A las 9:30 comenzaba nuestra excursión en kayak hasta la capital del país, Vientián. Nos pasaron a recoger por la Guest House y montados en un jumbo, nos acercaron hasta la salida de la excursión. Tardamos una hora en llegar.
Tras una clase teórica de 10 minutos, nos dieron el material necesario, un chaleco, un casco y la pala. El grupo lo conformábamos la Organización de Naciones Unidas. Había una ecuatoriana, una canadiense, una japonesa, dos holandeses, dos británicos, un australiano, un mexicano, un chico catalán y nosotros dos. Desde el primer momento muy buen ambiente entre todos, lo que hizo que la experiencia resultara aún más divertida.
Montados en lo kayaks que eran dobles, comenzamos el descenso del río. Yo delante y Edu detrás. Todo iba muy tranquilo, con unos paisajes preciosos, hasta que llegaron los primeros rápidos. A lo lejos parecían bastante pequeños, pero en cuanto nos internamos en ellos acojonaban un poco. En un mal entendido entre los dos kayakistas, volcamos la piragua y nos pegamos el primer chapuzón de los muchos que vendrían después. Aunque en este me asusté un poco, porque al dar la vuelta el kayak, me quedé enganchado y me costó un poco salir. Al mirar a ver donde estaba Edu, no lo veía por ningún lado y pensando que estaba debajo del kayak todavía, intenté bucear para ayudarle a salir pero no se veía nada. Gritando para que saliera de una vez, oigo mi nombre distorsionado, me giro y le veo agarrado a una roca unos metros más adelante. Estuve a punto de matarlo del susto que me había dado.
Después de la zona de rápidos, llega una parte del río muy tranquila en la que sólo se oye el ruido de la naturaleza por la que estamos rodeados. Paramos a comer y los guías se curraron unas brochetas de carne y pescado con vegetales buenísimas. Iban acompañadas de un tapper de arroz y un trozo de pan. Aunque estaba todo muy rico, también ayudaba el hambre que teníamos. Mientras descansábamos un poco antes de seguir con el descenso, estuvimos bañándonos saltando desde unas rocas al lado del río. Había que tener un poco de cuidado, porque como había un poco de corriente, si no te agarrabas rápido a una roca podías acabar en Vientián sin necesidad de kayak. La experiencia merece mucho la pena.
Unas 5 horas después llegábamos al final de nuestro recorrido, en donde nos estaba esperando de nuevo el jumbo para llevarnos hasta Vientián. Esta vez fueron 2 horas y media que se hacen bastante pesadas. En el coche íbamos todos los integrantes de la excursión, más los distintos pasajeros que el conductor iba cogiendo para hacer negocio. Llegó un momento en el que contamos 19 personas en un transporte en el que las sardinas en lata estaban bastante más espaciadas que nosotros.
Una vez en la ciudad, nos fuimos todos juntos a buscar alojamiento, ya que habíamos quedado en ir a cenar todos juntos. Como cada uno tenía un presupuesto diferente, nos dispersamos y quedamos a las 19:30. Miramos unos cuantos sitios y finalmente nos alojamos en el Douang Deuane Hotel por 15$ la noche. Casualidad nos encontramos con una pareja de holandesas con las que habíamos coincidido en Luang Prabang y nos dijeron que estaba muy bien, así que nos decidimos por ese. No es un hotelazo, pero estaba limpio, tenía baño en la habitación, aire acondicionado y una pequeña televisión. Les comentamos a las chicas que habíamos quedado con un grupo y a ver si se animaban, pero nos dijeron que en ese momento se iban al médico. Se levantó los pantalones una de ellas y tenía todas las piernas llenas de ampollas. Parecía que podía a ver sido a causa del sol, pero como le dolían tanto iban al médico a ver si les daba algo para aliviar. La verdad es que todo el día, el sol cascaba de lo lindo y nuestros brazos también habían sentido la fuerza de Lorenzo, aunque no hasta ese extremo.
A la hora señalada fuimos llegando unos tras otros, más un chileno y un neozelandés que también se habían apuntado. Fuimos a cenar a un sitio al aire libre al lado del río Mekong que bordea la ciudad. Un lado del río era Laos y la orilla de enfrente era Tailandia. Estábamos justo en la frontera entre los dos países. Para hacer la cena un poco dinámica, nos dividimos entre castellano parlantes y el resto del mundo. De allí nos fuimos a una discoteca que nos dijo un chico de un tuk-tuk. A las 23:00 cerraban todo y era lo único que quedaba abierto de una manera un tanto ilegal. Estaba situada en la tercera planta de un hotel, con una terraza enorme desde la que se veía toda la ciudad. Nos cobraron 30.000 Kips por entrar, pero con derecho a consumición. Estuvimos a gusto charlando y bailando un poco hasta que a las 2:00 de la mañana nos dijeron que eso se acababa. De vuelta en el hotel, fue tocar la cama y caer como niños buenos.
Como la noche y el día habían sido largos y duros, no pusimos despertador y dormimos hasta las 10:00 de la mañana. El plan era ver la ciudad durante el día, para a última hora coger un autobús nocturno que nos acercara hasta la ciudad de Pakse, unos 670 kilómetros al sur de Vientián.
Primeramente queríamos empezar por lo más alejado, que era el parque Buda Park, Xieng Khuan. Así que teníamos que negociar un tuk-tuk. Desde los 200.000 Kips que nos pedía en un principio, llegamos a bajarle hasta la mitad. El parque está a unos 24 kilómetros del centro y está lleno de esculturas budistas e hinduistas, más de 200, y un buda reclinado de más de 40 metros. Es un poco raro pero a nosotros nos gustó bastante. La entrada cuesta 5.000 Kips más 3.000 por la cámara.
De allí nos fuimos al Pha That Luang, donde nos despedimos de nuestro tuk-tuk. La entrada cuesta 5.000 kips. Este es el monumento más importante y representativo de Laos. La aguja de la punta está representada en la bandera del país. El original data del año 1566 D.C., aunque ha sufrido bastantes reformas desde entonces.
Como sólo había 40 grados y un sol infernal, con la tracción de nuestras piernas, nos acercamos a otro de los monumentos más bonitos de la ciudad, el Patuxai. Es un estilo Arco del Triunfo de París, pero 4 arcos en vez de 2. La anécdota, es que fue construido con cemento que los estadounidenses habían traído para hacer un aeropuerto. Desde la parte de arriba hay unas vistas muy bonitas de la ciudad. La entrada son 3.000 Kips.
De camino al hotel a por nuestras mochilas, pasamos por unos cuantos templos más pero que no nos llamaron en exceso la atención. Después de tantos días viendo Wats, ya tenían que ser muy espectaculares para que nos dijeran algo.
Aprovechamos para comer en el hotel y de paso preguntarles por los billetes para Pakse. Allí mismo nos los vendía pero por 175.000 K. cuando sabíamos que eran más baratos. Así que cogimos las mochilas y con un tuk-tuk por 40.000 K. nos fuimos hasta la estación. El precio real era de 150.000 K. Aunque no nos intentaron timar mucho, ya que al lado había unas chicas a las que les habían cobrado 200.000 K. en su Guest House. Eran todavía las 18:00 y hasta las 20:30 no salía el autobús. En este país no corrían las horas, era como si cada hora fuese por 3.
Ya en el autobús y con todo el mundo sentado en su sitio correspondiente ;-), empezamos el largo recorrido que nos iba a llevar toda la noche.
B.F.F.F.