Nuestra siguiente parada en la isla de Palawan era Port Barton, un pequeño pueblo a unos 125 kilómetros y situado en la costa oeste de la isla. Aunque el tiempo de lo desconocido ya pasó, al ser tan tranquilo y con poca gente parece que se vuelve a la intimidad filipina de la isla de Luzón.

A las 7:30 empezaba un nuevo día. Estábamos desperezándonos cuando de repente tocan la puerta. Era la dueña para avisarnos de que nuestra van a Port Barton estaba en la puerta esperándonos. Nos habían dicho que llegaría sobre las 10-11 y eran las 8:00. 3 horas de adelanto, lo nunca visto en esta parte del mundo 😉 No nos dió tiempo a desayunar. Recogimos rápidamente toda la ropa que estaba desperdigada por la habitación y montamos en la furgoneta. Había una pareja occidental y un filipino a los cuales pedimos disculpas por la espera, explicándoles lo que había pasado y a los que se les quedó también cara de sorprendidos.

La carretera atravesaba toda la costa este. Estaba en bastantes buenas condiciones. Por el camino cogimos otras 2 parejas y eso ya empezaba a parecer el camarote de los Hermanos Marx. En el pueblo de Roxas se cogía una desviación hacia el interior de la isla. Eran 22 kilómetros que alternaban carretera asfaltada con zonas en construcción y con camino de piedras.

Mientras charlábamos los allí reunidos, el chófer de la furgoneta hizo su labor de comercial y nos vendió el transporte hasta El Nido para un par de días después por 500 PHP cada uno. Había leído de gente que había llegado a pagar 800 y otros que decían que era factible sacarlo por menos de 500 regateando mucho, así que habiendo conseguido bajarle hasta ese precio nos quedamos conformes. También aprovechó a ofrecernos un alojamiento. Era de su jefe. Le dijimos que lo veríamos pero sin ningún compromiso.

Al entrar en el pueblo, todo rodeado de bosque y con 4 casas desperdigadas, nos para en la agencia que tienen para comprar los billetes a El Nido. El nombre, «Recaro», tiene narices. Seguido nos llevó a nosotros primero al alojamiento. «Ershanti´s place», eran unos bungalows nuevos, la habitación era muy grande con baño y aire acondicionado. Había decenas de mosquitos del tamaño de caballos, pero había mosquitera. Les pedimos otra cama y rebajar el precio de 1.300 PHP que nos pedía a 1.000. Después de una llamada a su jefe, dió el visto bueno, sacamos las cosas de la van y nos acomodamos en la habitación. Primero hicimos una pequeña sangría con los mosquitos y nos pusimos los bañadores para ir directos a la playa.

El pueblo era muy pequeño con la mayoría de las calles sin asfaltar y se respiraba una tranquilidad maravillosa. Al llegar a la playa nos pareció una pasada, con forma de media luna, llena de palmeras, con unas cuantas bangkas atracadas en la orilla y de fondo unos cuantos alojamientos y bares. Había muy poca gente y lo agradecimos después de la excursión del día anterior en Bahía Honda.

Mientras nos pegábamos nuestro primer baño me fuí a dar una vuelta por la playa y al paso preguntar cuanto costaban los alojamientos a pie de playa. Estaba todo lleno aunque tampoco es que hubiese mucho donde elegir, y en el único donde les quedaba una habitación, costaba la nada despreciable cifra de 4.500 PHP, 4 veces y media más de lo que pagábamos nosotros. Parecía que habíamos hecho bien en coger lo que nos habían ofrecido y sobre todo al ver una hora después a una de las parejas que había venido con nosotros dando vueltas para encontrar un lugar donde dormir.

Aunque eran las 12:30 las tripas empezaban a rugir, habíamos picoteado algo por el camino pero poca cosa y estábamos sin desayunar. Nos acercamos hasta el Gacayan, uno de los sitios más conocidos del pueblo para comer. Tienen mucha variedad de platos para elegir y lo más barato son unas ollas en las que hay comida ya cocinada. De ahí cogimos un pollo en salsa que estaba para chuparse los dedos, venía con arroz y un refresco por sólo 50 PHP. Aparte pedimos un pescado en adobo, una hamburguesa, un sandwich, cerveza y agua, todo por 500 PHP y riquísimo.

Volvimos a la playa y el día se estaba poniendo un poco feo. En cuanto nos metimos en el mar cayó una tromba de agua con gotas del tamaño de pedruscos. Iker y Noa estaban encantados de estar bañándonos mientras llovía, aunque llegó un momento en el que empezaron unos truenos y relámpagos de dar miedo. Se veían en el horizonte como hacían el símbolo del rayo perfecto hasta el agua, y un poco acojonadetes salimos a resguardarnos. Debajo de una cabaña coincidimos con Paloma, una chica madrileña que estaba trabajando en Manila y se había escapado unos días para relajarse del ajetreo de la capital. Estuvimos un buen rato charlando y nos recomendó que hiciéramos la excursión a las islas cercanas, que merecía mucho la pena. Y también nos dijo para que hiciéramos algo por la noche y que nos dejaría alucinados. Tras casi 2 horas lloviendo sin parar por fin salió el sol, nos despedimos de Paloma, majísima, y volvimos a disfrutar de la playa.

Dimos un paseo hasta la esquina contraria y allí disfrutamos de un espectáculo con los cangrejos pequeños que se ocultaban en la arena. En cuanto notaban que no había movimiento salían de su agujero y metiéndose arena en la boca, la sacaban de nuevo con las patas haciendo una pelota perfecta que la situaban detrás de ellos. Nos imaginamos que estarían comiendo. Nos pasamos un buen rato tumbados sin movernos viéndoles la operación. Esto mismo ya lo habíamos visto cuando estuvimos en Lombok, Indonesia. De vuelta al hotel paramos a intentar coger un tour por las islas para el día siguiente. Un chico muy majo nos explicó todo y al final decidimos cogerlo con él. Veríamos unas cuantas islas por 700 PHP cada uno, los críos la mitad y con la comida incluída.

Al llegar a la habitación para ducharnos comprobamos algo a lo que no habíamos dado mucha importancia. El generador del pueblo sólo funcionaba de 17:00 a 24:00, pero eran las 18:30 y allí seguía sin haber electricidad, por lo que al no funcionar el aire acondicionado el calor era insoportable. Nos duchamos a oscuras como pudimos y salimos a cenar a una pizzeria italiana, Gorgonzola, que nos había recomendado Paloma. Estaba un poco más adelante del Gacayan. Cuando vimos las pizzas nos quedamos alucinados, tenían un tamaño enorme. Las hacían en un horno de leña y eso les daba un sabor espectacular. El precio eran 560 PHP con 3 ingredientes y 100 PHP más por cada uno adicional. Cogimos también una ensalada para acompañar, cerveza y agua. Todo por unos 1.000 PHP.

Acabada la cena, fuimos directos a la playa, nos metimos en el agua hasta la cintura y empezamos a removerla como nos había indicado Paloma. Fue una pasada el ver los colores verde-azulados-amarillos fosforitos que salían. Era debido a que eran aguas que tenían mucho plancton. Desde luego este viaje estaba siendo único en cosas que no habíamos visto hasta entonces. Iker y Noa de nuevo se quedaron alucinados, bueno y Usu y yo también para que engañarnos 😉

Con tanto gallo, gallinas y sucedáneos sueltos por el pueblo fue casi imposible pegar ojo en toda la noche. Usu ya tenía claro cuál sería su próximo regalo de cumple si algún día volvíamos por estos lares y se llamaba chimbera.

Desayunamos en el porche de la habitación unos cafés muy ricos ofrecidos por la señora de la casa junto con unos piscolabis que teníamos nosotros. Hacia las 8:30 nos encaminamos a la playa donde habíamos quedado para comenzar la excursión. El día estaba completamente despejado. Primero pagamos una tasa de conservación de 50 PHP por persona, y mientras esperamos a que se organizaran hice lo mismo que en Bahía Honda y compré 5 hamburguesas para la travesía por si acaso la comida dejaba que desear. 35 PHP cada una. Al verme Iker con ellas se le hizo la boca agua y se zampó una antes de empezar.

Montamos en una bangka con una pareja ecuatoriana y otra portuguesa que había venido con nosotros hasta Port Barton en la misma furgoneta. La excursión la iniciamos en Turtle Island donde nos esperaba una fantástica sorpresa. Su nombre era debido a que por los alrededores merodeaban tortugas y nada más llegar y tirarnos al agua fuimos testigo de como un par de ellas hacían las delicias de los allí presentes. Estuvimos un buen rato siguiéndolas, viendo como comían y cada cierto tiempo subían hasta la superficie para respirar. Además coincidió que estuvimos un buen rato los de nuestro barco solos por lo que pudimos disfrutarlas con mucha tranquilidad.

Paramos en un par de sitios más para hacer snorkel y bañarnos y sobre las 12:30 nos llevaron hasta Paradise island para comer. Allí estuvimos cerca de 2 horas y fue donde empezamos a intimar con nuestros compañeros de Bangka. Hicimos muy buenas migas con Gabriel e Isabel, los ecuatorianos, ya que al hablar el mismo idioma se nos hizo mucho más fácil, aunque de la pareja portuguesa, Joana hablaba bastante bien el castellano y eran muy majetones. La comida que nos pusieron fue espectacular, pollo, pescado, arroz, ensalada, fruta variada, ….., llegó hasta a sobrar comida. Y estaba todo de chuparse los dedos. En la sobremesa nos enteramos de que Gabriel e Isabel eran directores y productores de cine y estaban recorriendo muchas partes del mundo promocionando su última película y presentándola en festivales. «Vengo Volviendo». Nosotros hemos tenido la suerte de poder verla y es totalmente recomendable así que anímense. Ahora coincidía que estaban unos días de vacaciones hasta volver a su país reponiéndose del cansancio de la promoción. Tuvimos conversaciones muy interesantes durante el resto de la excursión cada vez que hacíamos una parada. Sin duda una pareja encantadora.

El cielo empezó a cubrirse como había pasado el día anterior y en el horizonte las nubes negras daban miedo. Se veía como a lo lejos estaban descargando buena cantidad de agua. Tuvimos mucha suerte porque fuimos esquivando la tormenta en todo momento. No llegó a caernos ni una gota. Hicimos unas cuantas paradas más en Germand island, Exotic island y Twin Reef, en cuyo fondo marino había una alfombra de corales bellísimos, llenos de peces de colores y en algunas zonas anémonas con sus preciosos peces payasos. A las 16:30 finalizaba el tour que nos había dejado un muy buen sabor de boca. Nos despedimos del grupo y pasamos el resto de la tarde relajándonos en la playa principal dándonos unos bañitos.

Cuando ya estaba empezando a caer el sol nos fuimos a la habitación a darnos otra ducha a oscuras y nos acercamos a la misma pizzería a cenar, ya que a los enanos les había encantado y no hubo manera de cambiar. Pero al llegar nuestro gozo en un pozo, se habían quedado sin mozzarella y no podían hacer pizzas. Pasamos por un wok que había al lado, pero por los precios que tenían preferimos volver al Gacayan en donde sabíamos de la calidad y precio de su comida. Pedimos un par de sandwiches, un calamar relleno de carne y vegetales, pollo a la barbacoa, una ensalada y como no arroz para no ir al váter en un mes, 3 cervezas y agua por 600 PHP.

Mientras estábamos pidiendo aparecieron Gabriel e Isabel y sin dudarlo se sentaron en nuestra mesa. Aunque lo mejor vino 5 minutos después cuando vimos aparecer a Joana y su pareja que también se habían ido del italiano por lo mismo que nosotros. Así que finalizamos la velada los mismos integrantes que habíamos comenzado ese maravilloso día. Con Noa quedándose dormida encima de la mesa, no nos quedó más remedio que poner fin a esa preciosa charla sobre las bondades de cada país.

De vuelta a la habitación paramos a escuchar unos ruidos extraños que salían de los lados de la carretera. Al acercarnos e iluminar con la linterna del móvil pudimos comprobar que se trataba de un montón de sapos haciendo un raro ruido con la boca mientras por debajo se les hinchaba como una membrana. Al llegar al bungalow encontramos un montón de ranas por todos lados. Estaban invadiendo nuestro alojamiento. Aquello comenzaba a parecerse al planeta de los simios…. 😮

B.F.F.F.