Habíamos oído hablar miles o millones de veces de la India, pero la verdad es que nunca nos había llamado la atención en exceso. Pero como todo el mundo que volvía de un viaje a la India, lo hacía encantada o no queriendo volver a saber más de ella, decidimos que lo mejor era tener nuestra propia perspectiva para poder opinar.
Esta vez sólo teníamos la semana de Semana Santa y la de Pascua, por lo que el viaje iba a tener que ser un poco movido si queríamos ver algo en ese país tan grande y el segundo más habitado del mundo a pocos pasos de China.
Aunque el sur tenía muy buena pinta, las distancias eran enormes, así que nos centramos en la parte del Rajastán, donde se encuentran los más increíbles palacios de la época de los Maharajas, y los últimos días, haríamos una pequeña escapada hasta Goa para relajarnos en sus idílicas playas.
El vuelo lo teníamos desde Bilbao hasta Nueva Delhi con escala en Bruselas. Operado por Jet Airways. 570 €. No era barato, pero tampoco caro teniendo en cuenta que la salida era desde Bilbao y las fechas justo coincidían cuando todo el mundo viaja.
Los viajes internos los haríamos en tren cama y por la noche, ya que así podríamos aprovechar para llegar por la mañana y ver los sitios y no perder tiempo en los desplazamientos. La ruta sería; Nueva Delhi – Jaisalmer – Jodhpur – Ranakpur – Udaipur – Jaipur – Agra – Nueva Delhi – Bombay – Goa – Nueva Delhi. De Jodhpur a Udaipur no podríamos seguir con nuestra idea del tren nocturno ya que no había línea ferroviaria, por lo que tendríamos que buscar un taxi o coche privado que nos llevase, haciendo una parada en los templos jainistas de Ranakpur que se situaban 90 kilómetros al norte de Udaipur.
Lógicamente en un viaje a la India no podíamos dejar de ver una de las nuevas maravillas del mundo, el Taj Mahal, por lo que hicimos una pequeña desviación antes de volver de nuevo a Nueva Delhi. Sin duda lo mejor que pudimos hacer en el viaje, ya que nunca un monumento hecho por el hombre me había impresionado tanto. En Egipto aluciné con las pirámides y Abú Simbel, pero no sé si fue por que estuvimos sólos saboreando el amanecer y los tonos cambiantes que le iba confiriendo el sol mientras emergía, el aire místico que envuelve buena parte de la India o simplemente la grandiosidad de sus dimensiones y color blanquecino, pero el caso es que hoy en día lo sigo recordando como un sitio que no se puede dejar de ver en esta vida. (Abro un pequeño paréntesis para decir que 5 años después volvimos con los enanos, y por no madrugar, entramos con 275 millones de indios y turistas y la sensación no fue para nada igual).
Para terminar la ruta, cogeríamos otro vuelo a Bombay, esta vez con una aerolínea de bajo coste, «Go air», por 44 € cada uno. Desde allí, de nuevo en tren nocturno hasta Goa para estar unos días relajados en la playa después del tute que nos íbamos a meter. Y nuestro último transporte sería otro vuelo a Nueva Delhi, con la misma compañía por 48 € cada uno.
Para entrar en la India hay que disponer de visado. La empresa que se encarga es VFS Global (http://www.vfsglobal.com/india/spain/spanish/index.html). Ahora, si se va a estar menos de dos meses, también es posible sacarlo a través de internet, entre 120 y 4 días antes del viaje (https://indianvisaonline.gov.in/evisa/tvoa.html). El primero cuesta casi 126 €, y tiene una validez de 6 meses desde que se expide, osea que hay que intentar sacárselo lo más cerca posible de la llegada al país si nos queremos quedar unos cuantos meses por allí. Pero hay que recordar que el máximo de días seguidos dentro del país es de 90, por lo que antes de que pasen esos días es obligatorio salir. Seguido se puede a volver entrar sin ningún problema. Y el segundo, cuesta 50 $, pero sólo es válido para 60 días aunque es de doble entrada, se puede salir y volver a entrar sin problemas. Esta validez, empieza a contar una vez pongas los pies en la India.
Los trayectos los hicimos en tren y en avión. Los trenes son los que se ven en las películas o documentales. Son tal cuál. Están viejos, huelen mal y hay cucarachas por la noche. Lo bueno que tienen, es que hay mucha frecuencia y recorren prácticamente todo el país. Además al haber trenes nocturnos, te permiten llegar a tu destino «descansado», sin gastar noche de hotel y habiendo avanzado muchos kilómetros. Aunque no los haya puesto muy bien, a mi me parecen toda una experiencia que hay que vivir. Además te permite compartir con los lugareños muchos instantes, palabras y gestos, que de otra manera no sería posible. Sobre los aviones poco que decir, van por el aire, llegas antes a tu destino y con el bolsillo más vacío 😉
En cuanto a la seguridad, en ninguna de las dos veces que hemos estado, nos ha parecido nada inseguro. Lógicamente no nos hemos acercado a las zona de Cachemira, frontera de Pakistán y demás, porque ahí ya sabes que te la juegas. Es cierto, que ha habido atentados los últimos años en Nueva Delhi, Bombay, Goa, ….., pero eso es algo que sobre todo hoy en día te puede pasar en el bar de al lado de tu casa.
Para los alojamientos y comida, hay de todos los precios y calidades que queramos. Pero por 30 € como mucho, se pueden encontrar unos sitios maravillosos. Y la comida, siempre que no se vaya a restaurantes occidentales, es muy pero que muy barata. El tipo de cambio que tuvimos en ese momento no era de los mejores 1€ = 60 Rupias, pero aún así nos pareció todo muy económico.
Y por último, respecto a la sanidad, están diagnosticadas todas las enfermedades habidas y por haber. No hay ninguna vacuna obligatoria, pero lo mejor para eso, como siempre, es pasarse por el centro de vacunación de la ciudad en la que vivamos para que nos aconsejen de la mejor manera posible. Nosotros no nos vacunamos de nada. Lo que si es altamente recomendable, es ir con un seguro médico que te cubra todos los posibles percances, ya que sobre todo en la zona del Himalaya, los rescates son muy caros y no los cubre el Gobierno español.
B.F.F.F.