M´Hamid y Ait Ben Haddou, Marruecos

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M´Hamid y Ait Ben Haddou, Marruecos

Disfrutar de dormir en el desierto bajo un manto de estrellas, escuchar el silencio y la soledad del desierto, será algo que quedará grabado en nuestra memoria para siempre. Para después rehacer el camino andado y disfrutar de la Kasbah mejor conservada de todo el Atlas y Patrimonio mundial por la Unesco, Aít Ben Haddou.

Llegaba el día D, la hora H, el minuto M y el segundo S 😉 , por fín nos íbamos al desierto, algo que tanto niños como adultos lo habíamos clasificado en el top de este viaje. A las 8:00 amanecíamos. Desayuno rico y un poco de piscina para refrescar el día que nos esperaba por delante. Casi 400 kilómetros y cerca de 6 horas entre paradas para fotos, meadillas y jamadas.

El camino que atravesamos fue todo un espectáculo. Nos dirijimos hacia la población de Ouarzazate y desde allí hacia el sur, cruzando el increíble Tizi´n – Tinififft, un puerto de montaña de 1.660 metros con unas curvas estrechísimas de 180º. Daba la impresión de estar en medio del Cañón del Colorado, con un color más seco, pero la forma muy parecida. Continuamos atravesando el Valle del Dráa. Un vergel recorría la carretera pegada al río y pocos metros más al interior, el desierto árido y montañas de grandes dimensiones ocupaban el resto del paisaje.

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Con tanta belleza y deleite para los sentidos, casi nos vuelven a pillar con otro radar móvil. Pero casualidad, estaba adelantando a un coche en el momento en el que nos cruzamos con él y no le dió tiempo a apuntarnos, eso sí, se le quedó una cara de alucinado increíble 🙂 Pocos kilómetros más adelante había un control y ahí creimos que nuestra suerte había llegado a su fin, pero después de saludar muy cortésmente al policía y con una sonrisa de oreja a oreja, nos hizo que siguieramos el camino sin mayor problema.

Paramos a comer y comenzamos a ver unas nubes sospechosas y poco rato después unos ruidos aún más sospechosos. Y ello se convirtió en un tormentón enorme. ¿¿¿¿Quién decía que no llovía en el desierto???? De tres días que llevábamos en lo más árido de Marruecos no había ni uno sólo en el que no habíamos visto la lluvia.

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Otra zona que también merecía la pena fueron las Dunas de Tinfou. En la misma carretera, un pequeño desvío hacia el oeste por un camino pedregoso, nos llevó hasta unas enormes dunas de arena. Hacía un viento bestial y el cielo seguía en sus trece. Salimos del coche Edu, Iker y yo y subimos un poco, pero el dolor de la arena contra el cuerpo era insoportable con lo que tuvimos que desistir. Era como un día de levante en Cadiz pero a lo bestia 😉

A las 17:30 llegábamos a M´Hamid. El último pueblo que da entrada al desierto. Donde finalizaba la carretera, nos encontramos con los dueños del alojamiento. Dejamos el coche en un parking de su propiedad, compramos 4 botellas grandes de agua, 20 DH, y nos montamos en un todoterreno durante una media hora a través de dunas y casas de adobe desperdigadas por la zona. El Hotel – Haima, estaba situado en medio del desierto, entre dunas de arena y palmeras verdes. Tenía cuatro camas individuales y un baño occidental 😯 alucinante. Si en el exterior teníamos 41º, en el interior de la tienda era muy probable que se superasen los 45º. Hacía un calor infernal, con lo que nos propusieron dormir a la intemperie, algo que nos motivó más todavía.

El viento y la lluvia habían cesado, aunque de vez en cuando caía algún que otro chaparrón. Dejamos todo y tras una breve explicación de como íbamos a funcionar, el dueño nos dió un snowboard para que nos tirásemos por las dunas. A Iker se le encendieron los ojos en cuanto lo vió. Nos alejamos y empezamos a oir el silencio, sólo interrumpido por nuestras melodiosas voces. Las dunas debido al viento estaban preciosas, con una forma de película total. Y lo mejor de todo…. estábamos solos otra vez. En teoría debía haber habido otra familia pero no sabían nada de ellos. Unas horas más tarde aparecerían, pero ya habíamos conseguido disfrutarlo en soledad.

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Tras cerca de 2 horas y media de andanza, perdernos, jugar, disfrutar, reir y ver a los enanos como lo que son, pero en un medio diferente, nos fuimos a las haimas a pegarnos una ducha y cambiarnos de ropa para cenar. El hilo de agua salía hirviendo y el sabor a hierro era una pasada, pero aún así no dejaba de alucinarme que en medio del desierto más grande del mundo pudiera haber tales instalaciones.

Como aperitivo nos habían puesto unos tés bereberes con unas pastas y frutos secos que estaban riquísimos. En ese momento llegó la familia que antes había comentado. Pusieron las mesas en el exterior y bajo la luz de unas velas, dimos buena cuenta de una básica aunque deliciosa cena compuesta de una ensalada muy variada, unos tajines de pollo y fruta de postre, regado del agua que habíamos comprado nosotros. Tras la cena, se pusieron a tocar un poco de música y a cantar (esto me pareció ya una turistada, pero bueno….) y al terminar les dejaron a los críos tocar los instrumentos.

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Reventados de todo el día, nos fuimos a nuestras camas que estaban situadas en el exterior de las haimas. Fue una sensación extraña tumbarse en una cama al aire libre. Con todo a oscuras, empezamos a ver la cantidad de estrellas que parecía caían sobre nosotros y aunque no fue una noche clara conseguimos disfrutar de buenos momentos estrellados.

A la mañana siguiente estábamos todos con cara de tontos y con una sensación extraña, sobre todo de alucinación, por lo que habíamos vivido. Yo no había dormido mucho pero había disfrutado. En plena madrugada me depertó un viento fuerte, el cuál venía ardiendo, pero que hizo que se llevara las nubes y dejara el cielo completamente estrellado. Mis ojos se cerraban, pero yo intentaba mantenerlos abiertos para guardar ese momento en mi memoria. Ahora mismo, no tengo palabras para describir la imagen de ver a mi familia en pleno desierto del Sahara durmiendo a la intemperie bajo un manto de brillantes estrellas.

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A las 6:30 comenzamos a activarnos. Edu había sentido presencias extrañas por encima de su cabeza, probablemente algún que otro murciélago y bichejos que nos habrían olisqueado sin que nosotros nos huebiéramos enterado. Me fui a disfrutar del amanecer en silencio y soledad y a la vuelta estaba preparado un rico desayuno. La vuelta al coche la hicimos en camello, experiencia chula para los críos, pero para mí que era la tercera vez que me montaba ya sabía que no iba a ser tan agradable. Casi 2 horas después, con el culo reventado, una pierna dormida y los cataplines hechos papilla, llegábamos al pueblo de M´Hamid. Le pagamos 205 € por todo el kit y de nuevo en el coche, rehicimos prácticamente el mismo camino que habíamos hecho el día anterior.

Sobre las 14:00 llegamos a Ait Ben Hadou. El hotel que teníamos era La Kasbah du Jardin, con piscina y unas habitaciones chulas con a/a. 80 €. Nos dieron unos tés de bienvenida que disfrutramos mientras nos refrescábamos en la piscina. Poco después se puso de nuevo a llover. Hablando con Hasam, un chico muy majo de recepción, nos dijo que en agosto no era normal que lloviera, pero que estaba haciendo mucho calor y que por eso se formaban las tormentas. Nos dejó convencidos…. Comimos en el mismo hotel, eso sí, hora y media después de haber pedido. La vida hay que tomársela con calma…. 😯

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Aprovechando que hacía menos calor, a media tarde nos acercamos hasta la Kasbah, Patrimonio de la Humanidad e increíblemente bien conservada. Las calles y las casas eran preciosas y desde lo alto había unas vistas increíbles de ella y de la ciudad nueva al otro lado del río. En vez de ir por el camino normal, hicimos un poco el cabra y allí una señora con un cartelito hecho a mano nos reclamó 40 Dh por entrar. Eso sí, los niños gratis. Como era un sitio turístico no le dimos mayor importancia, aunque al llegar al hotel y hablar con Hasam nos enteraríamos que nos habían estafado de mala manera, ya que era completamente gratis. Qué pardillos, madre mía!!!!! Además para bordar la visita, Noa se cayó por un terraplén y se dió un golpe enorme. Enseguida la gente de allí la cogió y estuvieron pendiente de ella en todo momento. Unos grandes rasponazos y heridas y un poco de dolor de muñeca pero gracias a Dios nada grave, para lo que podría haber pasado. Cada vez que nos cruzábamos con algún lugareño que había visto la caída, se preocupaba por el estado de Noa. Gente maravillosa.

Ya anocheciendo decidimos que en vez de esperar otra hora y media para cenar, lo mejor era cogernos algo en el super y disfrutar de la fantástica tarde-noche que hacía, en la terracita con vistas a la kasbah que teníamos. Charlando y los críos jugando nos dieron casi las 24:00, momento en el que decidimos dar por finalizado otro precioso día y velada.

B.F.F.F.

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