Las ciudades imperiales de Meknes y Fez, Marruecos

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Las ciudades imperiales de Meknes y Fez, Marruecos

Las preciosas ciudades imperiales de Meknes y Fez, serían nuestro siguiente destino. De camino, también disfrutaríamos de las ruinas romanas de Volúbilis. El monumento arqueológico mejor preservado de Marruecos y Patrimonio Mundial desde 1997.

Tras una relajada noche de buen descanso, a las 6:30 nos despertamos al habérsenos olvidado quitar el despertador el día anterior. Amanecía un día fresquito y completamente limpio. De esos que dan ganas de salir a pasear y respirar lo más hondo posible para llenar los pulmones de un aire limpio y refrescante. A las 8:00, teníamos preparado el desayuno en unas mesitas al lado de la carretera. Aunque el lugar no era de lo más bucólico, por lo menos las vistas a las montañas le daban un toque de relax. Variado y delicioso, probablemente de los mejores que tomaríamos en todo el viaje. Zumos, cafés, mermeladas, quesos, huevos, bollería, panes variados, …..  Un desayuno de 10.

Mientras el resto de la comitiva se terminaba de preparar, yo fuí a sacar el coche del parking. Tras jugar otro poco al tetris, conseguí tenerlo en mi poder, no sin antes tener que «discutir» con el encargado porque me quería cobrar. 45 DH. Finalmente en cuanto vino el dueño del hotel, todo se arregló sin problemas. Pagamos la estancia, 90 € y pusimos rumbo al sur.

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La carretera estaba bastante bien. Se podía ir a una velocidad de 80 Km/h y por los pueblos había que reducir a 60. Pero había muchos momentos en los que saber lo que era un pueblo y que no, en zonas completamente desérticas con alguna que otra casa desperdigada, se hacía arduo complicado. Y ahí llegó el primer percance de nuestro maravilloso viaje. A lo lejos vimos como un policía se adentraba en la carretera y nos hacía indicaciones de que bajáramos la velocidad y nos apartáramos a un lado. Nos habían pillado con la temida pistola de velocidad. Muy amablemente me pidió los papeles del coche y me hizo bajar para ir hasta una sombra muy agradable, debajo de unos árboles, en donde estaba situado su compañero a la fresca, para darnos la receta. Me enseñó la foto en la que se apreciaba perfectamente el coche y la velocidad de 74 Km/h. Con 150 € estaba todo solucionado. Pero como uno tiene un poco de mundo, se me ocurrió una pequeña treta para ver si conseguíamos salir con el bolsillo intacto. Le dije que veníamos directamente de España y que todavía no nos había dado tiempo a tener moneda marroquí. – No hay problema, también podemos aceptar euros – qué cabrito pensé. – El problema es que cuando nosotros viajamos nunca vamos con dinero, sacamos con la tarjeta directamente para evitar el pago de comisiones – jejeje eso no se lo esperaba….. – De todas maneras, lo que podemos hacer es ir hasta la comisaría más cercana y allí les pago con tarjeta o saco dinero del banco – le dije con una voz suave y aterciopelada de quién nunca ha roto un plato. Mientras, en la zona del coche, a Edu no se le ocurrió otra cosa que sacar una foto al policía porque vió que estaba tardando mucho, pero el susodicho le vió. Con lo que se puso hecho un basilisco y le obligó a que le enseñara el móvil con las fotos. Y ahí, es donde por un momento casi me da algo al darme cuenta de que como viese las fotos del día anterior en Chefchaouen se caía toda mi argumentación abajo. Por suerte, Edu anduvo rápido y consiguió borrar la foto del policía y en cuanto vió unas pocas de paisajes de ese mismo día se dió por satisfecho. De vuelta a mi negociación con el otro policía, parecía que no tenía muchas ganas de moverse de allí. Con lo que mi opción de ir con ellos no le motivó. Me dijo que la próxima vez no me libraba y que respetara los límites de velocidad. Le intenté explicar, que eso es lo que llevaba haciendo, pero que en una zona donde había una vaca y una txabola, no me suponía que fuese un pueblo. Le dí la mano y amigablemente nos despedimos.

Seguimos nuestro camino, esta vez reduciendo la velocidad en cuanto veíamos cualquier cosa que se asemejara a una casa o un animal. Dentro de unos días se iba a celebrar la fiesta del cordero y atravesamos unos cuantos pueblos en los que había mercados en medio de la carretera comprando y vendiéndolos. Todo un espectáculo.

A unos 30 kilómetros de destino, paramos en las ruinas romanas de Volúbilis. Patrimonio de la Humanidad y las mejores conservadas de todo Marruecos. La entrada eran 70 DH y 30 por niño. Una pasada de caras, cuando la anterior vez habíamos pagado 20 DH por adulto y los niños gratis.

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Ya en Meknes, lo primero que queríamos hacer era ir a la habitación. Pero al tener el Hotel en el medio de la Medina, tuvimos que atravesar todo el caótico centro de la ciudad. Tras varias vueltas, conseguimos aparcar el coche al lado del Palacio Real. Le dimos 20 Dh al chico que estaba por allí para que nos lo cuidara. Era su forma de ganarse la vida.

Nos costó bastante encontrar el Riad en el que nos alojábamos. Todo era muy parecido y bastante lioso. Tras mucho preguntar conseguimos dar con él. Parecía mentira que en medio de tanto jaleo y ruido se pudiera encontrar ese remanso de paz. Riad Zahraa Al Ismailia. Estaba muy bonito decorado y era fresquito. Nos dieron 3 habitaciones en el lado de una preciosa terraza que por las noches aprovecharíamos de lo lindo. Y tenía una pequeña piscina, en la que a esa hora le pegaba el sol. Dejamos todo en las habitaciones y raudos y veloces nos pusimos los bañadores para poner en remojo nuestros acalorados cuerpos. Ya empezábamos a tener temperaturas cercanas a los 38 grados.

Pasado un rato, nuestras tripas comenzaron a crujir. Así que nos acercamos hasta un restaurante que había en la esquina de la plaza con unas vistas increíbles de ella y de la puerta Bab el Mansour al fondo. Café & Restaurant place El Hadim. Degustamos unas brochetas, un tajim de pollo, una ensalada marroquí, unas tortillas, zumos de naranja, agua y refrescos por 330 DH. Estuvo todo delicioso. Tras un poco de charleta y ver la poca vida que había a esas horas ya que el sol pegaba de lo lindo, decidimos volver al hotel para que los enanos disfrutaran de la piscina.

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Como a mí no me apetecía apoltronarme, le convencí a Usu para ir a dar un paseo y al paso buscar un supermercado. Habíamos visto en internet (sólo teníamos en los alojamientos) que a 35 minutos andando había un Carrefour. Así que nos pusimos en camino. Pero como la Ley de Murphy nunca falla, fuimos hacia el lado contrario. Después de una hora andando y viendo que de super nada, nos decidimos a coger un taxi, 10 DH. Ahí fue cuando el chico nos explicó que habíamos dado toda la vuelta al pueblo sin necesidad… 🙁 Pero bueno, una vez en el supermercado pudimos comprar unas cuantas cosas como fruta, patatas, galletas, zumos y por supuesto unas cervecitas. La zona del alcochol estaba apartada y tenía otra caja distinta. Los precios nos sorprendieron por lo caro que era todo, no ya sólo el alcohol. Pagamos 350 DH y con las bolsas repletas como si fuesen txingas nos acercamos hasta la carretera principal para coger otro taxi. Pero tras más de 20 minutos de espera, o iban todos llenos o los que paraban nos decían que a la medina nada. Nos supusimos que sería por el caos reinante. No nos quedó más remedio que ponernos a andar, y cuando llevábamos unos pocos metros, se paró una moto con un carro de cebollas detrás preguntándonos a ver a donde íbamos. Nos hicieron subir y gracias a ellos conseguimos seguir vivos para el resto del viaje. Les intenté dar algo de dinero por el favor, pero en cuanto me vieron las intenciones lo rechazaron al momento. Esto volvía a reforzar mi teoría de que en todo el mundo hay gente maravillosa dispuesta a ayudar, siempre que no esté relacionado con el turismo, ya que te ven como un dólar con patas. Fuimos la sensación del pueblo. Todo el mundo nos miraba, se reía, nos saludaban, ….. Casi 3 horas después, llegábamos al hotel en una excursión que no debería haber durado más de una hora. El resto de la expedición relajada jugando a cartas…..

Nos tomamos unas cervecitas para recuperar energías y salimos a callejear. La medina estaba llena de tiendas de ropa y calzado de marca de muy dudosa procedencia. Nada agobiantes. Sólo te hacían caso si les preguntabas. La plaza de El Hedim, era un hervidero de gente, pero casi toda local. Nos sorprendió los pocos turistas que vimos. Había mujeres tatuando hena, animales por doquier, puestos de comida, contadores de historias que eran los que más éxito tenían, ….. Y también había unos preciosos caballos que viendo la cara de los enanos no nos pudimos negar a darles el gusto de montarse y dar un pequeño paseo alrededor de la plaza. 20 DH.

Fuimos a cenar a un sitio que estaba cercano a la puerta de El Mansour, Meg Mag Pizzeria. Unos platos llamados «pasticcio» que estaban increíbles. Tenían patata, queso y carne, todo ello caliente en cazuelas de barro. También una pizza y unos sandwiches, con agua por 137 DH.

Eran las 23:00 y los enanos estaban ya cansados. Así que volvimos al hotel. Y mientras ellos dormían, los adultos aprovecharon la fantástica terraza y las cervezas bien frías para charlar de lo que había dado de sí el día y lo que nos esperaba al día siguiente.

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Nuestro nuevo día, lo íbamos a dedicar a otra preciosa ciudad, Fez. Había sido una noche plácida de sueño, para mí, ya que el resto salvo los enanos, habían sufrido desvelos continuos, debido a los rezos, maullidos de gatos y demás variados animales. A las 8:15 estaba preparado el desayuno en la parte central del Riad. Hasta entonces había estado disfrutando del amanecer en la terraza mientras escribía estas líneas. El desayuno, al principio nos pareció un poco cutre, pero poco a poco fueron trayendo más cosas y al final se convirtió en muy bueno. Cafés, cola cao, zumos, pasteles de chocolate, cus cus, huevos duros y pancakes. Aproveché a pagar el alojamiento con la tarjeta, ya que el día anterior me habían dicho que era imposible y justo en ese momento les había pillado con el tpv escondido en un armario, jijijijiji, que cucos….. 2.395 DH.

Salimos a la calle y el sol ya empezaba a animarse. Cogimos el coche, que estaba impolutamente cuidado y pusimos dirección a Fez. La carretera era casi todo autopista, lo que nos llevó para hacer poco más de 60 kilómetros una hora, debido a las entradas y salidas de las ciudades. 13 DH el peaje.

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Nada más entrar en la ciudad, al parar en un semáforo, nos asaltó un hombre en moto. Quería ser nuestro guía. Declinamos su oferta, pero no se dió por vencido y nos persiguió durante más de un cuarto de hora. Finalmente claudicó. Fuimos hasta la zona sur y allí encontramos aparcamiento en una explanada grande, 10 DH. Cómo no, allí otro hombre se nos ofreció para enseñarnos la ciudad. Como el hombre resultó ser muy majo y con lo que habíamos recorrido con el coche nos dimos cuenta de que no iba a ser fácil orientarnos, decidimos aceptar su propuesta no sin antes regatear los 150 DH que nos pedía de inicio para dejarlos en 80.

Acabado el día, estuvimos seguros que fueron los dirham mejor gastados. Ya que sino nos habríamos vuelto locos dando vueltas para encontrar los sitios. Además gracias a él pudimos visitar unos hornos de pan tradicionales y alguna casa familiar para ver su modo de vida (algo que a mí no me motiva, pero bueno….) Recorrimos mezquitas, tiendas en donde no compramos nada, pero era algo con lo que contábamos. Pasamos por el mercado y alucinamos con los animales expuestos. Lo que más nos impresionó fueron las cabezas de los camellos colgadas de ganchos. Vimos una pequeña escuela, en donde para no perder la costumbre Usu estuvo charlando un rato con la profesora e intercambiando opiniones. Y para poner el broche a la visita, nos acercamos hasta las curtidurías. Donde tiñen las pieles. Fue impresionante ver como trabajaban aquellos hombres en esas condiciones tan duras y con esos olores. Al entrar te dan una rama de menta para poder aguantarlo. Lógicamente nadie da nada gratis y la consecuencia de eso fue recorrer los tres pisos de tiendas que tienen para intentar que comprásemos algo. Yo como ya me lo olía, nunca mejor dicho 😉 , me fui a la calle y allí estuve viendo como curraban en el río y llevando las prendas que parecían pesar toneladas.

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Tras tres horas largas de tour, le dimos a «Juan», 100 Dh en vez de los 80 pactados por lo bien que se había portado, aunque nos recordó que no habíamos comprado nada. Con lo que no se pudo llevar comisiones por las ventas. Cogimos de nuevo el coche y nos acercamos hasta el Palacio Real con su impresionante puerta de «hojalata» y las tumbas de los judíos. A esas horas estaba ya todo desierto. Algún que otro turista despistado y poco más. El calor era insoportable. Así que decidimos que la mejor opción era regresar al hotel y refrescarnos en la piscinita. Algo para lo que hubo mayoría aplastante.

Dejé a la trouppe en el restaurante que habíamos cenado el día anterior para que fueran pidiendo, mientras yo me iba a aparcar donde mi coleguilla de los 20 DH. Pedimos de todo y más, ya que estábamos hambrientos. 3 plasticcio, 2 sandwiches, 2 burguers, 2 pollos con arroz, refrescos y agua por 267 DH.

El día se completó con un relajado paseo por la medina y otras deliciosas cervecitas a la luz de la luna en la increíble terraza del Riad.

B.F.F.F.

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