Isla de Lombok parte 2 y final del viaje a Indonesia

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Isla de Lombok parte 2 y final del viaje a Indonesia

Con mucha pena acabábamos la experiencia de un mes recorriendo las islas de Java, Bali y Lombok en Indonesia. Sin duda un viaje que quedará grabado en nuestras mentes para el resto de nuestros días. Hemos sido testigos de anécdotas, personas y paisajes increíbles. Lo que acompañado con ser el primer gran viaje de los 4 integrantes de la familia, le conferirá el título del «VIAJE». Aunque luego vendrán muchos más. Esto no hay quién lo pare 😉

Para no variar nuestra rutina mañanera, a las 6:30 estábamos despiertos, con tanta claridad era imposible dormir. Estuvimos un rato jugando al billar que había en el comedor, dándoles tiempo a los pobres y dormidos trabajadores a que prepararan el desayuno.

Teníamos que echar de nuevo gasolina así que nos acercamos hasta el pueblo de Sengkol, que estaba como a unos 10 kilómetros hacia el interior. Cuando llegamos, había un mercado en medio de la carretera pero literal. Las familias dejaban los coches parados en la carretera para bajarse a comprar. Tardamos unos 15 minutos en atravesar escasos 100 metros. Eso sí, disfrutamos de un auténtico espectáculo.

De vuelta a Kuta, la idea era ir hacia el oeste por la costa sur. La carretera que en un principio tenía buena pinta, enseguida se convirtió en piedras sueltas, agujeros y baches enormes y unas pendientes bastante pronunciadas que nos hacía acongojarnos un poco con el coche que llevábamos. Lo mejor sin duda, eran las preciosas vistas con las que se podía disfrutar de toda la costa. El lado del interior era un continuo desborde de color verde intenso con palmeras, arrozales y un montón de búfalos de agua. Unos 15 kilómetros después accedimos a la que probablemente sea una de las playas más bonitas y perfectas que habíamos visto hasta entonces, Selong Blanak Beach. Tenía forma de media luna, , arena blanca, agua de tonos verdes y azules turquesa con promontorios rocosos saliendo del medio del mar, barcos de pescadores en una esquina y rodeada completamente de palmeras. Sin duda la playa idílica de una postal.

 

Pagamos 5.000 R. por aparcar el coche a un señor que se nos acercó a pedir el dinero, cogimos las toallas y 20 metros después llegamos al paraíso. Nos pasamos la mañana entera disfrutando de esa auténtica maravilla casi vacía. Y la poca gente que había se quedaba al lado del parking, con lo que unos metros más alejados no había nadie que molestase.

En el medio de la playa hacia el interior había un alojamiento que tenía pinta de costar una pasta y a simple vista el único sitio que había para comer. Fue el peor sitio desde que habíamos llegado, mucho lujo pero a la hora de la verdad nada de nada. Por lo menos tampoco fue caro. Unas 200.000 R.

Con ganas de explorar más la isla, volvimos a montar en el coche y esta vez llegamos hasta la playa de Mawun. Más cerca de Kuta. Era conocida como una de los mejores playas del mundo y razón no le faltaba, pero como estaba con marea baja, no se apreciaba en todo su explendor.

Allí nos sucedió una de las cosas más bonitas de todo el viaje. Mientras nos bañábamos y disfrutábamos de la tarde, al lado nuestro había un grupo de niños indonesios jugando. Iker nos dijo a ver si podía ir a jugar con ellos, lo cuál nos sorprendió bastante, pero allí que se fue. Se pasó más de una hora con ellos bañándose, rebozándose por la arena y hablando. No sabemos ni como ni de qué, pero el caso es que paso de nosotros olímpicamente. Habíamos llevado algo de fruta para merendar y cuando le llevamos a Iker para que comiera una manzana, les vimos a los niños que la miraban con ganas de hincarle el diente. Así que sacamos todo lo que teníamos y entre ellos se lo repartieron sin ser nada ogros. Le daban un bocado y se lo pasaban al siguiente. Mientras, Noa estaba por otro lado con un par de niñas que estaban encantadas con ella. Cuando nos íbamos a ir, y al despedirnos de todos los niños, empezaron a correr y desaparecieron. Nos montamos en el coche y cuando estábamos a punto de irnos, aparecieron todos los críos delante del coche con una flor preciosa en la mano. Se acercaron a donde Iker y uno a uno se la fueron dando. Nos quedamos completamente alucinados y maravillados. Aunque suene cursi, la emoción nos embargó en ese momento 😉

 

De vuelta al hotel y todavía dándole vueltas al bonito detalle que habían tenido unos niños tan pequeños, nos relajamos en la piscina antes de ir a cenar al Riviera. Después de un largo día de playa y con la birria que habíamos comido, nos pusimos ciegos en la cena. Fish and chips, 2 de huevos con patatas, tortilla de vegetales, barracuda, ensalada, mie goreng, 1 cerveza y 3 zumos por 180.000 R.

Para las 21:00 estábamos en la cama y para las 21:01 completamente dormidos.

Un nuevo día amanecía y un día menos nos quedaba para tener que volver a la cruda realidad. Sin querer pensarlo y aprovechar hasta el último momento, esta vez nos levantamos a las 6:00 de la mañana 😯 Hablamos con el chico del coche para decirle que era una tartana y que a ver si nos lo podía cambiar, ya que nos daba miedo que al meternos por los caminos sin asfaltar nos dejase tirados. Se empezó a reir y nos dijo que esperásemos. Mientras desayunábamos apareció con otro coche diferente, pero en cuanto nos montamos en él vimos que la diferencia solo era de color. El resto estaba igual e incluso peor, ya que las cuestas había que subirlas en primera porque sino era imposible, aunque por lo menos los amortiguadores parecía que aguantaban mejor que el otro.

 

Esta vez fuimos hacia el este de Kuta y disfrutamos de tres preciosas playas, Seger, Tanjung Aan y Gerupuk. Eran una auténtica maravilla y estaban completamente desiertas, pero en nuestra mente seguía la playa de Selong Blanak, así que tras unos cuantos baños de rigor en cada una de la playas anteriormente citadas, nos montamos de nuevo en el coche dirección oeste. Estuvimos de nuevo apartados y disfrutando de la mejor playa de Lombok (a nuestro entender). Esta vez nos fijamos mejor y justo al lado del aparcamiento había un warung. El otro día con las prisas de pisar la playa lo pasamos de largo. Comimos nasi gorng, mie goreng ayak y 2 refrescos por 80.000 R. Todo delicioso.

Mientras Noa se echaba una siesta y Usu se tumbaba un poco, Iker y yo nos fuimos hasta las rocas de exploración. Vimos un montón de corales, estrellas de mar y peces de colores. Había un par de niños en las rocas y me dijo para ir con ellos. Le había cogido el gusto. Yo mientras, me fui a seguir viendo la fauna por los alrededores, cuando al de un rato oí un grito y al girarme ví sólo las piernas de Iker entre las rocas. Me acerqué lo más rápido que pude andando entre los corales y al llegar le ví al pobre Iker encajonado entre dos rocas. Se había resbalado. Lloraba desconsolado y al mirarle en la cabeza que decía que le dolía le ví un chichón del tamaño de una pelota de golf. Con el susto pasado y ya más tranquilo, decidimos volver a las toallas a tumbarnos que era un deporte de menos riesgo. Le pregunté a ver de que habían hablado y me contestó todo contento que de nada que les había enseñado a hacer pedorretas y que no paraban de reírse.

Como era el último día de coche lo aprovechamos hasta el final y gracias a eso, fuimos testigos de una preciosa puesta de sol mientras un grupo de búfalos de agua atravesaban la playa por delante de nosotros.

 

Al devolver el coche, le dije al chico que nos había tomado el pelo pero bien con los coches y después de echarnos unas risas y sin yo decirle nada, nos rebajó el precio a 200.000 R.

Nuestro último día completo lo pasamos por los alrededores del pueblo de Kuta paseando y disfrutando de las playas cercanas. Como ya no teníamos coche, solo nos podíamos alejar lo máximo que dieran las piernas de los enanos. Lo cuál para no variar durante todo el viaje fue bastante. Se habían portado como unos campeones. Había sido más fácil viajar que con adultos. Ni una queja ni pega. Bueno con Noa era sencillo porque todavía no hablaba 😉

De camino a comer nos cruzamos con el dueño del restaurante que pasaba en moto. Se paró y le dijo a Iker a ver si quería ir con él. Le faltó tiempo. Cuando llegamos, allí estaba él como un marajá sentado con los dueños tomándose un zumo de naranja y viendo una peli en el ordenador. Esta vez la comida fue con sobremesa incluída. Se sentaron a comer con nosotros y estuvimos de charleta.

Como al día siguiente comenzábamos el regreso a casa, contactamos con un chico que nos acercaría hasta Lembar para coger el ferry a Padangbai, aunque lo que no nos imaginábamos era lo que pasaría.

Cenamos unas pizzas en un sitio diferente. 3 pizzas, 1 cerveza y 2 cocas por 220.000 R. Y al llegar a la habitación nos encontramos con un cartelito en el que ponía que el desayuno sería más tarde, a las 9:30, porque era el Idul Fitri. Era una celebración que se hacía al terminar el Ramadán. Con lo que nos quedaríamos sin desayunar porque habíamos quedado a las 8:30 para irnos.

 

Se acababa nuestra estancia el el paraíso de Lombok y ahora sí que sí empezaba la irremediable vuelta. Preparamos las mochilas y a las 8:30 estábamos en la puerta del hotel esperando a que llegara la persona que nos iba a llevar al puerto. Esperamos y esperamos, pero media hora después nos dimos cuenta de que allí no iba aparecer nadie. El Idul Fitri nos había jugado una mala pasada, pero el hombre podía habernos avisado.

Mientras yo iba al pueblo a gestionar la forma de salir, Usu con los críos se fue a la piscina. Estaba todo cerrado, no había nadie por ningún lado. Después de recorrerme el pueblo de punta a punta y en un sitio por el que ya había pasado, ví que un hombre entraba a hacer algo. Rápidamente aproveché para abordarle y contarle lo que nos pasaba. Casualidad, él tenía un grupo de personas que iban a hacer lo mismo que nosotros. Me pedía 200.000 R. por persona para ir hasta el aeropuerto de Denpasar. Como tenía poco margen de negociación ya que el tipo sabía como estaba el tema esos días de fiesta, conseguí una rebaja a la mitad por los críos pero nada más.

No tenía suficiente dinero para pagarle, así que me dejó su moto para ir hasta el cajero a sacar dinero. En cuanto llegué, ya estaba la furgoneta esperando para salir con la gente dentro. Me monté y fuimos hacia el hotel a recoger a la prole. Estaban en la piscina y la gente estaba esperando. Lo más rápido que pudimos se cambiaron de ropa y recogimos todo. Montados en la furgoneta llegamos a Lembar a las 11:15. El ferry que cogimos era el de las 12:00. Era bastante cutre, pero aún así conseguimos unos sitios corridos para poder tumbarnos.

A las 16:00 estábamos en Padangbai, y cuando íbamos a montarnos en el bemo para ir hasta el aeropuerto, nos encontramos con que en un transporte en el que entraban 8 personas, querían meter a 14 con las mochilas respectivas de cada uno y una tabla de surf. Pues lo que dudamos en un principio vaya que si lo consiguieron. Todos apretujados durante dos horas, donde no corría ni una gota de aire. Los enanos de nuevo volvieron a demostrar lo campeones que eran, ya que no pudieron moverse ni un centímetro en todo el viaje.

 

Con un hambre que nos moríamos y ya como despedida, cenamos en uno de los sitios más caros de todo el viaje. Nos pegamos un magnífico homenaje en el que nos dejamos casi 500.000 R.

Tras unas pocas horas de espera tocaba embarcar para ir a Jakarta y de allí con una escala intermedia en Dubai volver de nuevo a casa.

Sin duda este fue un viaje inolvidable. Todavía hoy, 5 años después y con un montón de ellos más a nuestras espaldas, lo seguimos teniendo en el top de los viajes realizados.

B.F.F.F.

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