Pamukkale y la Garganta de Saklikent en la costa suroeste de Turquía

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Pamukkale y la Garganta de Saklikent en la costa suroeste de Turquía

En Pamukkale veremos otra de las maravillas de la naturaleza que posee Turquía, unas terrazas de calcita asomadas a una montaña coronada por las ruinas de la antigua ciudad de Hierápolis. De allí nos desplazaremos hacia la costa suroeste de Turquía para empezar a tomar contacto con las famosas playas de la región, previo paso por el Cañón de Saklikent, una abertura en la montaña de 18 kilómetros que promete ser una gran aventura.

Con el frescor del último baño y al estar cerca del mar, la noche se hizo llevadera a pesar del bochorno reinante. Pero como era temprano y el sol ya empezaba a calentar de lo lindo Iker y Noa se largaron a pegarse el último chapuzón mientras nosotros recogíamos las cosas.

Al pasar por recepción para ir a pagar, nos empieza a negar con la cabeza. El hombre no hablaba nada de inglés. Le insisto, pero el me sigue diciendo que no. En ese momento aparece otro currela y más o menos conseguimos entenderle que si vas con tu propia tienda es gratis. Se paga sólo por el alquiler de material o por los bungalows. Les damos las gracias por todo y montamos en el coche dirección a Pamukkale. Por delante teníamos tres horitas escasas de camino, así que nos lo tomamos con calma.

Paramos a desayunar por el camino en un bar de carretera, unos zumos con unos bocatas de algo parecido a bacon por 25 LT. Cuando nos estábamos acercando, se empieza a divisar a lo lejos, pegado a la montaña, un trozo de terreno blanco que parece nieve. Pero con los 40 grados que hace por la zona, está claro que eso es imposible. Así que nos damos cuenta que se trata de las terrazas de calcita de Pamukkale.

 

Antes de llegar, tomamos un pequeño desvío en el pueblo de Kaklik, para ver la cueva de su mismo nombre. Aunque parezca que nos estamos equivocando en la dirección, ya que se pasa por grandes empresas que parecen de extracción de algún tipo de mineral, en unos 4 kilómetros cuesta arriba desde el pueblo, se llega sin problemas. También conocida como la pequeña Pamukkale, se trata de una cueva subterránea atravesada por un río con aguas ricas en calcio. Hay como unas terrazas en miniatura por las que va cayendo el agua y creando esas formaciones tan características. El interior huele un montón a azufre, por lo que los críos se agobiaron un poco. Está habilitada la entrada con unas pasarelas de madera que rodean toda la cueva. Unos 200 metros. La entrada cuesta 2 LT por persona, y en el momento que nosotros estuvimos no había nadie, aunque no tenía pinta que fueran muy visitadas.

Pamukkale

Por fin a las 14:00 horas llegábamos a nuestro tan esperado destino. Buscamos alojamiento y tras mirar unos cuantos que no nos convencían, dimos con el Baydil camping. Estaba situado justo enfrente de los travertinos, con unas vistas espectaculares. Estaba todo muy limpio, la zona de acampada era de hierba, tenían allí mismo restaurante y lo mejor de todo eran los pedazo toboganes y piscinas que en cuanto los vieron los enanos ya no quisieron que siguiéramos buscando más. Así que por 60 LT y tras regatearle algunas liras montamos el campamento.

Justo al lado había una familia con una autocaravana matrícula española y en cuanto vieron que nos acercábamos con el coche se acercaron a charlar un poco. Eran unos abuelos de Galicia que estaban jubilados y todos los años durante los dos meses de verano se cogían a los 4 nietos, su autocaravana y se recorrían Europa con ellos, mientras los repectivos padres estaban trabajando. A los críos se les veía encantados y a los abuelos se les caía la baba al contárnoslo. La verdad es que el plan estaba chulo.

Fuimos a comer al restaurante del hotel y degustamos una sabrosa y copiosa comida por escasas 49 LT. Como no, nos pasamos el resto de la tarde en las piscinas y en los pedazo toboganes. Aunque en teoría en julio ya es temporada alta, el camping y el pueblo en general se veía muy tranquilo. Cuando ya habíamos empequeñecido unos 5 centímetros cada uno, creímos conveniente salir de la piscina, pegarnos una duchita e ir a ver el pueblo.

 

El pueblo en sí no tiene nada, es bastante feucho la verdad, pero con sólo mirar al horizonte y ver ese monte completamente blanco ya lo compensaba todo. Además mientras el sol se iba moviendo, las tonalidades de los travertinos también iban cambiando. Estábamos deseosos de que llegara el día siguiente para poder apreciarlos de cerca. Fuimos hasta la entrada para tenerla controlada, que estaba a escasos 5 minutos andando del camping, y nos acercamos hasta un parque que había justo debajo. Con unos refrescos y unas cervezas nos sentamos en un banco a ver esa preciosa estampa, hasta que vimos a Rayo Mcqueen merodear por el lago que había en el parque. Así que sin pensárnoslo lo abordamos y montados en él recorrimos el lago mientras degustábamos nuestras bebidas (eran unos pedalos, que costaban 15 LT la hora).

Volvimos al restaurante del camping a cenar y seguido a dormir, ya que el día había sido largo y además nos teníamos que levantar temprano para estar en la puerta de entrada en cuanto abrieran y así poder disfrutarlo con tranquilidad y sin el agobio de los grupos.

 

A las 7:00 de la mañana sonaba el despertador. Nos vestimos de playa, ya que en las terrazas es posible mojarse y hasta bañarse, y a las 8:00 en punto estábamos en la entrada. Sólo hay un par de parejas a parte de nosotros. Pagamos la entrada, 25 LT, y arriba que vamos. Al principio hace un poco de fresco, ya que el sol está oculto por el monte y es muy temprano. Disfrutamos de un sitio increíble, prácticamente solos. En algunas terrazas hay como barro del cuál nos impregnamos completamente mientras nos bañamos en ellas. Sacamos cientos de fotos y lo pasamos en grande. Una hora más tarde, sobre las 9:00 empieza a notarse la afluencia de gente y ya a las 10:00 eso era la marabunta. En ese momento aprovechamos para ir hasta la parte superior y dar un paseo por las ruinas de Hierápolis. Al fondo hay una cafetería, con el agua más cara que la de un aeropuerto, y enfrente hay unas pasarelas para poder apreciar los travertinos más bonitos. Los que no se pueden pisar ni tocar y por tanto tienen los colores más chulos y están mejor conservados. Desde allí, al estar arriba del todo, también hay unas vistas increíbles de todo el recinto y del pueblo al fondo. Tres horas más tarde y con el sitio en plena efervescencia, ponemos punto y final a nuestra estancia en Pamukkale. Sin duda un lugar que hay que visitar alguna vez en la vida, pero también sin ningún lugar a duda, a primera hora de la mañana.

Desayunamos casi como si fuese una comida, ya que al haber madrugado tanto no habíamos metido nada en el estómago y además con los baños nos había entrado más hambre todavía. Recogemos la tienda y nos despedimos de los toboganes dándoles un último uso. Además así íbamos fresquitos para poder atravesar todo el interior de Turquía hasta llegar a la costa.

Garganta de Saklikent

Nuestro destino era Patara, pero por el camino, otra vez, tomamos una pequeña desviación para acercarnos hasta la Garganta de Saklikent. Es una grieta de 18 kilómetros de largo y 300 metros de profundidad en las montañas de Akdaglar. Es uno de los cañones más profundos del mundo. La entrada cuesta 5 LT y también es posible alquilar unos chapines por 3 LT. Nosotros no lo hicimos y la verdad es que para atravesar la primera parte del río no viene mal ya que hay muchas piedras que resbalan y el agua que baja del río va con mucha fuerza. Además como cruzamos con los críos encima, la dificultad se incrementa y por poco acabamos en el fondo con una buena refrescada.

 

Se accede a través de unas pasarelas de madera. Justo en la entrada suele haber unos críos tirándose al agua desde las rocas. Luego piden la gratificación correspondiente. Tras un corto paseo a través de una arboleda, se llega a una zona del río que hay que cruzar con cuidado de no resbalarse, para poder acceder al resto de la garganta. A partir de ahí, el camino comienza a estrecharse y la temperatura baja radicalmente. De 39 grados que hacía fuera, llegamos a tener fresquillo cuando nos habíamos adentrado en la garganta. Después de un buen rato andando, el camino comienza a volverse un poco complicado y con Noa no lo vemos muy claro, así que Usu y Noa se dan la vuelta e Iker y yo continuamos. Es una auténtica pasada. Hay una zona en la que tenemos que nadar y otra en la que el agua me llega por el cuello y con Iker agarrado en mi espalda conseguimos atravesarlas. Cuando ya nos quedaba poco para llegar a las cascadas que hay a unos 4 kilómetros de la entrada, nos topamos con una zona en la que nos cubre enteros y cae agua continuamente de las rocas. Como llevo la cámara y no es de agua, me da miedo que se pueda estropear, así que con mucha pena nos damos la vuelta ya casi cerca del final. La vuelta la intentamos hacer lo más rápidamente posible, ya que con la emoción de la aventura, no nos habíamos dado cuenta, pero había pasado más de una hora desde que Usu y Noa nos habían dejado. Ya en la zona del río, las vemos a las dos con una cara de aburridas de la leche. A nosotros se nos había pasado volando el tiempo, pero a ellas se les había hecho eterno.

Montados otra vez en el coche y ya casi anocheciendo, llegamos al pueblo de Patara. Como era tarde y estábamos cansados en el primer alojamiento que vimos paramos a preguntar. Se llamaba Letoon Pension. Había sitio, y las habitaciones eran grandes, estaba limpio y además tenía una pequeña terraza con unas vistas preciosas de todo el pueblo. Me pidió 80 LT, pero viendo que el lugar estaba muy tranquilo, cosa que jugaba a nuestro favor, lo saqué por 60 LT con desayuno incluído y el compromiso de cenar en el hotel.

El día ya no dió para mucho más. Dejamos todo en la habitación, fuimos a cenar. No había carta ni nada que pedir. Ellos nos iban sacando lo que les daba la gana. Trajeron unos 10 platos diferentes y estaban todos deliciosos. Los críos se pusieron las botas, pero con el hambre que tenían, un plato de piedras gratinadas también se lo habrían comido. Estuvimos un poco charlando con la familia, más en en el lenguaje de signos que otra cosa. Y sobre las 23:00 nos derrumbamos hechos polvo en la cama.

B.F.F.F.

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