Pekín, China

Comienza la aventura China
11/12/2017
Datong, China
22/12/2017
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Datong, China
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Ya en Pekín, por fin, descubriríamos sitios que tantas veces habíamos visto por le tele y leído, como la Muralla China o la Ciudad Prohibida y la tan conocida plaza de Tiananamen después de las protestas que sucedieron en 1989 por los estudiantes chinos y sobre todo por la foto del hombre delante del tanque, el 5 de junio de ese mismo año. Sin duda, el viaje comenzaba con muy buena pinta.

En el mismo aeropuerto de Pekín, cogimos un tren que nos acercó hasta el centro de la ciudad por 25 Y cada uno, y de allí en la línea 2 del metro seguimos hasta la Plaza Tiananmen, 2 Y cada billete. Iker no pagó en ningún transporte en todo el viaje. Era muy fácil coger los billetes en las máquinas, ya que todas tenían la opción de cambiar el idioma al inglés. A poco más de 200 metros de la plaza teníamos nuestro hotel que habíamos cogido antes de llegar. 4 noches en el Capital Hotel por 2.000 Y. Era muy grande, estaba perfectamente cuidado y las habitaciones eran enormes con dos camas de 1,35. Mirando los precios in situ, ponían que nuestra misma habitación costaba 1.800 Y por noche, así que parecía que habíamos hecho bien reservándolo con antelación.

Nos pegamos una ducha reconfortante y salimos a dar un paseo y cenar. Era completamente de noche, ya que sobre las 5:30 era de día y para poco más de las 19:00 ya estaba anocheciendo. Vimos la plaza de noche con la Ciudad Prohibida ligeramente iluminada, y como prácticamente estaba todo desierto, decidimos ir a cenar a un restaurante donde promocionaban el tan conocido pato laqueado pekinés. Añadimos un par de entrantes, un par de cervezas locales bastante suaves pero ricas y una botella de agua, por 175 Y. El pato estaba delicioso. Sin duda algo que probar si se aparece por esos lares. Volvimos al hotel y con lágrimas en los ojos viendo nuestras enormes camas, del cansancio que llevábamos después de un día entero de viaje, no duramos ni un segundo despiertos.

Nos despertamos de nuestra primera y plácida noche a las 10:30. Habíamos dormido más de 12 horas seguidas del tirón. Iker se levantó un poco flojo y cuando estábamos preparándonos para salir, devolvió toda la cena del día anterior. Nos fuimos a la calle para ver si el aire le hacía espabilarse y dimos un pequeño paseo por los alrededores. Probamos a darle alguna galleta y agua, pero cada vez que metía algo en el estómago lo acababa echando. Se pasó todo el rato tirado en la silla sin moverse y dormido, así que decidimos volvernos al hotel para tumbarle. Nosotros también aprovechamos para descansar un poco más, y a eso de las 16:00 se despertó Iker y él a nosotros. Ya estaba super contento, tirándose encima nuestro y haciendo tonterías. Le dimos un poco de agua con azúcar, unas galletas y ya se quedaron en su interior como debía ser. Tal vez habría necesitado descansar un poco más por la paliza que nos habíamos dado para llegar hasta Pekín.

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En el metro
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La Plaza de Tiananmen
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Cenando pato laqueado
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La estación de trenes

De nuevo en la calle, fuimos hasta la estación de trenes para coger los billetes hasta Datong, que sería nuestro próximo destino. Al llegar a las taquillas y ponerme en la cola, cuando llegaba mi turno, o me ignoraban o me decían que fuese a la de al lado. Después de tres ventanillas recorridas un chico me escribió en un papel el nº 10. Lo cuál interpreté como que esa era la ventanilla a la que teníamos que ir ya que estaban numeradas. Pero nosotros sólo veíamos de la 20 a la 60. Después de andar un rato, en la parte derecha del edificio y en el interior encontramos la tan ansiada ventanilla nº10. Tenía un cartel en el que ponía «ventanilla especial para ciudadanos extranjeros». No era que supiesen mucho inglés, pero sí el suficiente como para poder coger los billetes y entendernos mínimamente. Nos costaron 105 Y cada uno.

Como todavía era pronto decidimos dar un paseo por la plaza y nos encontramos con un desfile militar, estilo cambio de guardia del Buckinham Palace. Nos sacamos unas fotillos cuando terminaron, pero a toda leche, ya que la empezaron a desalojar con coches y furgonetas y como nos descuidásemos te pasaban por encima.

Durante el poco tiempo que llevábamos en China, ya nos habíamos dado cuenta que llamábamos bastante la atención, pero principalmente por Iker. No estaban acostumbrados a ver un niño tan pequeño occidental y cada dos por tres nos paraban para hablarnos, aunque no les entendíamos ni papa. Les sonreíamos, movíamos la cabeza afirmativamente y seguíamos hacia adelante. A saber a lo que les habíamos dicho que sí y sonreído….. «qué feos sois los blancos occidentales y tu hijo tiene la cabeza como una sandía…» » jajajaja, sí, sí, gracias, gracias…..» Sin contar las innumerables fotos para las que tuvimos que posar. En cuanto nos hacíamos una, ya estaban esperando otros para sacarnos la siguiente. Por un momento nos sentimos en la piel de famosos actores como Angelina Jolie y Brad Pitt, aunque algunos piensen más estilo Rossy de Palma y Enrique San Francisco…. 🙁

De vuelta al hotel, antes de cenar, bajamos a la piscina que estaba cubierta, y cuando nos íbamos a meter, se me acerca el vigilante y me dice que es obligatorio el gorro y que por la insignificante cantidad de 60 Y cada uno me los venden ellos allí mismo. Pero como uno lleva unos cuantos años viajando, recuerda lo que tenía en la habitación y 5 minutos más tarde estábamos los 3 metidos en la piscina con los gorros de ducha que ponían en el kit de aseo. El vigilante al vernos se empezó a reir y nos dijo que perfecto. Fuimos la sensación con nuestros gorros de plástico transparente y la gomilla blanca alrededor.

Volvimos a cenar al sitio de la noche anterior. Esta vez tres platos que no sabíamos lo que eran, pero que estaban riquísimos, 2 postres, que estaban malísimos, 2 cervezas y una botella de agua, por 95 Y.

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La plaza de Tiananmen
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La ciudad prohibida
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Un nuevo día amanecía en Pekín y ya más descansados nos fuimos despertando paulatinamente. Yo a las 6:30, Usu a las 8:00 e Iker a las 9:15. El plan del día era coger los billetes de bus hasta la muralla para el día siguiente y después ir a ver la Ciudad Prohibida y la zona de los Hutongs.

Según llegamos a la plaza Tiananmen nuestros ojos no dan crédito a lo que vemos. Si en todo el país hay 1.300 millones de habitantes, 1.295 debían querer ver lo mismo que nosotros. Además habían dejado sin existencias las paraguerías de toda Asia. Vamos a por los billetes y por el camino nos ofrecen por 300 Y ir a la muralla, a la zona más cercana, y a las tumbas Ming. Declinamos la oferta, pero por lo menos teníamos una idea sobre los posibles precios.

Para entrar al Mausoleo de Mao, yo creo que no exagero si digo que había una cola de unos 2 kilómetros de esas que dan vueltas y vueltas como una serpiente estrangulando a su presa. Con lo que el Mausoleo quedaba descartado. Pasamos por debajo del mítico retrato de Mao, con miles de personas por delante y detrás y lo que creíamos que iba a llevarnos todo el día, nos sorprende la rapidez con la que avanzamos. Además había bastantes guardias controlando a la gente para que no se pararan a hacer fotos y ralentizaran más todavía la cola. Después de pasar unas cuantas puertas, a mano derecha, estaban las taquillas con unas colas más grandes todavía que las que había para entrar. Me acerqué por la esquina con Iker hasta el principio para ver los precios y echar una ojeada de como iba el tema y si darme cuenta 😉 me estaban preguntando cuantas entradas quería. 60 Y cada una.

Atravesamos unos cuantos templos muy bonitos por fuera, ya que dentro no se podía pasar. Volvimos a ser el centro de atención con fotos continuas a Iker y algunas esporádicas a nosotros. Y uno hasta preguntándome a ver si jugaba a baloncesto y conocía a Yao Ming. Todo esto en Chino y con su hija de intérprete. Llegamos a la sala de los relojes, la cuál había que pagar aparte, 10 Y. Estaba bien, pero a nosotros nos pareció bastante pasable. Y al final del recorrido había unos jardines preciosos y muy apetecibles debido a la sombra que íbamos necesitando. Era el primer día que veíamos el sol completamente y no porque los otros días hubiera estado nublado sino que la capa de polución que tanto se oía en las noticias, era completamente cierta y parecía que había una neblina continua durante todo el día.

Después de descansar un poco y tomarnos unos refrescantes batidos, pusimos dirección a los Hutongs. Por el camino nos «asaltaron» decenas de personas intentando llevarnos a todos los sitios posibles, creo que uno hasta nos ofreció un viaje a la luna…. Nos paramos con una chica que nos pedía 400 Y por llevarnos hasta la zona de la muralla que nosotros queríamos ver. Había unos cuantos trozos que están rehabilitados, y según dicen el mejor es el de Badaling o Mutianyu, pero el primero estaba un poco más cercano. No sabemos si sería debido al cansancio, a los 35 grados o a la tranquilidad con la que nos estábamos tomando el viaje, pero lo de regatear se nos estaba haciendo duro, así que le dijimos que por el mismo precio, pero añadiendo a eso unos pocos sitios más que queríamos ver. Aceptó y quedamos al día siguiente en la puerta de nuestro hotel a las 7:30.

Llegamos hasta el Lago Qianhai recorriendo unos cuantos Hutongs. Estos eran unos callejones donde vive la gente en las zonas antiguas de la ciudad y que están desapareciendo poco a poco para dar paso a megaedificios de oficinas o centros comerciales. Sin lugar a dudas impresionaba esa zona de la ciudad, viendo su forma de vida. En cuanto al lago estaba situado en una zona muy bonita, con enormes flores de loto a los lados y barquitas para darse un paseo estilo el Parque del Retiro. Y en las orillas un montón de restaurantes y bares con música en directo. La zona era muy chula y por la noche tenía pinta de ser muy animada.

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Los Hutongs de Pekín
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Lago Qianhai
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Reventados después de andar unos 10 kilómetros, cogimos el metro para ir al hotel y relajarnos en la piscina. Aprovechamos un super para comprar algo de pan, unas latas y algo de picoteo, y nos hicimos una deliciosa cena en nuestra habitación.

Nuestro último día en Pekín comenzaría temprano, ya que habíamos quedado pronto. A las 7:00 estábamos ya levantados. Desayunamos y bajamos a recepción donde nos estaba esperando ya la chica para empezar las visitas de la ciudad. Lo primero iba a ser la muralla, y de camino a ella, la chica me dice que le demos el dinero. Lógicamente le digo que hasta que no hayamos concluido lo que habíamos negociado para ver que nada de nada. Pasados 5 minutos, nos empieza a decir que tenemos que ir a visitar un museo. Le decimos que se olvide que sólo queremos ver lo que le habíamos dicho, pero se empieza a poner pesada con que tenemos que ir allí, lo que nos hace sospechar que de museo no tiene nada y que nos quiere llevar a alguna tienda para vendernos cosas a unos precios desorbitados y ella llevarse su correspondiente comisión. Nos negamos por enésima vez y le hace al conductor parar en el medio de la autopista. Llama por teléfono y al colgar nos dice que entonces por ese precio no nos lleva y que nos tenemos que bajar. Desde luego no estaba muy bien de la cabeza, bajarnos en medio de una autopista y con un niño pequeño….. Empezamos a discutir y en cuanto la vena del cuello se me empezó a hinchar de tal manera que parecía que iba a estallar, se dió cuenta de que tal vez debía llevarnos de vuelta al hotel tal y como le habíamos dicho al principio de buenas maneras.

Con mal sabor de boca y bastante desganados, volvimos a la Plaza Tiananmen decididos a coger el autobús, aunque nos llevase todo el día y no pudiéramos ver nada más. Pero como el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra es el hombre, decidimos coger el transporte que nos ofreció otra chica por los mismos 400 Y que habíamos negociado el día anterior. Al llegar a la autopista empezaron las jugarretas. Que si queríamos ir por allí el peaje lo teníamos que pagar nosotros, que sino iba por la carretera que se tardaban 3 horas más. Como ya teníamos claro que el día no iba a dar para más, le decimos que sin problemas que no tenemos prisa, pero le rompemos los esquemas, porque al parecer ellos sí que la tenían, así que se meten por la autopista pagándola ellos de su bolsillo. De nuevo nos volvieron a pedir el dinero por adelantado a lo que nos volvimos a negar. Y para rematar, al llegar a la zona de la muralla de Juyongguan, la más cercana a Pekín, pero no a la que nosotros les habíamos dicho, paró el coche y nos dicen que ya habíamos llegado. Nos habían debido ver cara de muy pero que muy tontos, ya que aunque no éramos de allí leer sabíamos y ponía clarísimamente en un cartel enorme el lugar en el que estábamos y no Badaling que era a donde nosotros queríamos ir. Pero no contentos con ello, hasta llamó a otro taxista que había por allí para intentar convencernos de que habíamos llegado a nuestro destino. Incrédulos y cansados les dijimos que vale, pero que si nos quedábamos allí les pagábamos la mitad. De repente se dieron cuenta de que se habían confundido y con cara de pocos amigos nos hicieron montarnos de nuevo en el coche.

Por fin llegamos a Badaling. Habían pasado 4 horas desde nuestro primer intento. Con Usua embarazada e Iker tan pequeño, decidimos que lo mejor era subir en el cable car y ahorrarnos una pequeña paliza, pero teniendo en cuanta el día que llavábamos, al llegar a la zona de subida después de un rato caminando, vimos un cartelito muy mono en el que ponía que estaba averiado. Así que a desandar lo andado y a subir escaleras. Vaya día!!!!! 🙁

Llegamos a las taquillas y ví que a parte del precio normal, 45 Y, había precio reducido para estudiantes, así que recordando el viaje anterior que habíamos hecho a la India y en el que con el DNI habíamos conseguido entrar en todos los sitios a menor precio, decidí volver a intentarlo y por un vez en el día algo salió bien y pagamos la mitad de la entrada. Casualidad nos había tocado visitar una de las nuevas maravillas del mundo con los 1.295 millones de personas que el día anterior habían estado en la Ciudad Prohibida.

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La Gran Muralla
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El Palacio de Verano
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El día estaba bastante nublado y con una neblina que hacía muy difícil apreciar el precioso paraje en el que estaba enclavada. Empezamos a subir las decenas de escaleras con Iker a los hombros y la silla en la otra mano, Usu ya tenía bastante con su mochila delantera. La muralla estaba en cuesta con muchos baches y una inclinación que por momentos se hacía casi imposible empujar de la silla con Iker encima. Después de 1 kilómetro andado decidimos no seguir subiendo, porque con lo nublado que estaba se iba a ver lo mismo desde cualquier lado. Estuvimos un buen rato admirando esa maravilla del hombre, sacando las miles de fotos de rigor y volvimos al taxi para poner rumbo hacia el Palacio de Verano. Aunque para redondear el día, el tipo se perdió en el camino de vuelta y llegamos a una carretera donde se acababa el asfalto y empezaba la hierba del monte.

El Palacio de Verano era un lugar enorme, donde la realeza acudía en verano para refugiarse del calor insoportable de la Ciudad Prohibida. Había un montón de templos y palacios y un lago enorme en el centro surcado por barcos que transportaban decenas de turistas de un lado a otro. La entrada normal costaba 30 Y, aunque habia más combinaciones para poder visitar los templos de dentro, nosotros cogimos la normal y a mitad de precio gracias a seguir siendo estudiantes…. 🙄 Dimos un paseíto de 1 hora por los jardines y volvimos a nuestra querida plaza Tiananmen, despidiéndonos por fin de los indeseables con los que habíamos tenido que lidiar.

Comimos en un KFC por 70 Y y para finalizar un largo día nos acercamos hasta el Mercado de la Seda en metro para ver si había algo que mereciese la pena. Aunque poco, ya que quedaba todo el viaje por delante y no era plan ir cargados como mulas. Lo del nombre de mercado sonaba un poco a chiste cuando se encontraba uno en el sitio, ya que se trataba de un edificio enorme de 6 plantas con ascensores y todo bien separado por el tipo de cosas que vendían. Lo tenían mejor montado que el Corte Inglés. El 99,99 % de las cosas eran falsificaciones, pero para nosotros que no somos muy entendidos, la verdad es que daban bastante el pego. Compramos un par de tonterías y nos fuimos porque con lo que te atosigaban no daban muchas ganas de pasar más tiempo allí metidos.

Volvimos al hotel en el metro, cenamos en nuestro lugar de siempre y nos fuimos a dormir después de un día largo y con bastantes cosas para olvidar.

B.F.F.F.

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