Estambul, Turquía

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02/12/2016
Globos aerostáticos en la Capadocia, Turquía.
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Estambul, Turquía

Nuestra llegada a Turquía, será a la impresionante ciudad de Estambul, a caballo entre Europa y Asia. Disfrutaremos de sus impresionantes monumentos, la mayoría de ellos muy bien conservados y de unos paseos preciosos a través de sus animadas calles y bordeando el Mar de Mármara, un mar que une las aguas del Mar Egeo con las del Mar Negro. También empezaremos a tomar contacto con sus hospitalarios habitantes.

Nuestro viaje comienza desde Barcelona. Es la primera vez que vamos a coger un vuelo desde el aeropuerto de El Prat. Mirando por internet algún sitio donde dejar el coche durante casi 20 días, encontré un aparcamiento de larga distancia, por 50 €, con la empresa Empark.es, y luego tenían un minibus que te acercaba hasta la terminal.

A las 3:00 de la mañana tocan diana y tras más de 600 kilómetros, a las 10:30 estamos cogiendo el autobús que nos acerca hasta la T2, que es desde donde sale nuestro avión con la aerolínea Pegasus airlines. Desayunamos a precio de angulas y facturamos las mochilas y la tienda de campaña. A las 14:00 en punto salimos dirección Estambul.

En tres horas y media llegamos a nuestro destino. De lo cuál estamos gratamente sorprendidos, ya que los últimos años nuestros viajes en avión no bajaban de las 8 horas y con escalas para casi otras 8 horas más. El trayecto lo pasamos completamente dormidos los 4, con lo que se nos hace más corto todavía. La aerolínea perfecta. Te cobran por todo, pero como son pocas horas tampoco pasa nada por no comer o no tomarse un refresco. Además el baño era gratis, así que con eso íbamos servidos 😉

Nos acercamos hasta el control de pasaportes y había bastante gente, pero la cola iba muy rápida. Había unas chicas que no llevaban visado porque creían que se podía sacar allí, no sabían que había que haberlo sacado por internet. Las dejamos esperando a ver que les decían, así que no sabemos si al final las dejaron pasar o no, pero por la cara de los funcionarios no tenía buena pinta la cosa. Cuando salimos a por las mochilas, ya estaban dando vueltas en la cinta transportadora. Estábamos a punto de irnos cuando Iker nos dice: Y la tienda de campaña?????, por el canto de un duro no nos la dejamos olvidada, ya que era la primera vez que íbamos de camping sin ir con nuestro coche.

 

El aeropuerto al que llegamos no es el principal, Ataturk, sino que es el de Sabiha Gokçen, donde suelen operar las aerolíneas de bajo coste. Sacamos del cajero 900 LT, el cambio rondaba 1 € = 2,9 Liras Turcas. Una vez fuera de la terminal y como era pronto, teníamos pensado ir en transporte público hasta el hotel que teníamos cogido, pero estuvimos esperando a que llegara el autobús más de una hora y por allí no aparecía el que necesitábamos. Le preguntamos a una chica que también lo estaba esperando y nos dijo que al ser Ramadán los horarios no eran muy fiables. Finalmente y tras otra media hora de espera, apareció el que necesitábamos, pero el tío se bajó y se piró. Le preguntamos a ver a que hora salía y nos decía sólo que no, no hablaba inglés. Le vimos a la chica que iba a preguntarle y se nos acercó para decirnos que nos olvidáramos, ya que el conductor decía que por hoy había acabado su jornada y no tenía pensado trabajar más, que se iba a su casa a cenar. Nosotros nos quedamos alucinados, pero a ella le pareció de lo más normal. Nos dijo que estaban hasta las narices del gobierno y que hacían lo que les daba la gana y que además como estaba atardeciendo y era el Ramadán pues todavía con más razón.

Así que no nos quedó más remedio que coger el autobús de Havatas que une el aeropuerto con la plaza Taksim. Nos salió por 13 LT cada uno menos los enanos que no pagaban. Desde allí y como ya era de noche después de tanta espera, cogimos un taxi con taximetro hasta la misma puerta del hotel por 35 LT. El Hotel era el Constantine Hotel. Situado en el mismísimo centro de Sultanahmet, a escasos 5 minutos andando de la Cisterna de la Basílica, Santa Sofía y la Mezquita Azul. Nos había salido 60 € la noche reservando a través de Travelclub, el precio era bastante más alto. Las habitaciones eran grandes y estaba todo muy limpio, y tenía el desayuno incluído. Además tuvimos suerte, porque la habitación la habíamos reservado sólo para dos adultos ya que no nos daban la opción de añadir niños, pero el chico de recepción se enrolló y nos dió una habitación familiar, con la condición de que al día siguiente tendríamos que volver a hablar, para probablemente tener que cambiarnos ya que estaba reservada.

Estambul

Una vez situados, salimos a dar una vuelta por los alrededores y cenar algo. Pagamos un poco la novatada al estar bastante cansados de todo el día, ya que llevábamos levantados desde las 3:00 de la mañana y como estábamos muy hambrientos, nos metimos casi en el primer restaurante que vimos cerca de donde estábamos. Lo más turístico, céntrico y caro. Algo más de 100 LT por tres pizzas turcas, una ensalada, una cerveza y una botella grande de agua. Por lo menos estaba todo bastante rico. Nos retiramos al hotel y nos quedamos dormidos nada más tocar la cama.

A la mañana siguiente y ya descansados del duro día anterior, nos levantamos tranquilamente a las 9:30. Bajamos a desayunar y disfrutamos de un completo y riquísimo desayuno buffet. Bajé a hablar con el chico de recepción para ver si nos teníamos que cambiar de habitación, pero nos dijo que no nos preocupáramos que ya había cambiado la reserva hacia otra habitación que había quedado libre.

Salimos a dar un paseo con un día maravilloso. Hacía calor, pero tampoco era sofocante. La idea era pasear por la ciudad tranquilamente y ya al día siguiente entrar en los sitios que más nos hubieran llamado la atención. Comenzamos por la Plaza de Sultanahmet donde se encuentran las dos mezquitas una enfrente de otra, la Mezquita Azul y Santa Sofía. Desde allí, empezamos a callejear y llegamos a la entrada del Bazar de las Especias, en donde les compramos a unos niños unas trompas que están enganchadas a una cuerda y se pueden hacer girar sin que se escapen. Fue de lo mejor que pudimos hacer, ya que Iker y Noa estuvieron bastante entretenidos mientras veíamos el resto de la ciudad.

 

Cuando estábamos paseando por el interior del Bazar, Noa nos pidió agua, y como justo donde estábamos no había para comprar le dijimos que esperase un poco, pero de repente aparece un chico con un botellín ofreciéndoselo a Noa. Nos miró con cara de lo cojo o no, y lógicamente le dijimos que sí, le preguntamos al chico a ver cuanto era y nos dijo que nada. Y no sólo eso, sino que además les regaló a los enanos unos dulces que vendía. Alucinados, les dimos las gracias y seguimos nuestro paseo.

Como teníamos un poco de hambre, camino de la Torre Gálata, al otro lado del puente que atraviesa el Cuerno de Oro, encontramos un sitio muy local. Aunque al principio Usu estaba un poco reticente le convencí para que entráramos. Era como una lonja, un tanto descuidada, con un mostrador lleno de platos típicos y tú le ibas pidiendo lo que querías. Te lo ponía todo en una bandeja grande y al final le pagabas. Cogimos arroz con algo, pollo, cordero con verduras, ensalada, refrescos y agua y pagamos la irrisoria cantidad de 28 LT. Pero lo mejor era lo rico que estaba todo. Lógicamente, éramos los únicos no locales que estábamos comiendo allí, lo cual suscitaba que fuéramos el centro de atención.

Continuamos nuestra ruta por la zona de Beyoglu, pero como no nos decía nada, volvimos a cruzar el puente y nos acercamos hasta la Mezquita Nueva, que es la que queda al lado del puerto de Eminonu. La entrada es gratuita y nos sorprende por lo bonita que es y por los pocos turistas que hay en su interior, aunque puede ser que fuera por la hora. Pasamos de nuevo por el Bazar de las Especias y en el puesto del chico que nos había dado el agua, compramos unos pistachos y unos caramelos para ir picando por el camino. Hablando un poco con él, se nos acerco el dueño del puesto de al lado y nos preguntó a ver de donde éramos, enseguida nos habló del Athletic, que el era muy forofo y demás, nosotros le dijimos que eso se lo diría a todos los turistas dependiendo de que parte del país fueran, pero el tío un tanto ofendido sacó la cartera y nos enseñó un carnet del Athletic que tenía guardado. No moríamos de la risa.

 

Ya de vuelta al hotel, teníamos que cruzar un puente para atravesar la carretera general que va al lado del mar. Al ir a coger el ascensor, estaba estropeado y encima Noa estaba dormida, así que no quedaba más remedio que subir las escaleras con la silla a pulso. Pero en cuanto uno de los currelas que estaba arreglando el ascensor nos vió a Usu y a mí coger la silla, le faltó tiempo para bajar las escaleras corriendo y ayudarme a subirla. Vino con nosotros hasta el lado contrario y también nos ayudó a bajarla. Desde luego estábamos alucinando con la hospitalidad y el trato de la gente, teniendo en cuenta que estábamos en una gran ciudad y por lo general las personas siempre van más a lo suyo.

Cenamos algo en el hotel ya que estábamos cansadísimos y directos a la cama. Eran más de las 23:00 cuando nos acostamos, llevábamos más de 12 horas andando y viendo la ciudad sin parar.

Amanecía de nuevo radiante nuestro último día en Estambul, antes de coger el coche para recorrer el resto del país. Volvimos a disfrutar del espectacular desayuno buffet y para las 10:00 estábamos en marcha. Comenzamos el día de visitas por la Cisterna de la Basílica, Yerebatan Sarnici, que la teníamos situada a escasos 200 metros del hotel. La entrada cuesta 20 LT y los niños no pagan. El horario es de 9:00 a 18:30, menos en invierno que cierran a las 17:30. Los martes está cerrada. Construída por el emperador bizantino Justiniano I en el año 532, era utilizada para almacenar agua para el Gran Palacio y los edificios de alrededor. El interior, con la iluminación que tiene y la música que hay de fondo crea una atmósfera muy mística, sólo rota por la ingente cantidad de turistas a voz en grito. El agua está llena de carpas. Al fondo hay una columna con una cabeza de medusa invertida, que a Noa le acongojó ligeramente.

Seguido y prácticamente al lado, fuimos hasta Santa Sofía. Aunque en donde se cogen los tickets está preparado para largas colas, cuando llegamos nosotros sólo había una decena de personas delante. La entrada cuesta 30 LT, y los críos hasta 12 años no pagan. El horario es de 9:00 a 17:00 en invierno y hasta las 19:00 en verano. Construída como Catedral ortodoxa bizantina por el emperador Justiniano en el año 537, fue la mayor iglesia de la cristiandad hasta que en 1453, Constantinopla fue conquistada por los turcos otomanos bajo las órdenes del sultán Mehmed II, convirtiéndola en mezquita. En el año 1931 fue secularizada y en 1935, el primer Presidente de Turquía y fundador de la República, Mustafa Kemal Atatürk, transformó el edificio en un museo. Una vez que entramos nos dimos cuenta de porqué no había colas, estaban ya todos dentro. La grandiosidad de su cúpula principal y las mezclas de arte bizantino con símbolos musulmanes le dan un toque especial. Lo que nos hace pensar que ojalá esto fuera extrapolable al resto del mundo y pudieran convivir todas las religiones en paz. Las auténticas causantes de las peores guerras de la humanidad. La parte superior a la que se accede por una rampa en zig zag, tiene unos preciosos mosaicos. Desde las ventanas hay unas vistas espectaculares de la Mezquita Azul. La pena de este sitio tan bonito, era el pedazo de andamio que ocupaba la mitad de su interior.

Según se sale de Santa Sofía, girando a la izquierda y luego nuevamente a la izquierda, se accede a las tumbas, donde reposan los restos de 5 sultanes y sus familias. Hay unos cuantos edificios, algunos de ellos bellísimamente ornamentados.

 

Justo enfrente está la mezquita azul y ya puestos aprovechamos a visitarla. Iker y Noa estaban deseosos de ver más monumentos 😉 , pero es lo que hay. Más adelante ya vendrían los días de playa. Abierta de 9:00 a 18:00 todos los días excepto los lunes. La entrada es gratuita. 5 veces al día, los visitantes no pueden entrar, ya que cierra para que los musulmanes puedan rezar con tranquilidad. La mezquita fue construida a principios del siglo XVII por el sultán Ahmet. Toma su nombre de los azulejos azules de la bóveda y los niveles superiores del interior. Hay más de 20.000 baldosas de cerámica azulada y 200 vidrieras que permiten atravesar la claridad del día. Sin duda una de las más bonitas de todo Turquía.

Después de tanto culturizarnos, tocaba el turno de comer y como tan bien habíamos oído hablar de los bocatas de pescado, nos acercamos hasta uno de los puestos para probarlos. Cogimos unas cervezasy unos refrescos y sentados en unas mesitas al lado del mar, nos zampamos unos de los mejores bocatas que habíamos comido en todo el día 😉 La verdad es que estaban muy buenos y a los enanos también les encantaron. 6 LT el bocata, 5 la cerveza y 2 los refrescos.

 

Con las pilas cargadas de nuevo, cogemos el tranvía por 4 LT, hay que coger un token en una máquina antes de entrar, y nos acercamos hasta la Universidad y la mezquita de Süleymaniye. Está abierta de 9:00 a 16:30 y es gratis la entrada. Situada en la tercera colina que domina el Cuerno de Oro, es la más grande de la ciudad. Fue mandada construir por el más poderoso de los sultanes otomanos, Solimán el Magnífico. Como Noa estaba dormida, la dejamos tumbada en su silla cuidada por el chico de la entrada. La mezquita es preciosa, pero Santa Sofía y la Mezquita Azul nos impresionaron más. Al salir, nos tumbamos a descansar en los preciosos jardines que rodean el complejo de la Mezquita.

Cansadísimos del duro día que llevábamos, volvimos a la zona del hotel a terminar las últimas horas del día. Cuando llegamos al parque de Sultanahmet, vimos a un montón de gente en las mesas que lo rodeaban preparando todo para comer. Estábamos en el Ramadán y estaban esperando a que se pusiera el sol para empezar. Mientras paseábamos por el lugar, aparecieron unos chicos con bandejas enormes vendiendo comida típica en unos tapper. Usu y yo nos miramos y dijimos, vamos a probarlo qué narices. En uno de los tapper había pan de pita con algo raro de color verde y en el otro algo parecido a ensalada. Cogimos un par de ellos de cada uno por 10 LT todo. Nos sentamos al lado de una familia que nos dejó un sitio y esperamos hasta que se pusieron todos a comer. ¡¡¡Eso no había quien lo comiese!!!. De sabor estaba muy rico, pero picaba como si le hubiesen metido 100.000 guindillas. Iker y Noa dijeron que por los c…… se lo comían y Usu se esforzó un poco, pero acabó claudicando. El único que se lo terminó todo fui yo, y más que nada porque la familia estaba mirando y me daba palo dejarlo o tirarlo. Usu se fue con los críos a una furgoneta que vendía comida, y se cogieron unos hot dogs, un bocata y unos caramelos por 12 LT. Mientras ellos degustaban su rica comida, a mí me caían unas lagrimillas incontrolables. La familia de al lado se creería que estaba emocionado por ver sus costumbres…… 😳

 

Ya de vuelta en el hotel, le pedí al chico de recepción que llamara al alquiler de coches para confirmar la hora de mañana y que estaba todo correcto. En principio así era, aunque unas horas más tarde comprobaríamos que de eso nada.

 

B.F.F.F.

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