos y quedamos con él en vernos al día siguiente en recepción a las 5:30. Nos dijo que aunque era muy temprano era lo mejor, porque así nos evitábamos a todos los turistas de los grandes hoteles y la zona estaba más tranquila y más fácil para ver animales. Aprovechamos para preguntarle por la subida al cerro, que habíamos leído que era muy bonito y que había unas vistas preciosas de los canales de Tortuguero. Nos dijo que estaba cerrado para recuperar la zona y que si le cazaban yendo le podían dejar sin licencia, pero que si queríamos ir por nuestra cuenta que lo podíamos hacer sin ningún problema. Lo que hizo fue explicarnos un poco el camino, ya que debe haber muchos senderos diferentes y es muy fácil perderse. También nos dijo que tuviéramos cuidado y fuéramos con botas y pantalón largo, porque a su madre no hace mucho le picó una serpiente muy venenosa y tuvo que estar mucho tiempo ingresada en el hospital. Vamos dándonos unos ánimos terribles para subir.
Respecto a las tortugas nos dijo que había como un 30-40% de posibilidades de poder verlas, ya que no era temporada, pero que como estaba incluído en el pack lo intentaríamos. En esa época desovaba la tortuga Baula que según nos dijo podía llegar a medir 2 metros y pesar más de 1.000 kilos. Nos pareció más de Bilbao que de Costa Rica, pero aún así lo dimos por bueno.
Playa de Tortuguero
Las palmeras le dan un toque exótico
Puesta de sol
La carta del restaurante
Jugándonos la vida
Nos tumbamos un poco a descansar. Nos pegamos una ducha un tanto acojonados, porque de donde salía el agua, a poco más de 20 centímetros había unos cables eléctricos, lo que no hacía presagiar nada bueno en caso de contactar ambos. Dimos otro paseíto Vera-Barrionuevo por la playa, vimos la puesta de sol, bastante normalita, y volvimos a cenar al hotel. Todo lo que nos sirvieron estaba para chuparse los dedos. Y cansados de un largo día de más de 15 horas nos fuimos a la cama que al día siguiente tocaban diana a las 5:00. Aún así Edu se quedó viendo en la tele un clásico de estas fechas "Moisés".
A las 5:00 de la mañana sonaba el despertador y con ganas de tirarlo por la ventana nos contuvimos ya que era el reloj de Gorka y no le habría hecho mucha gracia. Para las 5:45 estábamos montados en el bote con una pareja de canadienses.
El recorrido por los canales era una pasada. Estuvimos todo el rato completamente solos y se respiraba mucha paz y tranquilidad. Fueron unas 3 horas en las que vimos diferentes especies de aves, monos, tucanes, una serpiente enorme atravesando el canal y 3 caimanes. Lo mejor de la excursión fue cuando nos acercamos a un caimán que estaba camuflado entre unas hojas. Estábamos tan cerca de él que si estirábamos la mano le podíamos tocar, aunque Abel no nos lo recomendó, jejejeje. Mientras le observábamos llegó volando un pájaro con unos colores preciosos y estuvimos cerca de ver una escena de National Geographic, pero el pájaro se percató de nuestra presencia y se alejó raudo y veloz. Le habíamos salvado la vida. El guía nos pareció un fenómeno. Nos explicó todo al dedillo y además sabía hacer los ruidos de algunos animales y muchas veces era contestado y hasta se acercaban para ver quien era. Sin duda una excursión que merece la pena totalmente. Nos llovió un poco y nos refugiamos debajo de unos árboles que caían en medio del canal, pero con la temperatura y la humedad que hacía hasta se agradeció.
Preciosa flor
Pájaro colorido
Chaparrada por los canales
Caimán surcando los canales
Otro caimán al acecho
Ave de la zona
Para las 9:00 estábamos en el hotel desayunando una sabrosa tortilla rellena de vegetales, unos huevos estrellados y unas tostadas con un delicioso zumo natural de naranja.
Al terminar volvimos a la habitación para cambiarnos de ropa y ponernos los pantalones largos y las botas que nos había recomendado Abel para subir al cerro. Para llegar hasta San Francisco que es donde se empieza la caminata, hay que coger un bote. Se lo cogimos a un hombre que el día anterior nos había estado siguiendo por el pueblo para que fuésemos con él. 1.000 C. por cada uno ida y vuelta, aunque la vuelta no sería posible.
La subida al cerro no es nada complicada pero sí muy extenuante, ya que hay mucho desnivel y la humedad y el calor lo hacen agobiante. Habría unos 36º cuando lo hicimos nosotros. Por el camino vimos un montón de ranas pequeñas de no más de 2 centímetros de un color rojo intenso. Como hay algunas que son venenosas, las observamos de cerca pero en ningún momento intentamos cogerlas ni tocarlas. Al llegar a la cima nos quedamos maravillados de las preciosas vistas que hay de los canales, del mar con las olas rompiendo y del enorme bosque que rodea todo Tortuguero. Además tuvimos la suerte de que se nos acercaron una familia de monos araña y los vimos muy de cerca.
Después de la excursión y completamente empapados en sudor, nos acercamos hasta la playa a darnos un chapuzón refrescante. El problema era que con tanto pensar en que no nos picara nada ni nadie, nos habíamos olvidado de coger los trajes de baño. Pero al echar una ojeada a ambos lados y vernos completamente solos disfrutamos de un refrescante baño en pleno contacto con la naturaleza.
Volvimos al embarcadero y tuvimos que esperar más de una hora y media a que pasase un bote, cuando el tipo con el que habíamos venido nos dijo que para las 13:30 estaría allí. Apareció otro barco que era de una compañía distinta y lógicamente los billetes que habíamos cogido de ida y vuelta no valieron para nada. Tuvimos que soltar 500 C. cada uno para regresar a nuestra zona.
Con bastante hambre después de la caminata fuimos a comer y seguido a la playa para aprovechar los últimos rayos del día. Nos encontramos con el guía y nos comentó que el día anterior no habían visto ninguna tortuga. Esta gente siempre dando ánimos, madre mía. Aún así confiábamos en ese 30% de posibilidades. Para hacer tiempo hasta la cena fuimos a tomar unas cervezas al lado del muelle, pero hablando hablando casi se nos pasa la hora de la cena, llegamos 5 minutos antes de que cerraran, y al ver la cara de la cocinera no le debió hacer demasiada gracia nuestra presencia tardía.
Cabina el muellecito
Subiendo al cerro
Pequeñas ranas
Familia de monos araña
Vistas desde lo alto
La playa del cerro
Se nos acercó el dueño del hotel mientras esperábamos la cena y nos dijo que nos hacía un descuento de 15 $ porque cuando llegamos no tenían preparada la habitación triple y tuvimos que dormir en una más pequeña. Todo un detalle. Aunque a Gorka y a mí no nos importó mucho ya que lo echamos a los chinos y al que le tocó dormir en el suelo fue a Edu, jijijijiji.
A las 22:00 nos juntamos con el guía y fuimos a buscar a dos parejas más para empezar la excursión nocturna por la playa en busca de tortugas. Nos prohibió llevar cámara de fotos, ya que las tortugas deben tener una visión muy fina por la noche y el flash las desorienta. Hacía una noche preciosa de luna llena que iluminaba la playa como si fuese de día. Íbamos a estar dos horas de paseantes. Al de 15 minutos nos encontramos con un grupo, unos metros más adelante nos cruzamos con otros dos grupos que volvían del turno anterior y que no habían visto nada. Nosotros hablando de lo idílico y tranquilo que iba a estar el paseo y resulta que eso estaba más concurrido que la Gran Vía en plena cabalgata de Reyes. Era muy turístico, pero era la única manera de poder verlo ya que está regulado por ley y es sancionable hacerlo por cuenta propia.
De vez en cuando se ponían las nubes delante de la luna y había un guiri que venía con nosotros que debía andar un poco fastidiado de la vista porque estaba más tiempo en el suelo que de pie.
Sobre las 23:20, el guía nos para y nos dice que se va el sólo un poco hasta delante y que le esperemos allí sentados. Bendito sea, porque estábamos reventados. Al de media hora volvió y lo que nos temíamos se cumplió, nada de nada. Así que empezamos el regreso al hotel. Pero para tocar un poco más los ....... nos cayó una chaparrada descomunal. 5 minutos antes una luna llena preciosa y en nada calados hasta los huesos.
Pero de repente el guía se para y nos empieza a señalar delante nuestro. ¡¡¡¡¡SIIIIII, POR FIN!!!!!!!! Vemos como una enorme tortuga que estaba a mitad de camino entre el agua y la arena seca iba subiendo pausadamente. El guía nos comenta que tendremos que esperar a que termine de hacer el agujero y luego podremos ir a verla, pero que eso viene a tardar como una media hora más. Nos sentamos de nuevo a esperar y esta vez casi nos quedamos dormidos. Una hora después (vaya forma de medir el tiempo que tienen), nos acercamos y vemos a la enorme tortuga, con su enorme caparazón, con sus enormes aletas traseras y el enorme agujero en el que estaban empezando a caer los enormes huevos. Medía un metro y veinte centímetros y era una tortuga verde no baula, pero eso a nosotros nos daba igual, no éramos racistas. La alumbraban con una luz roja para que no se molestase. Fue una experiencia única e increíble. Estuvimos unos 10 minutos viéndola desovar y recibimos unas cuantas explicaciones por parte de un par de guardas que recorren la playa todas las noches para marcarlas y vigilar a los posibles ladrones furtivos.
A las 2:00 de la mañana llegábamos a la habitación. Habían pasado 21 horas desde que nos habíamos levantado y no habíamos parado de hacer cosas en todo el día. Lógicamente fue tocar la cama y caer como benditos.
B.F.F.F