Con muchas ganas de visitar el gigante asiático, por fin nos decidimos a ello. Aunque hasta última hora no lo tuvimos muy claro, ya que Usua se había quedado embarazada y como también íbamos con Iker que tenía dos años y medio, nos costó un poco decidirnos a realizarlo. Aunque sin duda, fue una experiencia increíble. Para no variar… 😉

Plan de Viaje

China, el gigante asiático, el país más habitado del mundo, su muralla que hasta hace poco creíamos que se podía ver desde el espacio, una cultura milenaria, sus gentes con una forma de vida muy diferente a la nuestra, el ejército de guerreros encontrados bajo tierra más grande del mundo, ciudades modernas en las que conviven los enormes rascacielos con los pequeños y estrechos hutongs,…… Todo esto a primera vista era lo que nos llamaba la atención de China. Así que decidimos que teníamos que darle una oportunidad y comprobar nosotros mismos si era tan increíble como en la distancia parecía.

Lo que en un principio iba a ser un viaje a CHINA, en cuanto nos pusimos a informarnos un poco sobre el país, se convirtió en un viaje a china en minúsculas. El país era enorme, las distancias eran kilométricas, los transportes tardaban una eternidad y el tiempo del viaje, como siempre, era muy limitado. Así que nos nos quedó más remedio que acotar nuestras grandes miras. Teniendo en cuenta que era nuestra primera visita, nos decantamos por ver lo más conocido y probablemente lo más turístico, aunque una vez en el país más habitado del mundo, la palabra turístico se quedaba corta para poder contar la gente que había en cada lugar a visitar.

Buscamos un vuelo a buen precio y dimos con una aerolínea de la que nunca habíamos oído hablar, Aeroflot. Era la compañía de bandera rusa. Los precios eran inmejorables, 1.200 € por los tres, con escala en Moscú y llegada a Shangai. Seguido cogimos otro vuelo hasta Pekín con China Eastern Airlines por 350 € también los tres. Desde donde empezaríamos nuestro viaje más o menos circular por el gigante asiático.

La ruta de 23 días sería más o menos la siguiente; unos días en Pekín para ver la gran muralla, el mausoleo de Mao, la plaza Tiananmen, …… de allí un tren a Datong para maravillarnos con las impresionantes grutas de Yungang y a unos pocos kilómetros de distancia, del Monasterio colgante construido a 75 metros del suelo en la pared de una montaña rocosa. La siguiente parada sería Pingyao, también en tren, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y cuyo interior amurallado recordaba a una película de la época de los emperadores. Con problemas para coger transporte público, que ya lo detallaré en las siguientes entradas, cogimos un autobús hasta la ciudad de Xi´An para ver uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de la historia, los famosos guerreros de Terracota. De allí nos desplazamos hasta Luoyang, para visitar las preciosas cuevas de Longmen situadas al lado del río Yi, donde una pequeña neblina las confería un tono místico. Un problema con los pasaportes hizo que tuviéramos que desistir de una de nuestras paradas iniciales, Nanjing. Por lo que el viaje lo terminamos en Shangai disfrutando de una ciudad moderna y de una Expo universal que nos había tocado sin quererlo.

Datos prácticos

Para entrar en China hay que disponer de visado. Hay una gran variedad de maneras de sacarlo, por internet, en Madrid o en Barcelona, tanto en el Consulado como en la Embajada, agencias de transporte, …. pero lo más importante son los precios que no son nada baratos. Desde 60 € si se vive en Barcelona o se está empadronado, hasta más del doble si se hace por internet o en Madrid. Así que los que mejor y más barato lo tienen son nuestros colegas los catalanes. Hay que rellenar un impreso y adjuntar una foto. Por internet hay cientos de páginas en las que se indica como sacarlo y como rellenar los papeles, aunque no hace falta ser un ingeniero de la nasa para ello.

Los trayectos los hicimos en tren, avión y autobús. Los trenes estaban bastante bien, por lo menos comparados con los de la India que habíamos experimentado el año anterior. Tenían sábanas y almohadas incluidas en el precio. Los autobuses para distancias largas eran modernos y muy cómodos. Y los aviones…, pues eso aviones, que se va a decir de ellos. Lo que si hay que tener mucho cuidado es con los billetes, ya que dependiendo de la época del año puede resultar imposible coger uno hasta con una semana de antelación. Nosotros lo vivimos en nuestras carnes y tuvimos que cambiar un par de veces de planes por estar todo ocupado para salir de una ciudad.

En cuanto a la seguridad, creo que en pocos países del mundo me he sentido más tranquilo que en China. Como en todos los sitios hay que tener dos dedos de frente y nos hacer cosas que no son lógicas. Así que siendo un poco precavidos no tendríamos por qué tener ningún percance.

Para los alojamientos y comida, hay de todos los precios y calidades que queramos. Es cierto que los alojamientos en las grandes ciudades son un poco más caros que en el resto, para tampoco es una exageración. La comida está deliciosa y se encuentran cientos de puestos en las calles para picar algo. Y en los restaurantes autóctonos aunque resulta un poco difícil entenderse, está todo mucho más rico, es más genuino y por supuesto mucho más barato.

A nosotros nos pareció una cultura de lo más interesante y la gente muy amable, salvo en las grandes ciudades donde parecen autómatas y van a su ritmo sin importarles si te han pisado, empujado o pasado por encima. Sin duda un país que hay que vivir desde dentro y al que volver para seguir desentrañando su rica cultura milenaria.

B.F.F.F.