Paoay y Pagudpud, Filipinas

Heladero en Vigán en Filipinas
Vigán y la costa noroeste de la isla de Luzón, Filipinas
08/05/2017
Sagada en Filipinas
Sagada y las terrazas de arroz de los Ifugao, Filipinas
18/05/2017
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Siguiendo hacia el norte veremos otra de las iglesias Patrimonio de la Humanidad que posee Filipinas, la de Paoay, para a continuación poner rumbo hasta la paradisíaca y tranquila Pagudpud, en donde tomaremos el primer contacto con las aguas filipinas.

A las 7:00 de la mañana comenzaba nuestro día. Aunque nos despertamos mucho por la noche debido al jet lag que nos estaba pasando un poco de factura, dormimos bastante a gusto. Noa se levantó un poco mareada y con dolor de tripas, algo que después de desayunar se le pegó a Iker también. El desayuno no estaba incluido en el precio, pero por 70PHP cada uno nos pusieron arroz con huevo frito, pescado, salchichas o carne. No eran los típicos desayunos de casa pero ya estábamos acostumbrados a esto y los críos también, por lo que en ningún momento dijeron que no lo querían. Recogimos nuestras pertenencias y enfilamos carretera hacia el norte hasta Paoay, en cuyos arcenes había gente trabajando extendiendo la cosecha de maíz para ponerla a secar, algo muy curioso.

Poco después de montarnos en el coche, el desayuno de los enanos volvió a la tierra de donde había salido parte. Echaron todo lo que tenían dentro y después de una buena siesta en el coche se despertaron como nuevos. No nos asustamos lo más mínimo ya que les suele pasar en todos los viajes. El primer o segundo día, suponemos que por el cambio tan drástico de comidas y el desfase horario, hasta que el cuerpo se les hace, suelen estar un poco raros. Pero como jabatos que son, enseguida se recompusieron.

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Desayuno con energías
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Transportes
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Extendiendo el maíz
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Iglesia de Paoay
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Interior de la iglesia
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Jugando un partido

Nos sorprendió el buen estado de la carretera, pero con la cantidad de camiones, triciclos y motos, íbamos a pedo de burra. Tardamos más de dos horas en hacer sólo 70 kilómetros. Hicimos una paradilla técnica para comprar mercancías en un 7 eleven por 380 PHP y sobre las 11:00 llegábamos a Paoay. Hacía un calor asfisiante. Dimos una pequeña vuelta y nos acercamos hasta la iglesia de San Agustín. Era otra preciosa iglesia en medio del pueblo, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1993. Su construcción fue desde 1704 hasta 1794. Es representativa de un estilo arquitectónico excepcional, fruto de la reinterpretación del barroco europeo por parte de los artesanos filipinos y chinos que participaron en su construcción.

Tras disfrutar de aquella auténtica maravilla arquitectónica nos cogimos unas hamburguesas en un chiringuito de calle por 40 PHP, pero lo mejor era que había oferta de 2×1, circunstancia de la que no nos habíamos percatado y nos encontramos con 8 hamburguesas en la mano. Cada una valía 40 PHP pero con el 2×1 se quedaban en 20. Osea que por poco más de 3 € nos metimos 8 hamburguesas entre pecho y espalda. Mientras las degustábamos en una agradable sombra al lado de un parque, estuvimos entretenidos viendo como jugaban un partido de baloncesto. Era el deporte por excelencia en el país, y seríamos testigos más adelante de su pasión por él, jugando a todas horas, descalzos o en chanclas (pocos solían llevar playeros), canchas de basket hasta en el pueblo más diminuto, canastas hechas de madera y algunas colocadas en medio de la carretera…. De todo lo inimaginable para poder disfrutarlo. Y como uno es un poco friki de ese deporte no dudé en jugar un partidillo con ellos en cuanto me lo propusieron. Con un calor abrasador y el estómago lleno, en 20 minutos finalizó mi primer partido en Filipinas. Estuvieron empeñados en que hiciera mates por la altura que tenía, pero no se daban cuenta que mi hijo de 9 años saltaba más que yo. Me reí un montón y creo que ellos más conmigo. Nos despedimos y de vuelta al coche pusimos rumbo por fin a nuestro primer destino de playa, Pagudpud.

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Arcenes llenos de maíz
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Obstáculos en la carretera
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Iker conduciendo
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Canasta singular
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Calas por el camino
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Entrando a Pagudpud

100 kilómetros y 3 horas después llegábamos a Pagudpud. Por el camino habíamos hecho un alto para bañarnos en una prístina cala que vimos por la carretera. Los paisajes de la costa eran preciosos. Antes de llegar, en una rotonda había que coger la desviación a mano izquierda para acceder hasta la zona de la playa de Saud que es donde estaban la mayoría de los alojamientos. El primero en el que preguntamos fue en el que nos quedamos. «Catherine Homestay». Una habitación grande, con 3 camas enormes, aire acondicionado y un pequeño baño dentro. 650 PHP rebajado de 850. Aunque el sitio era un poco antiguo estaba todo limpísimo.

Dejamos todo tirado encima de las camas y como alma que lleva el diablo fuimos raudos y veloces a la playa que estaba a escasos 500 metros. Aún así cogimos el coche que para algo lo teníamos y con aquel calor abrasador era mejor minimizar los esfuerzos. En teoría había que pagar por entrar, 100 PHP, lo ponía en un cartel, pero como nadie nos pidió nada, nosotros tampoco ofrecimos nada. La playa era de auténtica postal. Arena clara, agua con distintas tonalidades de azules, las palmeras llegaban hasta la misma arena, el sol de frente reflejando los rayos en el agua……. y lo mejor y más increíble, no había nadie. En una playa enorme estábamos sólo nosotros. Nos pasamos toda la tarde en el agua, la cuál por cierto estaba bastante fresca, tirando a fría, y en la arena tomando el sol y descansando. Vimos una preciosa puesta de sol que se ocultaba justo delante de nosotros en ese espléndido y tranquilo mar que habíamos disfrutado.

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Los dueños del Guesthouse
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Solos en la playa
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La playa de Saud
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Barcos de pesca
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Merendando
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La puesta de sol

Cuando los mosquitos empezaron a hacer acto de presencia, dimos por terminada aquella bucólica escena y fuimos a cenar a un sitio que había justo al lado de la entrada a la playa cruzando la carretera, «Cabasan eatery». Pedimos unos sandwiches con patatas y una botella de agua. 360 PHP. Y cansados del ajetreo del día nos volvimos a la habitación a leer un poco, hacer unos deberes, ya que los críos venían con tareas, y después a dormir como niños buenos.

El primero en abrir los ojos fue Iker y poco a poco nos fue despertando a todos. Eran las 11:00 de la mañana, habíamos dormido más de 12 horas y podríamos haber seguido sino hubiera sido por los gallos cantores de Pagudpud. Como en nuestro alojamiento no había posibilidad de desayunar y además era ya muy tarde y queríamos hacer unas cuantas visitas, cogimos unos zumos y unas galletas y desayunamos en el coche camino del Blue Lagoon.

La laguna azul, la ponían en la guía como un sitio increíble, imposible de no ver. Así que fue nuestro primer destino. Lo que en teoría eran escasos 15 kilómetros, se convirtieron en 50 y más de una hora de camino erróneo. Nos lo pasamos de largo y creyendo que se vería por la carretera, continuamos y continuamos hasta llegar a la provincia de Cagayan en donde por fin nos dimos cuenta de que teníamos que dar la vuelta. A la antigua usanza, preguntando, conseguimos llegar. Estaba a unos 35 minutos en coche de donde estábamos alojados y en la carretera general a mano izquierda había un cartel enorme enorme anunciando el lugar 🙁 Había que pagar 20 PHP por adulto y 10 por niño. Después de seguir una carretera estrecha, se llegaba a lo que era la Blue Lagoon o Laguna Azul. El sitio hay que reconocer que era precioso, pero eso sí, unos cuantos años antes de que lo hubieran llenado de resorts por todos lados. Era una pequeña playa de arena blanca y agua transparente con rocas a los lados, pero si uno giraba la cabeza desde el mar hacia atrás, se era testigo de unas construcciones enormes sin ningún sentido, con hormigón por todos lados y más resorts a medio construir. No quedaba ni un palmo de tierra libre. Horrorizados y sin ninguna ganas de bañarnos dimos la vuelta y nos largamos de allí previa degustación de otras hamburguesas callejeras a 50 PHP, pero esta vez sin el 2×1. Iker y Noa, salvo porque había un montón de figuras de dibujos animados y películas con los que sacarse fotos, también salieron horrorizados con el sitio, es más fueron ellos los que nos dijeron para irnos de nuevo a nuestra tranquila y solitaria playa.

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Cartel de entrada
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La laguna Azul
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Bantay Abot
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La playa
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Lo peor de la globalización
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Llenando el buche

Vuelta hacia el pueblo, unos pocos kilómetros más adelante, vimos un cartel que anunciaba unas cascadas, las de Kabigan. Esperando tener una mejor experiencia nos desviamos. Para acceder a ellas había que ir con guía obligatoriamente. El precio era de 140 PHP y 20 por el aparcamiento a un señor que te dejaba aparcar en el terreno de su casa. El camino era de una media hora y muy fácil. Se atravesaban arrozales entre montañas con un verdor increíble. El paisaje era de caerse la baba. Y cuando ya uno se quedaba seco era al llegar a las cascadas en medio del bosque. Tenían una caída de 120 metros con una poza grande en la que poder bañarse. Y para no variar con la línea de nuestros viajes, la disfrutamos completamente solos con la guía hasta que pasados 20 minutos apareció un grupo de filipinos. Estuvimos un buen rato refrescándonos y quitando el mal sabor de boca que nos había dejado la Laguna Azul.

En el aparcamiento mientras comprábamos agua y descansábamos un poco de la caminata bajo el sol, vimos a unos niños pequeños haciendo un teatro. Se lo pasaban en grande y les encantaba que les estuviésemos mirando. Mientras Iker había desaparecido y al buscarle vimos que había ido a jugar al baloncesto con unos niños de allí. Otro friki como su padre 😉

Otra vez en la carretera general cogimos el desvío que ponía de 4,5 kilómetros hasta el Stingray Memorial. El paisaje que se atraviesa era de nuevo una pasada, pero la carretera estaba casi toda sin asfaltar con pedruscos enormes y bastantes cuestas, lo que hacía que el coche sufriera un poco. Al final nos encontramos con un pequeño monumento al lado de una playa de rocas que recordaba al submarino del mismo nombre que llevó armas a la guerrilla y tuvo un papel muy importante en la derrota de los japoneses durante la segunda guerra mundial. Fue demasiado trayecto y en muy malas condiciones para lo que se vió al final.

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El río de las cascadas
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Kabigan falls
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Baño en la poza
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Preciosos arrozales
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Jugando al basket
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Stingray Memorial
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Cena al lado de la playa
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Deliciosos sandwiches

Terminamos el día en nuestra playa de Saud haciendo un poco de snorkel por la parte izquierda. Vimos 4 peces contados. Esta vez si que había más gente en la playa, pero aún así no llegaría a 20 personas.

Cenamos en el mismo sitio que la noche anterior, pero esta vez después de tanto baños estábamos muy hambrientos, así que pedimos de todo. 5 sandwiches, 2 platos de ternera con una salsa riquísima, una sopa con carne de cerdo también espectacular, patatas fritas se les habían acabado y nos sacaron algo parecido pero de verduras, 3 san miguel y una botella de agua por 500 PHP. San Miguel!!! lo que nos sorprendió verla. La hacían allí en Filipinas y tenía un sabor muy rico.

Volvimos a la playa a ver las estrellas. Como no había luz fue alucinante ver el cielo completamente estrellado. Yo vi una estrella fugaz y pedí mi pertinente deseo. El cuál aunque no se puede contar, si puedo decir que por ahora se sigue cumpliendo… 😉

 

B.F.F.F.

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