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Ubud y el noreste de Bali, Indonesia

Saliendo de Kuta, la capital del turismo cutre de masas en Bali, fue posible empezar a disfrutar de los encantos de esa bella isla. Nuestra ruta continuó hacia el norte, pasando por Ubud, también un tanto congestionado pero con un ambiente completamente diferente. Desde allí y casi en la punta de la isla llegamos hasta el Gunung Batur y su precioso lago, para después acercarnos hasta la costa este desde donde saldría nuestro ferry para el siguiente destino, la isla de Lombok. Por el camino vimos unos cuantos templos a cada cuál más bonito.

A las 6:15 teníamos a la ratilla de Iker levantado y dejándonos bien claro que su intención no era dormir más, cosa que nos pegó al resto de la familia de manera forzada. Era el día que más pronto nos despertábamos, pero por fin habíamos conseguido descansar una noche del tirón.

Recogimos los bártulos y nos montamos en el coche dirección Ubud. Cerca estaba el pueblo de Sanur y como en la guía ponía que era grande y bastante turístico, hicimos una pequeña desviación para ver si podíamos encontrar un cargador para la cámara. Aparcamos el coche al lado de la playa y fuimos a desayunar unos «american breakfast» en un sitio pegado al mar. Estuvieron deliciosos y sólo por 135.000 R. para los 4.

 

Era muy temprano y estaba todo desierto. Dimos un paseo por la playa en la que había como pequeñas bahías que separaban unas zonas de otras e Iker como no, se dió un chapuzón. Los demás como era muy pronto y el día no estaba muy católico decidimos dejarlo para más entrada la mañana. Preguntando por alguna tienda de fotos, encontramos una en la que no tenían cargadores y nos dijeron que iba a ser difícil, que como mucho igual teníamos suerte de encontrar en Denpasar. Así que de nuevo al coche y hacia allí que nos dirigimos. Pero después de dar como 6 vueltas a las mismas calles para conseguir coger la dirección correcta, vimos unos grandes almacenes. Nos acercamos y en una tienda enorme de electrónica encontramos por fin el tan ansiado cargador. Aunque no era original por lo menos cargaba y además venía con adaptador para el coche. Eso sí, la broma fueron 450.000 R.

De nuevo enfilados hacia Ubud vimos un cartel con una desviación hacia un zoo. En la guía lo ponía bien. Además estaba el dragón de Komodo y como no íbamos a poder ir a esa isla por falta de tiempo era otra opción de poder verlo y enseñárselo a los críos. Eran dos recintos diferentes, uno de aves y otro de reptiles. La entrada combinada nos costó algo más de 600.000 R. para 2 adultos y un niño. Lo que nos pareció una pasta. Pero mirando los precios para ponerlos actualizados, me parece que lo que pagamos fue una ganga, ya que ahora lo mismo sale por 1.000.080 R. En la zona del aviario era una pasada la cantidad de especies raras que no habíamos visto en nuestra vida. Además había una zona que se asemejaba a un bosque en la que todos los pájaros estaban en libertad. Eso fue muy chulo y los críos fliparon, bueno y los no tan críos 😉 Donde los reptiles también impresionaba el tamaño de los enormes cocodrilos que había, una cantidad de serpientes de dimensiones extraordinarias y la joya de la corona, el dragón de Komodo. También había diversos espectáculos y un cine en 3D que con los enanos fue unas risas viéndoles como se aparataban cada vez que se «acercaba» algún animal. Aunque no somos mucho de zoos por lo que conlleva para los pobres animales, allí daba la impresión de que estaban bien atendidos y tenían espacios grandes para poder moverse. Sin duda con los críos fue una experiencia muy bonita.

 

Ubud

Llegamos a Ubud. Otro sitio del que tan bien habíamos oído hablar y cuya primera impresión no fue muy positiva. Nos pareció un tanto caótico y sucio. Empezamos a buscar un sitio donde dormir y de 10 que llevaba preguntados, o no tenían sitio o después de dormir teníamos que volvernos para casa sin un clavel en el bolsillo. Cansados de buscar, ya que llevábamos más de una hora, dimos con uno que tenía una pinta espectacular. Estuvimos a punto de no entrar, pero como ya era tarde y no tenían previsión de que fuera a llegar nadie más, conseguimos una habitación en un bonito bungalow por 600.000 R. en vez de las 800.000 iniciales que nos pedían. Hotel Puri Padi Ubud Bali.

 

Disfrutamos lo poco de tarde que quedaba metidos en la piscina relajándonos de un día entero en el que no habíamos parado. Salimos a dar una vuelta por el pueblo y ya más relajados, empezamos a encontrarle su lado más amable al pueblo de Ubud. Nos sentamos a cenar en la terraza de un restaurante que por la parte de atrás daba a unos arrozales preciosos. 2 mie goreng, 1 fetuccini marinara y 2 pizzas con 3 zumos de naranja y una cerveza por 296.000 R. Volvimos al hotel y al tumbarnos en las cómodas camas que poseía el bungalow, nos quedamos completamente dormidos hasta el día siguiente.

Tras una buena noche, esto no hay quién lo pare, y un desayuno fabuloso, fuimos a ver la cueva del elefante, Goa Gajah. La entrada eran 15.000 R. por adulto. La cueva está excavada en la roca y se entra a través de la boca de un demonio. El interior es bastante simple, hay una estatua de un elefante y unos símbolos fálicos del dios hindú Siva. Lo más bonito es el complejo que rodea la cueva con unas cuantas fuentes y estanques. Estaba situado en una explanada inferior envuelto por una frondosa vegetación. Como todavía era pronto conseguimos esquivar el grueso de los visitantes.

A 20 minutos en coche hacia el norte, visitamos el templo de Gunung Kawi. Había que bajar unos 300 escalones muy empinados para acceder hasta la orilla del río en donde se encontraban los monumentos más antiguos y grandes de Bali. Había unos santuarios excavados en las rocas, con unos monumentos exculpidos en ellas. Aunque no eran los verdaderos no le quitaban ningún encanto. El acceso era a través de unas terrazas de arroz de un verde intenso espectacular. Al terminar la visita, otra vez casi solos, y llegar al parking, empezaron a aparecer los autobuses llenos de turistas. La entrada fueron 15.000 R. por cada adulto y 5.000 por el parking.

 

Seguimos nuestro día intelectual de visitas enriquecedoras y nos orientamos hacia el norte de la isla. Esta vez tocaba naturaleza en estado puro. Nos acercamos hasta el volcán Gunung Batur y las azules aguas del lago Danau Batur que lo rodeaba. Para acceder a la región hay que pagar una entrada en un puesto en la carretera de 25.000 R. por adulto. El cielo estaba despejado pero había un poco de bruma. Aún así conseguimos distinguir perfectamente toda la lava solidificada a los pies del volcán. Hicimos un pequeño recorrido por una carretera que bordeaba el lago y el volcán con unas vistas impresionantes.

Ahora el turno era para los templos de Pura Besakih. Estaban situados a unos 20 kilómetros del Gunung Batur sobre una colina cercana al Gunung Arung, y poseen los templos más importantes de Bali. En la guía ponía que había mucho buscavidas intentando engañar al personal pero nosotros no dimos con ninguno. Sólo tuvimos un pequeño percance y fue cuando al pasar por delante de una garita nos llamaron la atención para que nos acercáramos. Había un hombre con un enorme libro en el que había escrito el nombre de personas y en teoría una ofrenda en dinero que habían dejado. Aunque nos sonó a timo total le dimos algo, pero nos dijo que le diésemos más. Fue en ese momento cuando nos dimos cuenta que era un timo y cogiendo el dinero que le había dado nos largamos hacia los templos sin hacerle caso. Desde lejos nos estuvimos fijando y ninguno de los lugareños se acercaba allí ni daba nada de dinero, sólo lo hacían con los turistas.

El lugar y los templos eran preciosos, en muchos no se podía entrar porque sólo eran para rezar, y además habíamos tenido suerte y habíamos coincidido con la celebración de algún festival. Había cientos de personas elegantemente vestidas con sus trajes regionales y haciendo ofrendas en los templos. Nos sentamos a descansar un rato en la hierba y en menos de un minuto estábamos rodeados de indonesios sacándonos fotos. Hasta nos pusieron sus gorros de ceremonia y unos tras otros no perdieron la oportunidad de inmortalizarnos.

 

Candidasa

Llegaba la hora del alojamiento. En Bali lo estábamos teniendo más difícil de lo que solía ser habitual. Había muchísimos sitios llenos y los precios de los que quedaban eran considerablemente altos. Conduciendo sin rumbo, llegamos a Candidasa, un pueblo costero que antes debía ser muy turístico pero que ahora estaba un poco de capa caída. Preguntamos nada más entrar al pueblo en tres hoteles que había casi seguidos y dos estaban llenos y el tercero nos pedía 800.000 R. Seguimos con el coche hacia el centro y paré en otro que entré a ver antes de preguntar el precio. Era el mejor sitio en el que habíamos estado nunca. Un pequeño bungalow decorado con temática balinesa, el baño en una habitación apartada situado en el exterior, un pequeño porche en la entrada de la habitación y lo mejor estaba por venir. Al fondo del todo había una preciosa piscina infinita, de esas que se confunde su agua con el del mar. Estuve a punto de irme rápidamente porque igual me quitaban un riñón sólo por preguntar el precio. Finalmente la conseguimos por 400.000 R. un precio increíble teniendo en cuenta que empezó en 800.000. Jugamos la baza de que era tarde y que sino la iba a tener vacía. Eso sí, al día siguiente teníamos que emigrar porque tenían todo completo. The Natia Seaside Hotel.

 

La gozamos en la piscina y bajando a hacer  excursiones a la playa de roca que había justo debajo. Como había sido un día largo Usu y Noa se quedaron en la habitación mientras Iker y yo fuimos a buscar algo para cenar en nuestro porche deluxe. Encontramos un super y cogimos unas galletas y leche para rememorar viejos tiempos caseros con los sobres de cola cao que Usu se había llevado de un bar del aeropuerto de Madrid. Nos los habían dado, no había sido un hurto, eeehhhhhh 😉 Cogimos también un par de pizzas para llevar en un restaurante cercano. Fue sin lugar a dudas una de las mejores cenas de todo el viaje, ya que como el bungalow estaba en una parte con muy poca iluminación, también pudimos disfrutar de una preciosa noche estrellada.

Nuestra estancia en Bali estaba llegando a su punto final. Era el último día completo que nos quedaba. Desayunamos al lado de la piscina con unas vistas maravillosas y a los críos les pusimos leche con galletas y cola-cao. Era llevarse una cucharada a la boca y deslizarse una pequeña lágrima por su mejilla….. estaban gozándola!!!!!!

Nos acercamos hasta el templo de Tirta Gangga. La entrada eran 10.000 R. por adulto. La zona que lo rodea estaba llena de unos arrozales preciosos. Era un sitio muy tranquilo en el que se respiraba una tranquilidad desbordante. Probablemente la que le faltaba al resto de la isla. Su nombre significa literalmente agua del Ganges. Se trataba de un palacio de agua construido por el rajá de Amlapura en 1948. Había varios estanques y piscinas dentro del recinto. En uno de ellos había como las «zamburguesas» de humor amarillo en las que Iker se lo pasó de lo lindo pasando de una a otra, menos mal que no acabó dentro del estanque. Noa un poco más macarra no hacía más que perseguir a los peces e intentar cogerlos en cuanto se ponían a tiro. Pasamos más de una hora recorriendo sus jardines y piscinas. De nuevo disfrutamos de otro sitio con poco más de una decena de personas. La prontitud en levantarse de la cama suele tener su recompensa. Había que pagar por el parking y cuando llegamos nosotros ni estaba todavía el currela de los tickets.

 

Desandamos el camino que habíamos hecho hasta Tirta Gangga y paramos en medio de la carretera en un sitio con internet. Miramos para coger un coche en la isla de Lombok, ya que en Bali había sido lo mejor que habíamos podido hacer para estar tranquilos y ver todo a nuestro ritmo, pero no encontramos nada. Así que lo dejaríamos para la llegada a la isla. 4.000 R. por una hora de internet. En Kuta fueron 10.000 R. por 10 minutos.

Padangbai

Para las 14:00 ya estábamos en Padangbai, nuestro punto de partida hacia la isla de Lombok. Sin darnos cuenta llegamos hasta la misma terminal desde donde salían los ferrys, así que aprovechamos para coger los billetes. Había un control de policía y nos pidieron la documentación y el carnet de conducir. Era la primera vez que veíamos policía en todo el viaje. Tras echarle una ojeada nos lo devolvieron todo sin ningún problema.

Nos acercamos hasta la oficina a comprar los tickets, pero nos dijo la chica que solo se podían comprar en el mismo momento pero que no nos preocupásemos porque había ferrys cada hora durante todo el día.

Vamos a buscar nuestro último sitio de dormir en Bali, y haciendo caso de la guía, nos acercamos hasta el Padangbai beach resort. Tras ver la chula habitación con 2 camas enormes y la piscina en medio de un precioso jardín tocaba el regateo. Nos pedía 550.000 R. y tras pedirle un descuento nos la dejaba en 500.000. Me entró la risa por la suculenta oferta y ella también se empezó a reir. Le dije que 400.000 y ella riéndose todo el rato me negaba con la cabeza. No daba su brazo a torcer. Así que le propusimos que si nos lo dejaba en ese precio la cena la haríamos allí. Se fue a hablar con alguien y con una sonrisa perpetua nos dijo que vale. Total teníamos que cenar y los precios eran muy parecidos en todas partes.

 

Dejamos las cosas y nos fuimos hasta la playa de blue lagoon. Estaba al otro lado del hotel después de subir una pequeña cuesta. Era una pequeña cala muy bonita pero difícil para bañarse porque estaba llena de rocas y la marea estaba baja. Aún así conseguimos hacer un apaño entre unas rocas y otras. Comimos allí mismo en un garito antes de bajar a la playa con unas vistas preciosas. Pedimos pescado que en teoría era la especialidad y al ver barracuda y marlin no dudamos en tomarlo para probar que sabor tenía. La barracuda ya la había probado en mi paso por Camboya y la verdad es que me había gustado mucho. Los juntamos con unos espaguetis por si acaso no les gustaba a los enanos. Precisamente fue lo último que quedó en la mesa, ya que el pescado según llegó desapareció, estaba buenísimo e Iker y Noa lo engulleron. Eso y tres zumos de naranja por 167.000 R.

Pasamos el resto de la tarde disfrutando de la playa y de buena música de fondo. Mientras sonaba, Noa no paraba de moverse y se quedó con todos los que estaban alrededor. Dimos una vuelta por el pueblo pero no había nada que ver. Volvimos a cenar al hotel como habíamos prometido y al irnos a la habitación, nos encontramos con otro inquilino no invitado. Esta vez se trataba de un enorme lagarto de unos 50 centímetros de largo pegado en la pared de la habitación. Tardamos un buen rato en darnos cuenta, ya que como no se movía al principio creímos que se trataba de la decoración. Fue Iker quien se fijó y nos dijo a ver si el animal tenía pilas porque se estaba moviendo, casi nos morimos de la risa. Llamé al chico de la recepción para que me ayudara a sacarlo y tras más de 5 minutos con un par de escobas y un auténtico espectáculo conseguimos darle caza. Lo soltamos en el jardín al lado de la piscina.

Nos acostamos pensando en que nos depararía la nueva isla que íbamos a visitar y de la que casi no sabíamos nada. Un amigo me la había recomendado y nos dijo que merecía mucho la pena. Veremos!!!!

 

B.F.F.F.

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