El conductor del día anterior nos había dicho que la estación a la que debíamos ir era la de Batoh. Cogemos un tuk-tuk por 20.000 R. y al llegar nos damos cuenta que es la misma estación de autobuses a la que llegamos desde Medan sólo que estábamos en el otro lado.
Aquí no encontramos a nadie que hable inglés, así que la tarea es arduo complicada. Damos con un chico con el que por lo menos con gestos es más fácil comunicarnos. Preguntamos por cómo ir a Singkil. Nos dice que sí, que por 500.000 R. sin problemas, que no hay autobuses sino furgonetas de las de 9 plazas. Lógicamente no nos fiamos del precio. No tenemos ni idea de cuánto podía costar, pero nos intentamos hacer una referencia con la distancia y lo que habíamos pagado para ir desde Medan hasta Banda Aceh, sabiendo que esta ruta era menos transitada. Nos viene otro, me coge del brazo y me lleva a una zona donde estaban los mostradores y saca unos papeles con los precios. Ponía que hasta Singkil eran 258.000 R. por persona. Eso ya nos parece más lógico. Tras mucho «hablar» y reirnos entre todos los que estábamos, ya que era un poco lioso todo, llegamos a un acuerdo de 250.000 R. por billete y los críos gratis. El minivan sale a las 18:00 y nos dicen que estemos allí para y media. Así que como era pronto decidimos volver al hotel.
El chico muy majo nos devuelve la habitación. Vagueamos entre la ciudad dando un pequeño paseo y la habitación tumbados viendo la tele. Para las 17:15 cogemos otro tuk-tuk que nos lleva a la estación de autobuses. Aquí me gustaría hacer un inciso respecto al pago de los billetes. Cuando estamos por estas zonas no soltamos ni un duro hasta que no nos han dejado en nuestro destino. Pero en Sumatra, es la primera vez que estamos pagando los billetes antes de llegar y con total confianza. Que te intenten sacar los cuartos va a pasar, ya que ellos al viajero le ven como una moneda con piernas, pero de eso a que te estafen creo que no va con ellos. También lógicamente hay que fijarse en como es la gente y su forma de actuar para ver si te puedes fiar. Pero esto sólo en los trayectos largos, en los cortos nunca.
Al llegar, estaba el chico al que le habíamos comprado los billetes y nos indicó cuál iba a ser nuestro transporte para un total de 12 horas, que es lo que en teoría tardaríamos. Era una furgoneta de 9 plazas, 3-3-3, con asientos corridos y del año 1967, si no bastante antes. Nos dicen que entremos y somos 7 pasajeros más el conductor. Por ahora queda un asiento libre. A las 18:00 en punto ponemos rumbo a Singkil. El paisaje que se ve a lo largo de la costa es espectacular. Hay subidas a montes muy empinadas y las vistas desde arriba son aún mejores. Pero en poco tiempo se hace de noche y ya no se nada, ya que las farolas son algo por descubrir. Tiene muy buena pinta para hacerlo con calma en una moto alquilada. Sobre las 20:00 paramos a cenar en un txiringuito de carretera. Pero nosotros sacamos nuestros boles con leche, galletas y frostis que habíamos comprado ese mismo día en el indomaret. Antes de arrancar, tiramos las toallas de la playa en el suelo de la furgoneta y tumbamos a los enanos. Así podían ir estirados y un poco más cómodos.
La noche fue un auténtico infierno. Entre las curvas y frenazos que daba, era imposible conciliar el sueño. Además, no sabemos el porqué, cada hora o así paraba un buen rato y se ponía a charlar con gente que había por allí. Sobre las 2:00 de la madrugada, entró en un pueblo, y tras dar mil vueltas se montaron 2 chicos. Había un problema, ya que sólo había un sitio y los enanos estaban en el suelo. Pues problema ninguno. Los de la fila de delante se juntaron y en vez de 3 fueron 4. Y en la de atrás que íbamos Usu y yo, se montó el otro chico y al ir a levantarles a los críos para que le dejaran sitio, nos dijo que no y encogido de una manera inexplicable se montó en el hueco que quedaba y se pegó todo el viaje dormido y sin moverse. Son unos cracks.
Tras parar unas 20.000 veces más, a las 7:00 de la mañana llegamos a un pueblo que creíamos era Singkil. Nos bajamos todos, la gente se pira, le preguntamos al conductor, y nos dice que esperemos. Mientras voy a ver si encuentro algún cartel en el que ponga donde estamos. RUNDENG. Miro el mapa y resulta que estamos en el interior. Como somos los únicos que vamos a Singkil, nos cambian de transporte y nos meten ahora en un todoterreno, aunque tranquilamente se le podía quitar el «todo» del principio. Ahora sí, enfilamos hacia nuestro destino. Pasamos por un montón de pueblos preciosos y tranquilos. El chófer aprovecha para hacer negocia y monta a todo el mundo que puede. Hasta hace una parada para coger unas cajas de pescado, que con el calor que hacía, venía un tufe que nos estaba matando. Menos mal que fueron unos pocos kilómetros porque sino le habría quedado el coche bonito de la cena de ayer. 2 horas después, a las 9:00, llegamos a la ciudad de Singkil. 15 horas de camino infernales, pero los críos estaban felices. Para ellos esto es mejor que un parque de atracciones.
Según llegamos vemos el ferry que lleva a las Islas Banyak atracado en el muelle, vamos a preguntar, pero nos dice que hasta mañana no sale, que vayamos al otro embarcadero que hay a preguntar. Vamos con el coche, y nos dicen que sí, que en cuanto se llene sale uno. Nos despedimos del conductor y al ir acercándonos hacia donde salía el barco, nos quedamos alucinados. De barco de pasajeros al uso no tiene nada. Es un barco de pesca de madera desconchada por todo lados, parecido al que vimos en Lampulo encima de la casa, con la apariencia de muy poca estabilidad. Mientras esperamos para montarnos y todavía no muy convencidos, vemos que meten sacos enormes de arroz, gallinas, 2 terneros, alguna que otra cabra y ¡¡¡4 motos!!!. Pero nada de usar algún invento raro de estos tiempos modernos…..a pulso, con un par. Nos miramos Usu y yo y tras unos segundos de indecisión subimos al «barco».
El mar estaba calmado, lo que nos daba un poco de tranquilidad. Además hay una cosa muy clara y es que si los lugareños lo usan por algo será. Nos sentamos en el suelo, ya que no hay asientos ni nada que se le parezca. Picamos unas galletas que teníamos. Ofrecemos a la gente del barco y aceptan encantados. Cuando los demás sacan cualquier cosa también nos ofrecen. Comemos unas bolas de carne un poco picantes que estaban buenísimas. Iker casi le acaba la bolsa a la señora. Nos entra hambre con tanto picoteo y sacamos los boles con nuestros frostis y leche que todavía quedaba de la noche anterior, ante la mirada atónita de todos los presentes.
A mitad de camino Iker se va a la parte de delante con unos chicos y cuando vuelve para preguntarme a ver si se puede quitar la camiseta, tiene la mala suerte de que se resbala y pisa la esquina de unas tejavanas metálicas que también habían subido al barco. Empieza a sangrar, le cogemos y vemos que tiene un tajo de unos 5 centímetros pero bastante profundo. Voy a abrir la maleta para coger el botiquín que solemos llevar y antes casi de levantarme, veo a un chico rompiendo una toalla que llevaba en la cabeza para protegerse del sol, y haciéndola tiras para que se la ponga como una venda en el pie. Otro que estaba a mi derecha, me pasa un botecito que es como betadine. Se lo desinfecto, lo tapo con la toalla y le tumbamos para que se relaje ya que se ha asustado bastante. Aparte del dolor claro está. Les doy infinitas gracias a los dos chicos y al resto de gente que también se ha preocupado y ayudado.
El pobre Iker sigue llorando porque le duele mucho. Así que no sabemos que hacer, porque estamos en el medio del mar y vamos a unas islas prácticamente deshabitadas. Tras 3 horas y media de viaje llegamos a Pulau Balai. La isla principal donde te dejan y se cogen todos los barcos. Bajamos pensando en que hacer y se nos acerca un chico con una moto. Habla un poco de inglés, y nos dice que montemos que le lleva a Iker a una especie de hospital que hay. Se montan Usua e Iker con él, y Noa y yo vamos andando ya que no está lejos. No tenemos ni idea de cómo se ha enterado, pero desde luego no deja de asombrarnos la amabilidad de la gente. Le pago al del barco, que con tanto jaleo se me había olvidado. 30.000 R. por persona menos los enanos. Al llegar al «hospital», le veo a Iker tumbado en una camilla y con el pie vendado. Le han dicho a Usu que no hace falta coser, le han puesto un estilo grapas de papel, pero que no puede mojarlo. Lo que le faltaba al pobre, una semana en unas islas paradisíacas y sin poder bañarse. Está gafado desde que hemos llegado a Sumatra. Les damos 50.000 R. por las curas y un montón de medicinas para que se tome después, y un líquido para desinfectar.
La intención era quedarnos en esta isla y mañana ir a las demás, pero vemos que es muy pequeña y no tiene nada. Además habíamos leído que debido al tsunami, la parte de la isla que tenía unas playas chulas había desaparecido. Así que como es pronto nos ponemos a buscar como salir de allí. Nos para un chico que nos explica cómo son las islas, cuáles están mejor y qué es lo que se puede hacer. Nos decidimos por ir a Pulau Tailana y Pulau Sikandan. La primera es la más alejada, así que empezamos por esa para ir volviendo poco a poco. Iker ya está mejor y eso nos anima a todos que estábamos un tanto embajonados. Nos pedían 350.000 R. por un barco rápido, pero lo conseguimos por 225.000 R. Una vez en Pulau Tailana vemos que los dueños de los bungalows le daban dinero al del barco y nos dicen que era lo que faltaba por lo que no habíamos pagado nosotros. Pero lógicamente a ellos les interesa porque les han llevado clientes. El precio normal suele ser 150.000 R. por persona, pero apretando un poco, se puede sacar por 100.000 R. entre las islas más cercanas.
Nada más montarnos, hace una parada al lado de unos esteros para echar gasolina. El señor que los cuida nos enseña cómo les dan de comer y nos explica que son unos peces carísimos que los exportan a Japón. Ni idea de qué peces eran, porque no era fácil entenderle, y eso que era profesor de inglés particular en la isla de Balai. Aunque en su defensa hay que reconocer que nuestro inglés no es precisamente de Oxford.
El trayecto hasta Pulau Tailana no hay palabras para describirlo. En todos nuestros viajes, jamás habíamos visto esos tonos de agua, islas pequeñas y no tan pequeñas rodeadas de arena blanca, todas con sus fotográficas palmeras. Cada cierto tiempo tenía que aminorar la marcha para poder esquivar las rocas y los corales en medio del mar. Si existe el paraíso debe de parecerse mucho a esto.
A las 16:00 llegamos a Pulau Tailana. Isla paradisíaca, con arena blanca y agua azul turquesa y corales en la misma orilla para hacer snorkel. La isla era una pasada, pero los bungalows nos parecieron un poco cutres. No tenían baño, había que ir a unos compartidos. Esto es lo que nos echaba para atrás. Pensamos en ir a la otra isla pero los críos estaban encantados y querían quedarse. Al día siguiente nos daríamos cuenta que era lo mejor que habíamos podido hacer. Al llegar casi con el ocaso del sol, el cansancio y el bajón de lo de Iker, nos habíamos dejado llevar por la primera impresión. Las cabañas estaban al lado del mar. Había que sortear un pequeño jardín para llegar. Tenían un porche muy chulo. Había una red de voley y unas tablas de surf a las que les sacamos chispas. Lo único negativo era que el baño no estuviera en la habitación, pero bueno estando casi solos era como privado.
Pagamos 150.000 R. por el alojamiento, 250.000 R. por las 3 comidas y 100.000 R. más por los niños. Total 500.000 R. a pensión completa. Es la única opción ya que en la isla no hay nada ni nadie más que tú, algún que otro huésped y los dueños. Casualidad coincidimos con 3 chicos jóvenes españoles y nadie más. Estábamos en total 9 personas.
Nos pegamos un baño y ya con el relajo empezamos a ver todo con otros ojos. El pobre Iker en la orilla sin poder bañarse. Jugamos un poco al voley y al de nada nos llaman para cenar. Hay arroz con algún tipo de pescado y patatas cocidas con una ensalada de pepino y tomate. De postre sandía. Estaba todo riquísimo. Nos quedamos un poco charlando y vamos para el bungalow que el día ha sido muy largo. En esta isla sólo hay electricidad 2 o 3 horas al día. En el momento de la cena y la comida. En los bungalows no hay luz, sólo una lámpara de aceite para ver donde pisas.
Parece tercermundista, pero puedo asegurar que en mi vida me he sentido más a gusto. Lógicamente aparatos electrónicos nada de nada. Lo justo para cargar un poco y usar la linterna durante la noche. Nos acostamos y en menos de 5 minutos estamos en el mejor de los sueños.
Hemos dormido con la puerta del bungalow abierta y era una gozada estar tumbado escuchando el romper de las olas contra la arena. Para las 7:00 ya estamos levantados y a las 8:00 nos llaman a desayunar. Las comidas son más o menos a las mismas horas, pero depende de si se han despertado para hacer el desayuno o si funciona el generador para poder encender la cocina, o si ……. Como no hay ninguna prisa es una cosa que nos da bastante igual.
El desayuno son unos pancakes, una tortilla y un plato con coco triturado. Hay también algo parecido a chocolate y leche en unos botes. Pues juntando los pancakes con el chocolate y el coco, se convertía en algo completamente delicioso. Si querías se podía repetir.
Terminado el desayuno, nos vamos a disfrutar de la espectacular playa y hacer un poco de snorkel. No hay gran variedad de peces comparado con Pulau Weh, pero hay unas formaciones raras muy bonitas.
Comemos sobre las 14:00 y hay preparados unos noodles con una ensalada que también estaba buenísimo. De postre una fruta rara de allí que no me acuerdo del nombre pero con mucho sabor.
Al agua otra vez, pero ahora con un par de tablas de surf que hay. Los enanos se lo pasan en grande nadando y subiéndose. Iker y yo intentamos ir a coger unas olas, pero el rompiente está justo encima de la barrera de coral y hay muy poca distancia. Así que preferimos no arriesgar, que Iker lleva el gafe, y volvemos con Usu y Noa a seguir haciendo tonterías.
Se pasa el tiempo volando y empieza a caer el sol. Vamos al bungalow a descansar y casi seguido a cenar. Barracuda a la plancha con arroz y una ensalada de patatas con salsa. Otra vez todo extraordinario. Estamos un buen rato charlando con los chicos y nos vamos a la piltra.
Todas las mañanas nos levantamos temprano. No más tarde de las 7:00. Pero también es cierto que no nos acostamos muy tarde, ya que acabamos derrengados de todo el día. Además al dormir con todo abierto y amanecer muy temprano, enseguida está pegando el sol al bungalow.
Las comidas con el paso de los días son prácticamente siempre lo mismo, Algún día nos sorprenden con algún cambio en el menú. La patata la han colocado a la derecha del pescado en vez de a la izquierda. Nosotros estamos 4 días y nos sabe día tras día delicioso, pero para ellos comerlo siempre tiene que ser un poco cansino.
Es todo muy familiar, ya que sólo hay dos mesas largas y comemos todos juntos, incluidos los dueños. Lo que hace que las comidas sean muy amenas. La chica que lo gestiona se llama Rika y es muy majetona.
El día amanece muy nublado y en nada comienza a diluviar. Se está toda la mañana lloviendo como si lo fueran a prohibir. Nos quedamos en el bungalow y con unas cartas y un dominó que había pasamos el rato. El dominó nos engancha a todos de tal manera que en cuanto lleguemos a casa ya tenemos decidido que hay que comprar uno.
La tarde mejora un poco, pero el sol brilla por su ausencia. Lo bueno es que ha dejado de llover, así que nos vamos a dar una vuelta a la isla. No nos lleva más de 20 minutos, así que «imaginarse» el tamaño. Lo mejor es la cantidad de conchas que hay. Nos quedamos alucinados cuando encuentro la cáscara de un mojojón de unos 20 centímetros. Y un poco más adelante Usua coge una pedazo caracola como el teléfono que usaba Wilma para quedar con Pedro. Sin contar los miles de ermitaños que hay por la arena. La isla es preciosa por cualquiera de los lados, pero la única zona de playa buena es donde están los bungalows.
Cenita rica y a dormir.
Hoy amanece despejado, aunque por la noche hay unas tormentas que dan miedo. Al estar en una cabañita, parece poca protección y ver los rayos en el horizonte y escuchar los pedazo de truenos con los gotones de la lluvia incesante, te da bastante respeto.
Después de desayunar cogemos las tablas Iker y yo para intentar ir remando hasta una isla que hay enfrente. Por cierto, Iker el primer día aguantó sin bañarse, pero al segundo día ya fue imposible y nosotros no le íbamos a privar de ese disfrute. Además el agua del mar viene de maravilla para las heridas. Le seguíamos haciendo las curas y se veía que iba a mejor, así que adelante, ……
Cuando llevábamos más de media hora remando, yo no puedo más. Todavía queda más de la mitad y luego hay que volver, pero el desgraciau de Iker estaba con fuerzas de sobra y quería seguir. Avanzamos un poco más pero yo me doy por vencido. Llegamos a una zona de agua clarita y nos estamos un buen rato con las tablas y haciéndonos fotos. Al llegar me tiro en la arena y necesito a Pamela Anderson para que me haga la respiración asistida, pero lo que tengo es a Noa tirándose encima y echándome arena….:-( Pero encima a Iker no se le ocurre otra cosa que echar un partido de voleibol. Que tendrán los críos que pueden estar horas y horas jugando sin parar y no se cansan ni pa Dios. Lógicamente echamos un partido de voley, Usu e Iker contra Noa y yo. VICTORIA, para la pareja del integrante con necesidad de otros pulmones.
Comemos y vamos a dar otra vuelta a la isla, pero esta vez Iker y Noa, van con las tablas todo el rato por el agua. Así que tardamos bastante más.
Está empezando a anochecer y en la parte izquierda de las cabañas se pone el sol. Es la única isla en la que es posible ver la salida y la puesta del sol por el mar. Hay unos troncos de palmera caídos en la arena, que parecen puestos a propósito para sentarse y apreciar una de las puestas de sol más bonitas que hemos visto. Sacamos 356.870 fotos. Sin batería y con la tarjeta de memoria llena nos vamos a cenar y a sobar.
Nuestro último día en este pequeño trozo de paraíso. Después de comer vamos a la otra isla, Pulau Sikandan. Pero aún nos quedan algunas sorpresas por disfrutar.
Mientras estábamos tumbados en la playa tomando el sol, viene Rika y nos dice que se van a la isla de Pulau Tuangku, la más grande, a comprar provisiones. Los otros inquilinos ya se habían ido el día anterior, lo que significaba que íbamos a ser los únicos habitantes de la isla. A lo Robinson Crusoe pero con hora de vuelta. Puede parecer una txorrada, pero a nosotros nos hizo una ilusión enorme.
Disfrutando de nuestra propia isla solitaria, vimos algo digno del mejor documental de National Geographic. Un águila bastante grande planeando sobre nosotros, y en un instante le vemos caer en picado y zambullirse dentro del agua para a continuación salir volando con un pez de un tamaño considerable entre sus garras. Qué pasada!!!!!
Cuando llegaron Rika y su compañero (me sabía el nombre, pero la edad es lo que tiene….) preparamos las mochilas para irnos. Aunque el día anterior habíamos negociado con él que nos llevaría por 150.000 R., nos empezó a decir que necesitaba mucho el dinero porque tenía 4 hijos, que lo estaban pasando mal, …… Vamos que con lo de los hijos el tío dio de lleno y le dimos 200.000 R. por llevarnos hasta Pulau Sikandan.
Para ir hasta Pulau Tailana, lo hicimos en un barco con un motor fueraborda a toda leche, pero ahora vamos a ir en un bote alargado de madera con un motorcillo de coche teledirigido. Son los típicos botes de esta zona que usan los pescadores. Una simple ráfaga de aire ya hace que se muevan un montón.
Se me había pasado una buena anécdota sobre los tres chicos con los que coincidimos en la isla. A dos les vimos el cuerpo quemado por uno de los lados. En el Lago Toba se cayeron de una moto que habían alquilado y al ir casi desnudos, se habían dejado toda la piel en el suelo. Era la primera vez en su vida que cogían una moto. No tenía muy buena pinta. A punto estuvieron de volverse a casa, pero al final decidieron continuar. El otro, tenía más agujeros que un queso gruyère, y era porque le había picado una araña y le había producido un sarpullido de granos que con el paso de los días se habían convertido en pequeños orificios en la piel. Pero ahí no acaba la cosa. Para llegar desde Medan a Singkil, habían cogido un autobús que les cobró 3 veces el precio normal. Se enteraron dentro, fueron a reclamar al chófer, y este, «si te he visto no me acuerdo». Y aún hay más, …… Nos contó Rika, que cuando ellos se fueron, fue justo el día que hizo el tormentón. Como he comentado antes, los barcos de madera se mueven sólo con la brisa. Y además, al salir de la zona de las islas se deben formar unas olas considerables. Dentro no se nota porque están rodeadas de corales y eso las para bastante. Pues como no podían ir ni para delante ni para atrás, se tuvieron que quedar en una de las islas desiertas que hay por el camino hasta Balai a pasar la noche. Desde luego a estos pobres les había mirado un tuerto.
Tardamos en llegar a Pulau Sikandan alrededor de una hora. Por el camino vimos un par de tortugas enormes, y cuando el bote se acercó para verlas mejor, se pusieron a nadar a una velocidad increíble. Quién había dicho que las tortugas eran lentas …….
Sikandan es igual de bonita que Tailana. La diferencia es que esta tiene más zona de arena y prácticamente no hay corales. La cabaña está todavía más cerca del agua, a escasos 30 pasos. Al igual que en Pulau Tailana el baño es compartido, pero ya no nos importa. Las cabañas son bastante más grandes. Aquí hay dos alojamientos, el nuestro, NINA´S BUNGALOW, y pegado otro que tiene mejor pinta, más moderno. Pero no hay nadie y están cerrados. Más tarde nos enteraríamos que los dueños tienen un Guesthouse en Pulau Balai y es allí donde puedes contactar con ellos para reservar.
El dueño es un chico muy majo. Oriundo de una isla cercana, Pulau Nías. Él y su familia, son de los pocos cristianos que viven en la zona, y nos cuenta algunas anécdotas de cosas que hacen los musulmanes que nos dejan alucinados. Aunque algunas las hemos vivido en nuestras carnes. El problema no es que sean musulmanes, sino que son bastante extremistas. Y ya sabemos, que los extremismos, vengan de la parte que vengan, nunca son buenos.
Dejamos todo en nuestra cabaña y al agua patos. Nada más entrar hay una bajada en la que ya te cubre entero. Es una pasada la cantidad de peces que hay, hasta el extremo de que hay momentos en los que el agua huele a pescado.
El sistema de comidas es igual a la otra isla y el precio también. 500.000 R. por los cuatro en pensión completa. La comida tiene algo más de variedad. Comemos un pescado a la plancha para cada uno con arroz y una salsa con tomate un poco picante. De postre unos plátanos txingurrianos típicos del sudeste asiático. Todo buenísimo. Nos quedamos un rato de charleta y vemos aparecer 2 perros y 1 gato pequeñitos. Hace tres semanas que los ha comprado y sólo uno de los perros tiene nombre. Se lo puso una chica holandesa. Nos dice para ponerle el nombre de los enanos y ellos encantados. Total ya estamos acostumbrados a oir: «NOOOOOAAAAAAA no te lo vuelvo a decir …….» tú mirar a ver que coño a hecho esta vez la cría….. y vaya, resulta que es un perro que está meando en los columpios donde juega tu hija. Eso de poner nombre de personas a las mascotas ……
Vamos a dar un paseo por la isla, y un poco más adelante, hay una zona estrecha de playa. Pero el agua sólo cubre hasta la cintura. Encontramos una red de pesca y Usu e Iker se ponen a hacer el txorra intentando pescar. Y es tal la cantidad de peces, que consiguen coger un par de ellos. Son estilo sardinillas. También hay un montón de peces aguja. Se les ve perfectamente, porque en cuanto los bancos de peces empiezan a abrirse, es que viene uno aguja a comer. Es una pasada verlos saltar del agua mientras atrapan un pez.
Está empezando a caer la tarde y salen un montón de mosquitos. Algunos parecen diplodocus, vaya tamaño!!!! Nos ponemos ropa y las toallas por las piernas, pero aún así, algún infiltrado consigue penetrar. Es escasamente el momento del atardecer hasta que anochece, porque luego no hay prácticamente ninguno.
En la isla estábamos sólo nosotros y una familia de rusos. Al ir a cenar, nos ponen un pulpo con arroz en salsa que estaba de chuparte los dedos. Pero los rusos se meten una pedazo langosta cada uno entre pecho y espalda. Es su último día y le habían dicho al dueño para que se lo preparase. No preguntamos cuánto costaba para no quedarnos con las ganas. Pero seguramente muy baratas. El problema es que en estas islas no hay forma de sacar dinero y nosotros andábamos bastante escasos, porque cuando llegamos a Singkil e intentamos sacar del cajero, éste no funcionaba. Así que nos conformamos con nuestro delicioso pulpo 🙁
Mientras hablábamos un poco, Iker y Noa se van con la familia de los rusos que estaban jugando a campo quemado. Otro ejemplo de que el idioma no es un impedimento para divertirse, viajar y pasárselo bien. Y sobre todo les hace espabilar a los críos.
A las 6:30 de la mañana, el pedorro de Iker se despierta y yo con él. Aprovechamos para disfrutar del amanecer mientras damos un paseo por la playa. A lo lejos nos parece ver una tienda de campaña. Nos acercamos y vemos a unos jóvenes indonesios dormidos. Una fogatilla echando humo y restos de comida y bebida. Debieron llegar de noche y ahí que la han pasado. Al volver del paseo ya están despiertos, y como no, toca el pertinente book fotográfico con ellos.
Vamos a desayunar y hay los mismos pancakes que en Tailana, con el coco y el chocolate. Muy buenos, pero ya un tanto repetitivos. A Iker le deben gustar más los de aquí, porque se jama 3 sin darnos cuenta. También se puede repetir todo lo que quieras. Además tienen un montón de fruta, galletas y cosas para picar durante el día hasta que llegan las horas de las comidas.
Toca dar la vuelta a la isla. Esta es un poco más grande y se tarda 2 horas sin mucha prisa. En la parte de atrás hay una playa muy bonita y en medio de la selva hay como una casa tapiada. Nos recuerda a estar en la serie Perdidos. Otras zonas, están con palmeras caídas y viéndose todas las raíces debido al tsunami. Es una pasada de isla también. Acabamos bastante cansados y los críos como si nada. Comemos unos mie goreng con mandarinas de postre. Probablemente los más ricos que hemos comido desde que estamos en Indonesia. Prueba de ello es que los enanos repiten.
Hacemos un poco de «tumbing» y «bañing» y una fogata enfrente del mar. Nos cuesta mogollón encenderla, pero cogiendo hojas secas de palmera y mucha paciencia lo conseguimos. Bueno, también ayudó un poco el dueño y el mechero que nos dejó.
Nos llaman a cenar. Pez aguja recién pescado a la mañana. Según estamos cenando, se levanta a toda leche el dueño y se va corriendo hacia el mar. Había dejado la pita con el anzuelo para ver si pescaba algo. Al acercarnos vemos una raya enorme con unos colores preciosos. No sabemos quién disfrutaría de ese manjar, pero nosotros no fuimos 🙁
Vamos a la cabaña y estamos un rato jugando en el porche hasta que a Noa se le empiezan a cerrar los ojos. Así que todos a la piltra.
Durante la noche ha llovido lo que no está escrito ( Noé habría ido a echar unos largos el día del diluvio universal si llega a ver esto). Hasta tal extremo, que me he despertado porque me estaba cayendo agua en la cara. No era mucha, pero había una goterilla y justo mi cabeza estaba debajo. El amanecer y las horas posteriores también son pasadas por agua.
Al ir a desayunar, le comento al chico lo que me ha pasado, y pidiéndome mil disculpas nos cambia a otra cabaña. Para las 12:00 empieza a despejar. Esto es lo bueno que tiene, que generalmente llueve por las noches y durante el día está todo despejado. Todas las noche antes de dormir sacamos unas sillas a la playa al lado del mar, y se ve en el horizonte como va llegando la tormenta. Se ilumina todo el cielo y se ven la forma de los rayos perfecta. Es todo un espectáculo.
Nos vamos a bañar y le vemos al dueño que está pescando. Nada de caña, pita y anzuelo. Así que los críos pasan de nosotros y allí que se van. Aprovechamos, y vueltita en soledad después de más de 40 días las 24 horas juntos. Al volver les vemos que han pescado 4 peces aguja. YA HAY CENA!!!!!
La comida se demora hasta casi las 17:00. La razón, es que la madre del dueño, había ido a la isla principal a comprar pollo, y debido a la tormenta el barco no podía llegar. Cuando llega, lo que nosotros creíamos que era el pollo, ya sabéis, las pechugitas por un lado, las alas por el otro…. resuta que eran pollos vivitos y coleando. Había como una docena. Que más podían pedir Iker y Noa. Entre los perros, el gato, la cantidad de peces y ahora los pollitos, estaban alucinando.
Comemos un pollo en salsa con arroz. Otra vez buenísimo. Aquí si que hay variedad de comida dentro de sus limitados recursos claro está. Le pedimos al chico que nos deje el anzuelo y la pita y nos pasamos toda la tarde pescando, bueno intentándolo, pero muy divertido. Cansados ya de pescar tantos peces, era un no parar :-(, se lo devolvemos. Los críos se quedan con los dueños y nosotros nos tumbamos un rato. Al ver que pasaba el tiempo y no venían, voy a ver que es lo que hacen, y me los encuentro dentro de la cabaña de los dueños, con la mujer, la madre y la cocinera, todos alrededor de un ordenador portátil, comiendo galletas y viendo una peli con los perros encima del regazo haciéndoles caricias. Pena de foto.
A lo lejos vemos aparecer un barquito. 7 turistas alemanes. Ooooohhhhhh, se acabó la soledad. Volvemos a hacer otra hoguera. Pero esta vez con la experiencia adquirida el día anterior, hacemos una fogata que ni en las noches de San Juan. Pero lo mejor es que Iker le va a pedir unas cuantas sardinas, o algo parecido, para ver si las podemos asar. Le da un balde entero. Y con unos palos, las ensartamos, un poco al fuego, luego al mar para limpiarlas y darles un toque saladito y para dentro. Nos comimos como una docena cada uno y estaban deliciosas.
Como mañana nos vamos y ya los días de playa y vida submarina se acaban, le regalamos las gafas y los tubos al chico.
Nuestro próximo destino es Padang. Aunque como etapa hacia Bengkulu para poner casi fin a nuestro viaje, snifff snifff. Como no tenemos ni idea de como ir, le preguntamos si él sabía. Hizo una llamada y nos escribió en un papel el nombre de una persona que nos iría a esperar al día siguiente a la llegada del barco al puerto de Singkil. Cenamos el pez aguja y a la cama.
Esta noche habíamos cerrado las ventanas y la puerta porque entraba fresquillo. Así que con menos claridad entrando, es el día que más tarde nos despertamos. Y porque vienen a tocarnos la puerta para desayunar, que sino ahí seguimos.
Es domingo, y como buenos católicos practicantes, van a misa. La iglesia está en la isla más grande. así que nos despedimos de todos y esperamos volver a vernos. Se queda un chico que será el que nos lleve a Pulau Balai desde donde sale el ferry a Singkil.
Hace dos días, cuando llovió tanto, un bote que había amarrado en la orilla, estaba prácticamente sumergido. Y ese bote era el mismo que nos iba a llevar a Balai, ya que no había ninguno más a la vista. Nos damos unos baños de despedida, hacemos las mochilas y cuando vamos hacia el bote para irnos, nos dice que esperemos un poco. Le vemos con un cuenco achicando agua. Nos mira y se ríe. Madre de Dios!!!!
A las 11:00 salimos y llegamos en una hora. El ferry ya está, pero aún faltan 2 horas para salir y allí no hay nadie. Entramos a echar una ojeada y nos aparece el capitán. No hablaba prácticamente inglés. Nos hace que le sigamos y nos lleva a su camarote. Nos ofrece por 150.000 R. hacer la travesía en él. Tiene cama, un sofá, colchonetas para tirar en el suelo, música, aire acondicionado, podemos tomar café, ….. Teniendo en cuenta que faltan 2 horas para que salga y que la travesía dura 3 horas, le decimos que sí de la misma. El viaje una maravilla. Todos tumbados, dormidos y descansados. Cuando nos vamos a ir el capitán me pide 50.000 R. más. Al principio no le entendía, creía que ya me estaba intentando timar. Luego me dí cuenta que era por los tickets. Pero seguí haciéndome como que no le entendía, que ya le había pagado, y al final nos despedimos estrechándonos la mano como si nada.
Nada más bajar, está la persona que con la que habíamos contactado desde Sikandan esperándonos. Nos ha buscado un lugareño que nos lleva hasta Sibolga. Nos deja allí sobre las 3:00 de la madrugada y hasta las 7:00 no sale otro transporte para Padang. Son 4 horas de espera de madrugada en un pueblo que no sabremos si habrá algo. Le decimos que no, que mejor dormimos hoy en Singkil y ya al día siguiente temprano nos ponemos en marcha. Montamos en el coche con él y vamos a buscar un sitio donde dormir. Preguntamos en el que mejor pinta tenía y nada, ocupado, vamos a otro y lo mismo, otro, igual, ….. Nos recorrimos todos los alojamientos de la ciudad y no había ni un sitio. Viendo que íbamos a tener que dormir en la calle, nos ofreció ir a dormir a su casa. No quedaba otra, así que le dimos las gracias, y para allá íbamos, cuando paró a preguntar en el enésimo sitio. Les quedaba sólo una habitación y era bastante cutre. Era un losmen cerca del puerto. Pero decidimos quedarnos para no molestar al hombre en su casa. 40.000 R. la noche. En mi vida había pagado tan poco por dormir, ni tan siquiera en Camboya que allí sí que era barato.
Como llevábamos más de 10 días sin comunicarnos con nuestras familias, fuimos al Hotel Amelia, el mejor de la ciudad que tenía wifi. Ya habíamos estado allí preguntando y nos reconoció. Le dijimos a ver si podíamos mandar algunos mensajes y no nos puso ningún problema. Así que estuvimos allí un rato, los críos viendo la tele y nosotros aliviando a las familias que estaban un poco asustadas por tanto tiempo sin noticias.
Volvemos dando un paseíto y cenamos en el losmen. Arroz con pescado frito y agua por 60.000 R. Nos vamos a la habitación y ponemos nuestra mosquitera, ya que en la que estaba puesta entraba un mosquito subido a un rinoceronte. A ver que tal se da la noche……
Los trayectos en tuk-tuk por el pueblo, cuestan 10.000 R. El losmen estaba al lado del cargo boat, donde cogimos el bote para ir a las Islas Banyak, pero no ponía el nombre.
B.F.F.F.