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Lombok fue sin duda el gran acierto del viaje. Si las Islas Karimunjawa nos habían dejado sin aliento, Lombok para estar al lado de Bali, tenía todo lo que se le podía pedir a una isla indonesia, tranquilidad, gente agradable, playas de ensueño y comida maravillosa. Esto poco a poco dejará de seguir estando así, pero mientras tanto habrá que aprovechar y disfrutar.

Comenzaba nuestra última mañana en Bali. Aunque al final habíamos conseguido ver su cara más amable, no nos iba a dar mucha pena el abandonarla. Quizás habíamos acudido con demasiadas expectativas y eso nunca es bueno, ya que luego el desencanto es mayor. Pero teníamos que reconocer que salvo la zona sur en Kuta el resto tenía su encanto. Eso sí, con un par de millones menos de turistas habríamos disfrutado más 😉

Me acerqué hasta recepción para decirle a la chica a ver si podía llamar al rent a car y decirles que se acercaran a recoger el coche. La chica muy amable habló con ellos y 1 hora después se lo llevaban sin ningún tipo de percance y devolviéndonos la fianza.

 

Recogimos todo y fuimos hasta el embarcadero a coger los billetes. El precio del ferry público era 40.000 R. por adulto y 25.000 por niño. Era bastante grande y no tenía mala pinta comparándolo con el resto de los que se veían. Al explorar el barco vimos una cabina en la que había unas zonas para tumbarse. Le preguntamos a un trabajador que pasaba a ver si podíamos entrar y nos dijo que por supuesto. Así que el viaje completo lo pasamos tumbados y casi todo el rato dormidos. De vez en cuando entraba algún occidental pero se creían que era de pago y volvían a salir, por lo que fuimos tranquilos y sin ningún ruido salvo por algún que otro indonesio que se sabía la verdad del camarote. Las 4 horas pasadas que tardamos se hicieron la mar de agradables.

Lombok

A las 13:15 llegamos al puerto de Lembar. Todo el mundo tenía a alguien esperando menos nosotros. Comenzamos a andar y vimos una oficina en la que ponía «tourist information». Entramos a preguntar por el bus hasta el centro de Kuta (nada que ver con la de Bali) y nos dijeron que no había, que el único que había salía temprano y que además sino teníamos nada contratado para dormir lo íbamos a tener difícil porque estaba todo lleno. Así que lo mejor era que se lo cogiésemos a ellos todo. Vamos que de «tourist information» tenía poco, más bien era «travel agent» y un poco timador. Ahí ya nos dimos cuenta de por donde iban los tiros. Así que nos alejamos de allí lo más rápidamente posible. Sólo le preguntamos a ver por cuanto salía ir hasta el centro y nos pidió 400.000 R. osea que el alojamiento debía estar por el millón pero de euros.

Preguntamos a unos policías y nos dijeron que unos metros más adelante estaba la parada del autobús. Hacia allí nos dirigíamos cuando nos paró un todoterreno preguntándonos si nos llevaba. La cuestión era el precio. Tras un largo tira y afloja mientras continuábamos andando, lo dejamos en 150.000 R. por los cuatro. Tardamos algo más de una hora en llegar a través de una muy buena carretera con dos carriles para cada dirección.

Ya en Kuta, un pueblo bonito al lado del mar con unos cuantos alojamientos y restaurantes, pero muy muy tranquilo, preguntamos en un par de sitios para dormir. El primero no nos convenció, pero el segundo, el Matahari Inn, era perfecto. Bonitos y grandes bungalows, piscina chula, desayuno incluído y al lado de la playa. Nos pedía 250.000 R más 50.000 por cama extra, así que sin dudarlo lo cogimos para todos los días de nuestra estancia. Más tarde nos enteraríamos que el chico se había confundido y nos lo había dejado más barato que su precio original, pero en ningún momento nos dijeron nada.

 

Con las tripas rugiendo, justo enfrente del hotel estaba el Riviera café. Un sitio acogedor que lo llevaban dos chicos jóvenes muy atentos. Nos quedamos llenos por unas 160.000 R. Los precios volvían a parecerse más a Java y menos a la turística Bali. Nos pasamos la comida conversando con ellos ya que éramos los únicos clientes. También nos dejaron usar el ordenador para poder meternos en internet. Por su amabilidad y por su rica comida lo hicimos campamento base cada vez que estábamos por la zona.

Dimos una vuelta hasta la playa y vimos la punta de lo que íbamos a poder disfrutar a partir del día siguiente. En la recepción le pregunté al chico a ver si era posible alquilar un coche y me dijo que casualidad le quedaba uno y que por 250.000 R. era para nosotros. Nos pareció un buen precio, aunque al día siguiente no pensaríamos lo mismo.

Acabamos el día con un baño en la bonita piscina del hotel, rodeada por unos jardines preciosos con un montón de flores. Y con la cena en el Riviera café por 150.000 R.

La habitación al igual que en el resto del país disponía de unas finas cortinas que dejaba pasar toda la claridad, por lo que a las 6:00 de la mañana estábamos todos como búhos. Por lo menos las horas de sueño habían sido descansadas.

Fuimos a desayunar a las 7:00, que era la hora de apertura y nos llevamos un gran chasco. Creíamos que al ser un hotel tan chulo iba a tener un pedazo desayuno buffet, pues bien, nada más lejos de la realidad, café o leche con un par de tostadas para cada uno y un vasito de agua si ya se estiraban. Como las cenas eran copiosas tampoco nos importaba mucho.

El coche que habíamos alquilado, estaba en la puerta de entrada al hotel esperándonos a que le diéramos cariño, ya que a primera vista parecía que le habían maltratado en todos sus años de vida. A segunda vista, cuando entramos y lo arrancamos vimos que no nos habíamos equivocado. Menuda tartana. Hacía un ruido con muy mala pinta, no tenía freno de mano, con lo que había que aparcarlo en llano o acordarse de dejar la marcha metida, tenía abolladuras por todos los lados,…… No firmamos ningún tipo de contrato de alquiler, por lo que nos imaginamos que sería el coche de algún familiar o amigo que aprovechó para hacerse un business. Lo bueno que tenía era que si le dábamos algún golpe no se iba a notar.

 

El primer destino en nuestra ruta tenía que ser una gasolinera, ya que como era lógico el depósito de gasolina estaba pelado. Concentrados en encontrarla sin darnos cuenta, nos pasamos un semáforo en rojo y casualidades de la vida había justo una patrulla de la policía un poco más adelante. Muy cortesmente sacaron una mano por la ventanilla y nos indicaron que paráramos. Me pidieron el carnet de conducir, me excusé diciéndoles que me estaba volviendo loco con ese tráfico y tras hablar un poco con ellos de hacia donde íbamos y sobre todo al ver a los enanos y hacerles unas cuantas carantoñas, nos dejaron seguir sin ningún problema.

En Praya un pueblo en el centro sur de la isla, paramos a sacar dinero y aprovechamos para dar un paseo por un mercadillo que había al lado. Fuimos de nuevo la sensación, todo el mundo nos miraba y algunos venían detrás nuestro todo el rato, otros se paraban a hablar con nosotros pero en indonesio, con lo que era una pena el no poder entendernos. No parecía que estuviesen acostumbrados a ver muchos extranjeros por el pueblo.

Continuamos nuestro camino hacia la costa y tras dejar atrás el pueblo de Lembar, donde nos había dejado el ferry, empezamos a ver pegadas a la carretera unas calas increíbles. Hacíamos paradas cada dos por tres para darnos un chapuzón. Al final de la carretera asfaltada se veía a lo lejos una playa espectacular, intentamos acceder a ella, pero tras conducir unos 10 minutos por un camino de cabras en el que parecía que nos íbamos a quedar con alguna pieza del coche en la mano, llegamos a una zona de manglares y la playa había desaparecido. No conseguimos encontrar el camino correcto y no nos atrevimos a seguir buscando más con esa tartana.

Paramos a comer en un garito que había al lado de la carretera. Había un pequeño cartel en una palmera en el que indicaba que había un warung. Estaba al lado de la playa y tenía unas vistas increíbles. Comimos en una mesa corrida junto a unos alemanes y unos holandeses. Al terminar nos acercamos a la playa a darnos un baño, pero la marea estaba muy baja y era imposible. Pero lo que parecía que iba a ser un fastidio, se convirtió en una de las experiencias más chulas de todo el viaje. La retirada del mar había dejado al descubierto centenares de estrellas de mar. Al principio vimos un par de ellas, pero en cuanto nos empezamos a fijar bien vimos que estaba lleno de ellas por todos lados. Iker y Noa alucinaron viendo algo que sólo lo habían visto por la tele. Nos pasamos un buen rato disfrutando de aquel espectáculo en el que cayeron una cantidad ingente de fotos.

 

Comenzamos la vuelta al hotel e intentamos bañarnos en algunas de las calas de las que habíamos disfrutado unas horas antes, pero la marea tan baja lo había dejado bastante complicado. Cogimos una carretera que salía en el mapa de color blanco para acortar el camino y al paso volver por otro sitio distinto. Pero después de 13 kilómetros no nos atrevimos a continuar ya que las pequeñas piedras se habían convertido en rocas enormes en medio de la carretera, con unos cráteres lunares y no estábamos por la labor de tener que llamar a la grúa para que nos rescataran (en el caso bastante improbable de que la hubiera).

Llegamos al hotel a las 19:30 con los enanos sobados. Nos dimos un bañito en la piscina. Cenamos en nuestro warung, barracuda, ensalada, fish and chips, espaguetis y 4 zumos por 189.000R. Y de vuelta a la habitación nos quedamos sobados en un pis pas.

 

B.F.F.F.

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